domingo, 23 de diciembre de 2001

NINDIRÍ-60.-


SEBASTIÁN
(Original de RFT) 


-------- Mensaje original --------
Asunto:
NINDIRÍ-60
Fecha:
Sun, 23 Dec 2001 19:02:18 +0100
De:
RFT
Para:

Puede acostarse tranquilo el sol (aquí hoy puede hacerlo) ya que hemos terminado todo. Mullida la hierba por las últimas manchas de nieve, hay brillos color turquesa que rompen el gris de estas nubes que, al menos aquí, han protegido esta casa en este día. En cambio los caminos han quedado desamparados, pues nada habrá de mostrarlos al caer la helada de esta noche. Mañana crujirán desnudos, clavarán reflejos y destellos violáceos, seguirán tranquilos, sin llegar a ninguna parte.
Cuentan que los limoneros padecen de tristeza con este frío, lo dicen así los expertos que, sin embargo, los anegan, los riegan a manta. Esa tristeza, tan humana, se reproduce mucho más en estos días y, pese a un riego tranquilo con agua templada, los enmudece. Porque los limoneros sí hablan, hablan del azahar de un pasado y del amarillo de un presente.
Hay un camino que ya no tomo. Arranca de la zona del taller donde dormita mi coche negro, perdido en trámites, y se extiende al Oeste de las últimas casas del pueblo, bajo el abrevadero y el pequeño túnel. Transcurre cuesta abajo flanqueado de laderas tranquilas, hacia Navalafuente y, en su anchura, acepta las manos tendidas y permite recolectar pequeñas semillas. Nunca hice ese camino con quien hubiera querido hacerlo y quedará para mí desconocido como un homenaje a ese desencuentro.

En la vida, en todas las vidas, hay caminos que no recorremos, pero de cuya existencia ciertamente sabemos. Son como reservas que nos hemos impuesto, por si algún día nos merecemos otra cosa. Los libros de Naipaul son también ese camino sobre el que imaginamos, pero no asentimos, porque no conocemos, porque no podemos o no queremos recorrerlo si no es con la mano elegida.
Como esos caminos de vida, el mío, el que ya no tomo, transcurre suavemente hacia Poniente, de modo que, al desandarlo, me calienten el sol y el polvo de las piedras que, no sin rabia, lanzamos con la fuerza necesaria, con la misma fuerza con la que pretendemos perpetuarnos en las ondas de un estanque o en el mar.
Como
«...sé que te perdí...»
(Maná)
pero
«...siento que te tengo dentro..."
(RFT)
es momento de recordar esto:
«PERO LA NAVIDAD NO ES SÓLO EL HITO que marca el final de un año y que nos mueve a recapacitar sobre nosotros mismos; también es una época que, en todos sus aspectos, tanto domésticos como religiosos, nos sugiere ideas alegres. Un hombre insatisfecho con su comportamiento es un hombre propenso a la tristeza. Y, en medio del invierno, cuando su vida pasa por los peores momentos y las sillas vacías le traen el recuerdo de los seres que ama, no estaría de más que se le forzara a adoptar la costumbre de sonreír. Las nobles decepciones, las nobles abnegaciones no deben ser admiradas, ni aun siquiera disculpadas, si proporcionan amargura. Una cosa es entrar lisiado en el reino de los cielos; otra, mutilarse uno mismo y quedarse sin entrar. Y el reino de los cielos es el de las gentes pueriles, el de quienes están dispuestos a agradar, el de quienes saben amar y procurar satisfacción a los demás. Hay hombres poderosos por su influencia, luchadores, constructores y jueces, que, pese a haber vivido mucho y trabajado de firme, han sabido conservar esa admirable cualidad; si nosotros la hubiéramos perdido por causa de nuestros intereses rastreros y nuestras mezquinas ambiciones, nos sentiríamos perpetuamente avergonzados. La cordialidad y la alegría deben preceder a cualquier norma ética: son obligaciones incondicionales. Y es lamentable que hombres honrados carezcan de una y de otra. Fue precisamente con un hombre de rígida moralidad, el fariseo del Evangelio, con quien Cristo no quiso ser emparejado. Si tus ideas morales te hacen ser adusto, ten por seguro que son erróneas. No digo: "Renuncia a ellas", porque pueden ser todo lo que tengas; pero ocúltalas como si fueran un vicio, no sea que dañen las vidas de gentes mejores y sencillas...»
(R. L. STEVENSON, "Sermón de Navidad")
Para mí esta vida transcurre descolocada. Es conforme a lo que me rodea, que es afortunadamente algo más de lo que tengo, pero no es conforme a lo que anhela. Pero eso no obsta a que haya de transcurrir conforme, tranquila, emocionada, porque la carencia del ser que se ama la suple la necesidad de respirar estrellas, y la ausencia de la mano en el camino, la complementa sentir aquello que ahora expreso.
Bien por algún olvido, bien por la fuerza de algo oculto, la puerta de mi cobertizo permanecía abierta hoy al amanecer. Estaba abierta para que yo diera salida a un petirrojo que allí se había instalado. Por eso quedará abierta. No os extrañe.
Que el viento os sea favorable y tengáis luz en estos días.


