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Asunto: | NINDIRÍ-9 |
Fecha: | Tue, 05 Sep 2000 21:48:45 +0200 |
De: | |
PARA:: |
Carolina le ha comentado a Covadonga o Covadonga le ha dicho a Carolina (¡¡qué más dará!!) que si recibía los "CORREOS DE NINDIRÍ", para luego añadir que estos mis mensajes le parecían "cartas tristes en general". Y yo tengo que romper una lanza por este sitio, pues una cosa es lo que comento y otra lo que aquí sucede.
Cuando hace poco rato recogía la ropa que Juani me encareció descolgar (las fundas de almohada de hilo se planchan mal si se secan demasiado) y que a Paco se le olvidó retirar este mediodía, pese a mi ruego, miraba el cielo y no he visto nunca antes tantas estrellas como aquí. Las hay por todas partes, hasta que uno se tumba en lo que queda de la hierba agostada en estas fechas y lo comprende. La Luna ―el cuarto menguante que sale estos días que yo solía pasar en Asturias desde hace años― se arrebuja sobre las estrellas de Miraflores y hace fresco.
Ayer hizo ya cuatro años que murió mi padre y a hablar con él de otra forma me ayuda este cielo que yo tengo y que querría me ayudase a refrescar este suelo, que no podemos regar completo por falta de caudal en el pozo. El resto sería dinamitar e intentar encontrar agua a cuarenta o cincuenta metros, pero eso debe quedar para otra época, aunque se nos vaya el seto.
Aquí hay silencio y piedra donde sentarse a rezar o a hacer punto. Hay la serenidad que uno necesita para casarse y el cariño que da una lengüetada de la perra. Hay una fuente fresquita, un botijo y una línea azul que te sabe despertar al amanecer, para que abras la ventana, respires y te pongas en las manos de quien quieras. Hay camas blandas y duras, muchas camas y sitio inútil. Buenos libros y pastillas de acuarela de la marca Rembrandt en todos los tonos.
No vemos el mar, pero nos lo montamos con horizontes largos y colores pastel, y no llevamos cuenta de las cosas; sólo nos ponemos en el lugar de los niños para intentar entenderlo y, como muchos ya sabéis, aunque tenemos varias clases de chocolate, hemos aprendido a “resbalarnos cuesta arriba” y nos da lo mismo quién llame a la puerta, porque ya está abierta y el que llama es porque no sabe que tenemos mariposas escondidas debajo de los teclados.
Hay amor, aquí hay amor; no el mío, ¡¡¡no!!!, sino el que aquí se respira y te abraza.
Hace tiempo que pensamos en poner cabañas y podemos hacer fuego o dejar al fuego que haga lo que quiera con nosotros, como si nos tocara con su olor, como si nos diera ese olor tiznado que trae la tierra seca. Seca como en Longai, en Gidabembe, en Naivasha o en el río Seronera, junto al cráter...
Y además, también se pone el sol.
Así que aquí no hay tristezas y dejamos salir a los conejos para que pasten libremente, escondiendo a Lúa.