 




jueves, 29 de noviembre de 2001

NINDIRÍ-59.-


SAN MARTÍN

Asunto:
NINDIRI-59
Fecha:
Thu, 29 Nov 2001 02:11:52 +0100
De:
RFT
Para:
CC:

«Hay una luna alta en creciente, una luna inalcanzable.
Hay muchas reflexiones que la acompañan, la aterciopelan.
Vamos con todas, vamos de la mano.
Como ya habéis oído, mis cosas cambiaron.
No cambié yo; cambiaron las cosas.
El viento me barrió para adentro las flores de buganvilla; incluso hoy encontré gusanos entre documentos y me vinieron montañas.
Estamos todos absortos por si hemos de pronunciarnos en favor o en contra.
Venteamos la intimidad de los demás y la arrojamos al pie de la única baldosa que tenemos por asidero.»
Cuando yo os escribí esto, tenía esa luna.
Hoy hay otra.
Han pasado varias lunas.
Hay otra en creciente...
Debe ser la luna del fin del Ramadán.
Me habla la dulce vanidad de encontraros por la calle, de veros, hablaros, cuando me recordáis que ya no os escribo, que parece que echáis en falta estos mis desórdenes. Pero las cosas son como pueden ser, sin más empuje que el aliento que cada uno les damos y yo, como todos, necesito verme en esta necesidad para poder acordar lo que me acaricie, que es lo que entre muchas sombras llamamos «tener ganas», un responder, un quejido, una rendija que me aleje del vivir y me acerque a este presente. Es esa terquedad en no anotar los pequeños despertares, en no desear buscar secuencias, lo que me ocurre; pautas entre lo que sucede y lo que se vive, que nunca suelen estar en el ser.
De un tiempo a esta parte rompí cajones de esperanzas, esperanzas de ojos, y al no encontrar mi tiempo, mi época, lo que es para mí este momento vino llenándose de acciones, no de reflexiones, y así quedé en silencio que hoy me despierta, me «des-gana».

Vivían aquí (ya lo obtuvisteis) más de cuarenta conejos. Hace un par de horas quedaba uno. No acarreo ya la cesta de madera de las flores pasadas, cubierta de pienso y trufada de panes. No bajo a las zonas abiertas; las desinfecté hace días; no queda nadie. A los últimos más pequeños los vacuné el sábado pasado, ya inútilmente. A indicación de Sebastián continué hasta esta noche cargando la jeringuilla de agua con sulfamidas que hacía ingerir a los supervivientes por turnos y horas, pero no hay fruto. Establecí guardias, controles, dosis; observé y leí mucho. Me encontré preguntándome, como siempre, qué hay de mi vida perpetua, qué de mi preocupación natural, qué de mi necesidad en convenir cualquier observación natural con un ritmo frenético y obsesivo, cómo hablar de topos, serpientes o conejos sin perder esa visión de lo que parece ser importante (y no lo es, nunca lo es), sin dejarme invadir por lo cotidiano en sus obligaciones.
Cuando amanece (llevo así un mes), bajo y recojo los cuerpos rígidos: dos, cuatro, según el día. El pequeño que queda puede que no amanezca, como yo espero hacerlo.
Y así. he leído:
«Más por intuición que por un claro razonamiento, esperaba que sufriera una crisis alrededor de las tres de la madrugada, durante la guardia de primer cuartillo, cuando generalmente moría mucha gente, o al alba...»
(P. O'Brian,
"Un mar oscuro como el oporto"
Ed. Edhasa, pág.181)
Tomando pues, como buena referencia, que es antinatural medir los días desde las doce la noche, pues han de medirse, en toda su distancia, desde las doce del mediodía, entre quehaceres y padeceres asomo mi cuerpo frío a las conejeras en ese primer cuartillo, taza de mi café en ristre, agarro un par de guantes, mido la dosis de mis sulfamidas y ofrezco el agua a estos pobres seres ya medio ciegos, en desear alguna señal, que ha debido partir con esos cajones ya rotos.
Hace ya algún tiempo cambié el pienso de Lúa; había varios kilos y más de siete mil pesetas de diferencia, no estando el mundo para estos cuidados.
¿Qué ha de incidir esta pasteurelosis en mi modo de vivir, en lo que llaman mi trabajar?
Esparzo mi vista por el terreno (palabra que fascina a Sebastián) que alumbra la luna y regreso a romper lo que de mí haya quedado en soledad, que estos días va de más y desbordada entre notas de Naipaul.
No endulzo mi vida ni las vuestras, pero respiro y embadurno mis manos en los setos de coníferas.



sábado, 7 de julio de 2001

NINDIRÍ 58.-


GRANADA



Asunto:
NINDIRÍ-58
Fecha:
Sat, 07 Jul 2001 12:26:35 +0200
De:
RFT
Para:
Mientras doy tiempo a la olla para que coja presión, venteando unas fabes que asoman bien con este tiempo fresco, debo reconoceros que cada vez asumo más que el vivir es soñar, pensar cosas imposibles. Cuando dejamos de soñar cosas imposibles, morimos, sea cual sea la forma en que serpenteemos por la vida.
Hace una semana decidí agrupar en el «Infierno» a todos los conejos que estaban apartados en las parideras de arriba. Bajé una pareja (macho gris, hembra blanca) junto a cuatro crías ya destetadas e incorporé también a la vieja coneja gris y al conejo negro, al que Sebastián llamaba Cristina, tras la cuarentena habida por causa de la sarna. Nada más soltarlos, se inició el proceso de dominancia. El conejo gris, dominante en el «Infierno» atacó con saña a los dos machos nuevos, sobre todo al negro. Una coneja marrón, manchada de resina, atacó todo lo que pudo, incluso a las crías. Seguramente, si los hubiera soltado en el «Paraíso» la situación hubiera sido diferente, pero al haber allí más crías supuse que corrían más peligro con estos requiebros y ajetreos. Decidí entonces aislar al macho dominante en el pequeño recinto que cerramos en el «Paraíso» para mantener las crías más pequeñas, espacio que resultó inútil a este menester pues los pequeños se escapaban por los huecos de la malla. El “clamor popular" bramó enseguida pues se me indicaba que no podía oponerme al "curso de la naturaleza", al sadismo descubierto por Wallace y puesto de manifiesto por Charles Darwin.
Se ve que poco hemos leído a Lorenz y que, ante las agresiones, habiendo sitio, yo prefiero incidir, siquiera superficialmente, en la selección natural, antes de recoger cadáveres, porque los seres humanos, ante la información, ante las teorías, solemos practicar un cierto absentismo, una dejación, un proceder hasta cierto punto infame. Véase, a modo de ejemplo, el artículo de Eigen (Nobel en 1967) sobre los priones y la EEB en el último número de «Investigación y Ciencia» que de tener la publicidad que los periodistas otorgan en sus medios a la enfermedad o al aceite de orujo, ya habría provocado el sacrificio de todas las vacas y ovejas del mundo. Y es que descubierta y debidamente presentada la teoría, cuando no se acompaña de la estúpida legislación pertinente (los fabricantes de aceite de orujo dicen que cumplen las normas, como si los Pirineos supieran que son frontera de algo o como si una norma sirviera para evitar el envenenamiento), nos lo creemos todo. Al cabo de los años, algún medio nos cuenta que los haces de microondas no son tan sanos o los teléfonos móviles y es cuando decidimos tratar las úlceras con amoxicilina. Y ya que estamos de paso por el artículo bovino, daos un paseo por otro para saber en qué lugar queda hoy el test de Rorschach, que ni es fiable, ni dice al final nada, cuando llevamos años diagnosticando a todo tren bajo su influencia. Así, dotamos de trascendencia a lo que no la tiene, a lo que no resiste el paso del tiempo, como llevamos siglos experimentando cruelmente con los esquizofrénicos y podemos encontrarnos con que todo es un virus. Y todo procede del uso de la información. Los políticos trasladan la información con cuentagotas. La información es dinero y poder, los medios viven de ese poder que comparten, arrastrando consigo al poder de la publicidad. El yogur no es yogur, ni el Bio es Bio.
Así nos va.
Pasados tres o cuatro días, ante la pena y tal "clamor popular" -que es algo que Darwin no consideró en el tratamiento del medio-, reintegré al conejo gris aislado, el dominante, al «Infierno» y subí con la conciencia lacerada a ver los resultados de respetar el "clamor popular". Al sentarme ante vosotros aquí arriba ya escuché los primeros gritos, y aunque bajé a inspeccionar, nada pude ver por la falta de iluminación. Los infiernos siempre están mal iluminados, como los taxistas no paran de hablar aunque estén solos, según dice Umbral que presume de conocerlos bien.
Al amanecer, bajé aguisado, rodeado de sueños, entre legañas y botas sin calcetín:

1.-) La coneja marrón estaba muerta en la casita improvisada que habíamos instalado. Siempre me recibía con bufidos al visitar a sus crías.
2.-) El conejo negro (Cristina) se arrastraba con una herida mortal en el espinazo; vivió hasta hoy por mi recelo que conocéis ante la eutanasia.
3.-) El conejo gris, pareja de la blanca, amaneció también muerto hoy en el cubo negro de la esquina del canalón de agua.
Y así podría haber seguido el recuento gracias a la "selección natural" que, de haber yo mantenido al agresor aislado, no tendría tal aspecto.

Hay quien se sorprende de que desmonte las mallas de la pista de tenis y construya recintos, conejeras. Pero no podemos hacernos la ilusión de lo que llamamos "curso de la naturaleza".
¿Qué naturaleza tiene intentar sacar aceite de los despojos de la aceituna, los mismos orujos que se usan para el pienso de los conejos, pese a que se estile en la elite de la restauración que ese aceite es bueno para las vinagretas y salsas, al no poseer el fuerte y ácido aroma y sabor del auténtico?
¿Y qué sentido tiene creer que en un enmallado de treinta metros cuadrados debemos apaciguar la conciencia viendo cómo se cumple lo que Darwin teoriza y quedándonos inertes o inermes -que cada palabra es una cosa- ante la violencia?
¿Por qué ha de ser verdad la teoría y por qué esa manía en explicar a posteriori los acontecimientos históricos?

¿Y por qué hemos de creernos el funcionamiento de la estructura proteínica definida por Prusiner, cuando no sabemos detectar sus priones en ese cacho de ternera que compramos el jueves?
¿Entiende la ternera de años o de meses?
Amemos lo imposible, soñemos con ello.

martes, 26 de junio de 2001

NINDIRÍ-57.-



«CARME»
(Original de RFT)

Asunto:
NINDIRI-57.-
Fecha:
Tue, 26 Jun 2001 02:00:01 +0200
De:
RFT
Para:


Entonces, fue entonces cuando los días se convirtieron en horas largas, minutos enormes, segundos tremendamente intensos; todos juntos, todos arracimados se abrasaban, se consumían lentamente, muy lentamente. 
No se paró el tiempo, no lo hizo: se desenvolvía horriblemente despacio y se perdía, se perdía el tiempo, me perdía yo.
Irrumpió la dicotomía del mundo y el monasterio. Siguiendo su sentido, se dividió en dos nuevas mitades de sí misma y continuó dividiéndose en trozos que goteaban tiempo.
Luego, se aceptó a sí misma, tan partida, tan rota. 
Luz roja, luz verde, luz roja, deprisa.
Amar, ser amado; no poder amar, no poder ser amado.
"Hay que ver mujer lo que dura el amor y lo corto que es el olvido", rezaba hoy entre claveles bajando una escalera tórrida y naranja.
Me han dicho ya de todo.
Me han dicho que soy infiel por naturaleza y además, que los hombres somos más fieles al compromiso que al sentimiento, lo cual tiene miga.
Me han llamado machista, una suerte de "Alice in  chains", un desencuentro.
Entre espasmo y pasmo, se acabó el agua del pozo; no bombea, no nutre y aparecen cuatro o cinco conejos nuevos cada día.
«Que recorten sus faldas las funcionarias...»
«Que nos baile la vida una tarantela...»

Aun así,
ni escojo
ni permanezco
ni tengo
y ya ni soy.

Anoté y grité al viento que ondula mis ventanas y me acaricia en esta noche:
«Por los besos que aún nos quedan en la boca
por los miles de homenajes que nos dimos
por nadar y no guardar nunca la ropa
por los dedos juguetones del destino
porque fuimos lo que fuimos
porque fuimos lo que fuimos…»
(MALDEAMORES)

Y tuve eco; vino el perfume de la luna:
«¿Te encontraré Mago?
¿Alguna vez volveré a llorar
 con la cara escondida entre las rodillas?
¿Volveré a dejarte solo

la última noche del año,
saliendo detrás del portazo

con mis libros,
o viajaremos cómplices

en el secreto,
animándonos y odiándonos,
sentados en una terraza
bajo los fuegos artificiales?
¿Te veré acaso cuando otra vez

regrese de alguna parte,
llorando el amor mojado

de la desesperación,
contándote que yo pensaba
ser Sherezade de tus noches
para que nunca me cortaras la cabeza?
Te encontraré, Mago, en un día sin citas,
sin premeditación,
con esta misma nostalgia
prendida en la punta de los dedos,
doliéndome las ganas
de romper el hechizo que nos hicimos,
el tiempo que deconstruimos
-no vernos para sabernos lejos-
mientras el ojo que no engaña
te refleja en  las vidrieras,
en los charcos, las bujías, el cansancio,
en las noches que paso

con tu fantasma a cuestas,
ese que me ama...
para siempre Mago,
para siempre
"EVOCACION A LA MAGIA"
(Gioconda Belli)

Me encontrarás:
Ya me encontraste.

La vida se vive a sí misma,
nos guste o no.
La esperanza le pertenece a la vida,
es la misma vida defendiéndose.
.............

Se olvida que para llegar al cielo
se necesitan una piedrita
y la punta de un zapato
"RAYUELA"
(Julio Cortázar)
 
Y así fue... 


sábado, 9 de junio de 2001

NINDIRÍ-56.-



Asunto:
NINDIRI-56
Fecha:
Sat, 09 Jun 2001 02:58:09 +0200
De:
RFT
Para:

Como hube de viajar al Norte debo deciros que el mar, a la altura de la desembocadura de la ría de Tina Mayor, se disfrazó de color turquesa. La araucaria de Buelna ―verde intenso de agua profunda― jugaba cubierta de hiedra fresca. Los patatales previos a Cervatos estaban yermos o con las plantas muy pequeñas. Y el sonido del Saja susurraba entre los tojos y el espino blanco que alumbran a mi hijo pequeño.
Se me murió mi tío César, el del «sí».

Se mudó, se fue a otro sitio.
Con él hablaremos ahora de otra forma, como me dijo Héctor en el bar del aeropuerto de Ranón, vía Madrid, vía Jerez-El Puerto, vía a mi padre también muerto:
―Ahora ―dijo Héctor ―hablarás con él de otra forma...
Y no encuentro la forma; será que no la trabajo bien, pero no la encuentro.
Hablaré, pues, con tío César de otra forma y me dirá cómo hablar con mi padre, desde el silencio. Caminando despacio, desde Purón, me adentraré por el valle de Viango y algún castaño me dirá algo.
Caminaré con tío César, pues le tengo como más sencillo de pasear a mi lado y me indicará los símbolos, la senda, la forma de reencontrar a mi padre. Y me servirá, seguro; tío César nunca me haría eso, nunca fallaría a nadie, no me dejaría a medio camino; me contaría algún chiste, algún recuerdo humilde y me sonreiría.
Dicen que Coté y mi tía Josefina ya le vieron el otro día por Mañanga, a buen paso, sin el «Ferrari», con el periódico bajo el brazo y la tez morena, con la sonrisa, la sonrisa que a los niños se ofrecía en otra forma, cuando les enseñaba con sus manos, en sus manos, cómo se partía un dedo en dos.
Me volví pronto para evitar que la sal me retuviera, aunque visité el «Valle Oscuru», pisé su hierba (yerba-djerba) y olí los castaños, pero no es «Oscuru», sino abierto y tenue, como Manolita, la de encima de la bolera, en el barrio de «La Mata».
A mi regreso ―el regreso es tan triste como la ida y el limonero es más alegre que la higuera― atravesé Nindirí con sus cosas y me bajé al cumpleaños anticipado de Sebastián. Un pequeño obstinado se me agarró a las piernas, se me abrazó al cuello, provocándome un hálito de paternidad. No sé si lo habréis observado con la ternura necesaria, pero la pequeñez siempre es obstinada y la obstinación, como la perseverancia, conducen al sosiego, a dar por cumplido, por cerrado, por descansado, todo un ciclo, toda una vida.
Hace algunos años, bastantes ―algunos ya me lo habréis oído contar, susurrar, porque las palabras han de adobarse, como «escalofrío», que los ingleses dicen «chill», como el milano de Kipling, aunque «escalofrío» es más penetrante y a la vez, más eléctrico―; decía..., hace muchos años, bastantes, un empleado de las Bodegas Domecq fue despedido. Acudió ―el hombre― a la Magistratura de Trabajo, que entonces no era lo que es hoy (y algunos ya me entienden), pero no estimaron su pretensión, probablemente, porque trabajar en una bodega y gozar de dipsomanía crónica no resulta muy compatible, al menos para la bodega (si no para el hígado). El hombre, nuestro hombre, instaló una tienda de campaña frente a la bodega (como lo de Sintel, pero en individual) y allí pasaba los días, sin pancarta, pues, en esos años de Dios, poner tal adminículo implicaba pasar por comisaría en forma rauda. Al no conseguir su objetivo, el hombre se desesperaba día y noche en su tienda.
Una buena mañana (que las hay), Monseñor Cirarda, Obispo de Jerez y del entorno, agarró el teléfono ―que habría de ser una de esas cosas negras que había antes, como antes había café― y llamó muy preocupado al Presidente de la bodega, entre angustias, zozobras y tensiones. Al parecer, el hombre, nuestro hombre, el despedido, amenazaba con hacerse protestante y tal cuestión no cabía en aquella diócesis.
Entonces lo readmitieron.
Obstinación, perseverancia: eso es ser pequeño.
Quizá esa sea la forma, la forma de hablar. 
Tío César siempre fue pequeño, como muy grande, un gran hombre, pero pequeño; aunque no era obstinado, sí era perseverante, como un niño. Como ese niño que acompaña al padre del padre de Sebastián.
Olvidé contaros que hay amapolas en los bordes del camino.


domingo, 13 de mayo de 2001

NINDIRÍ-55.-



BANCO
(Original de RFT)


Asunto:
NINDIRÍ-55
Fecha:
Sun, 13 May 2001 22:31:35 +0200
De:
RFT
Para:

Bajé a El Molar.
Bajé, por no subir, a buscar verduras y fruta; también a por el pedal de la bici de Sebito, pero la tienda estaba cerrada.
Una boda ocupaba medio pueblo.
También murió la mujer de Antonio, el camionero, y la enterraban ―al parecer― esta tarde a las cuatro, según oí mientras esperaba turno, vez, momento, para comprar la fruta.
Me agobian los puestos donde me insisten largo rato para saber qué quiero, como me agobia empezar a contar las monedas que llevo en el bolsillo.
Unas veces uno sube y otras prefiere bajar, dejarse ir, callejear sin saber, comprar pastel de manzana. Yo iba a tomar un café; hoy no hice café y me apetecía; café y un vaso de agua para apurar la sequedad que da el tabaco no desayunado.
Me enteré de lo de la mujer, la mujer de Antonio, el camionero, como me enteré de otra conversación curiosa: que si era; que si no era; que si yo me entero de quién ha sido; que si yo lo veo. Faltaban claveles y rosas de un balcón; alguien los había cortado para ofrecerlos a otro alguien. No como les pasa a mis rosas, que se abren cada vez más, estallan sin que nadie las recoja, sin que nadie las arranque furtivamente, sin poder ponerlas en alguna mano, sin poder ofrecerlas.
Y el libro, el libro se llamaba "Mujeres sin pareja" de George Gissing, soledad de mujeres, desnudez y amor no ofrecido de mujeres, como mis rosas, amor sin manos, sin miradas.
Hay el placer de comprar los libros, tocarlos, casi acariciarlos, rechazarlos o aceptarlos. Hay el placer de leer libros, compartirlos, seducirlos, esconderlos en los sueños, soñarlos, cada vez en una mayor incomunicación, con el silencio que dan en un monólogo, como el olor que desprenden.
Dice Lourdes: "Cada día nos cuesta más, por lo menos a mí, conectar con la gente que tienes a tu lado y a la que no conoces de nada, en el metro, en el cine, en El Retiro. Nos ubicamos en compartimentos estancos en los que no queremos que entre nadie y nos comunicamos solo con los que nos conocen y a los que no tenemos miedo."
Es el precio de la libertad, el que ofrecen las ciudades, cuanto más masificadas, más destructivas y solitarias. Hablamos de miedo.

El precio de mi libertad es la ausencia de miedos, los apuros, la carencia de horario, la soledad que no dan las ciudades, el vacío casi estrellado que ofrece el rocío de mañana; que no te aprieten, que no te encuentren, que no te besen mientras ardes, que no acaricien tu espalda, que no te amen.
Después, después de mi deambular por fruterías y tahonas, subí, regué, planté más cebollas, pepinos, acelgas, hinojo, calabacines, habas, judías, en el lugar que no brotaron las tempranas, y reservé mis tomateras para una semana más propicia.
He visto a Picasso, las series, las incansables series de Manet, de Delacroix, de Poussin. Me acompañó la mirada, una mirada suave y dulce, distante de mí, la mirada que yo miraba de reojo, entre cuadro y cuadro. Luego se fue, la mirada se fue y quedó atada a mí en un único recuerdo, mirada que pierdo cada día. La mirada del nacimiento de Venus, la mirada de miel de Sandro Boticelli, acunada en mi espalda.
Tan sólo tengo derecho a la mirada que paseó conmigo, de sala en sala, de alma en alma, mirada profunda, azul, mirada de mar.



sábado, 5 de mayo de 2001

NINDIRÍ-54.-


"ZUZES"
(Original de RFT) 


Asunto:
NINDIRÍ-54.-
Fecha:
Sat, 05 May 2001 01:11:14 +0200
De:
RFT
Para:

Me he propuesto siempre no escribiros si no me siento capaz de ello o si, simplemente, la apetencia no me empuja. En ese estado, casi de desposesión, tiendo a anotar algunas cosas para no olvidar luego que debo contarlas, coram populo, sin arrastrarlas. Confundo así mi introspección en diversas libretas, a cual más compleja, en las que voy anotando esos resortes que, de otra forma, no desenvolvería, robando en cada encuentro y mirada, a lo Joyce, lo que arranco de mi diario deambular:
Agitado de mares, con viento que limpia mi cabeza y fresco estrellado, anoté esto hace una semana:
"Sudamericana de 53 años, universitaria, atractiva, más bien gordita y 1,60, busca señor serio, formal, alto, universitario, buena salud y entre 45-60 años."
Hoy, mientras hojeaba (que no "ojeaba", porque ya no cazo; ¿armónico? ¿harmónico?) un libro sobre las mujeres SOLAS, recordé que justo debajo de tan peculiar anuncio había otro que decía así:
"Interesante universitario, 50 años, sensible, buena presencia y romántico, busca chica atractiva, delgada y hasta 44 años, que quiera sentir el amor sin miedos ni complejos. No móviles."
Esto es lo que la literatura llama un «desencuentro» y si no fuera por mi timidez, hubiera provocado un cruce de líneas, una comunicación entre ambos anuncios, separados tan sólo por una raya, a modo de gamberrada mística. Porque yo, no trato de ironizar sobre ello, no busco que os riáis; tan sólo me acojo al «desencuentro» que la vida nos ofrece todos los días, pues ya sabéis de mi gusto por las correspondencias.
Y enfrente de mí, recostado en un estante, tumbado y desechado de la sección de biografías, estaba la nueva edición publicada en marzo pasado de "CAMBIO DE RUMBO" de Ignacio Hidalgo de Cisneros, único ejemplar en la librería que, para ser más peculiar, está encuadernado al revés, es decir, que tanto la sobrecubierta, como la portada del libro, están de una forma, pero el texto está invertido en su encuadernación, de manera que al abrir el libro se encuentra la última página y hay que leerlo al revés. Cuando estaba en tal menester, derramando miradas alrededor, vi a una joven de unos veinte años, más bien entrada en carnes, que me advertía, en mi confusión, que estaba leyendo el libro al revés, cosa que con éste, que he reservado para la madre de un ser querido, no sucede. La edición, cuidada y fresca, incorpora un archivo de fotos bastante adecuado, que en la impresión de 1970 de París (Ruedo Ibérico) no aparecen, aunque sí se conserva en ambas, por lo que yo recuerdo de la parisina (cuya sustracción me llegaron a atribuir), el poema de Rafael Alberti dedicado al autor. Acompaña también un índice personal onomástico, en el que aparecen citados Ernestina, Gabriel y José Martínez de Aragón, éste último con gran profusión de citas en el texto.
Si hubiera seguido leyendo anuncios, en lugar de emocionarme con la reimpresión de Hidalgo de Cisneros, hubiera descubierto el texto de citas tales como: «...abstenerse divorciados con hijos...», cosa que alguien debió publicar pensando en mí, por cuanto ha de haber pocos divorciados con hijos que sean abstemios, es decir, que deban "abstenerse", que es un verbo que para pronunciarlo hay que tragar un poco de aire y medio ahogarse, lo cual no suele suceder con el whisky.
Dice Umbral que "...Habiendo un Bush en la presidencia, todo es menos previsible, salvo la guerra, como habiendo un Clinton todo era menos previsible, salvo las becarias..."  Puede que tenga razón y nos estalle una guerra de becarias.
Murieron nuevamente todos los conejos de la última camada, lo cual expongo para los que pensaron que esto se iba a inundar de gazapos, pero yo, en mi persistencia, me compré dos libros de conejos, uno que leo para desechar aún más al género humano, sin el que no puedo vivir, y otro que no leo, pues me resulta más complejo que la caza del zorro sobre la que ya os hablé hace unos días.
Y en estos fríos, buenos para mis lechugas y espinacas, que alguien está tratando ya de arrancar para comer tiernas en ensalada, en lugar de dejar espacio a la aspereza que la madurez les confiere, continúo buscándome, ya que nadie me encuentra.
Así que, cumpliendo yo luego con mi deber de adjuntaros nota personal y plano, el próximo 16 de junio hay cena en mi casa, a la que todos estáis invitados en unión de muchos otros a los que no puedo contarles estas cosas en mi forma y que habré de citar también por otros medios.
Dejemos que la luna nos revuelque en un buen sueño.

sábado, 28 de abril de 2001

NINDIRÍ-53.-


GANDÍA
(Original de RFT) 


Asunto:
NINDIRÍ-53.-
Fecha:
Sat, 28 Apr 2001 01:37:38 +0200
De:
RFT
Para:

Aprovechando la revacunación de Lúa, llevé a una de las conejas a pinchar peligrosamente con algo tóxico. Constaté que la paridera de arriba debe andar infectada de ácaros, de sarna que ataca las orejas, pero no pude llevar a la vieja coneja gris porque está recién parida y los gazapos no asoman aún por encima de la pelusa que les calienta. No sé cuantos son, ni me atrevo a mirarlos, pero mañana, al echar las gotas a la madre, lo comprobaré con cuidado.
Entre tanto, saqué a la pareja moteada de la zona infectada y la bajé al espacio abierto con el resto de los machos. Para mi sorpresa (siempre la falta o el exceso de criterios es algo pernicioso) encontré esto: «La lechuga del Conejo Jefe la robaban los Owsla de un huerto a medio kilómetro de distancia a través de los campos.» (R.Adams: «La colina de Watership»; Ed. Seix Barral, Barcelona 1998) Así que, lo que decía Pedrosa era mentira, como muchas cosas en este mundo, y los conejos consumen grandes cantidades de lechuga.
Lo que no acierto a explicarme es que, queriendo algo de mí, no me lo planteen.
En la copiosa relación de correo que mantengo me he acostumbrado casi a cualquier cosa. Así, hace ya bastante tiempo, empecé a escribirme a mí mismo con tal encarnizamiento que mi interlocutor se transformó en otro ser. De esta forma recibo correo de mí mismo que escribe otra persona, pero que tampoco es esa persona. Cuando me contesto, o mejor, cuando contesto a esa persona, tiendo a dotarla de la propia realidad que ella misma se ha creado, pero al paso del tiempo, que suele marchar por sí mismo, he sabido que esa persona es otra distinta. En tal conflicto, me contesto a mí mismo, respondiendo a otra persona que sé que no es ella, que es otra distinta.
Tengo que medir cada frase pues, prescindiendo de no ser ya yo mismo, debo contestar al ser real y creado, pensando en otro distinto que no soy yo, ni es el ser real y creado, y no puedo romper tal círculo porque me quedaría sin esa correspondencia.
¿Y cómo escribirle a alguien, sin pensar en él, pero pensando en otro ser, que siendo ese alguien, no quiere ser yo mismo? 

Con esta estupidez de la novela en la que se reivindica hasta la médula que no ha de transgredirse nunca la norma de ser uno mismo a trozos en cada personaje, con esta manía de que todo ha de ser fruto de la invención y el ingenio, romperemos la novela y recrearemos los cuentos en nuestra propia vivencia, dejando, eso sí, que sea la poesía, recargada y barroca, la que nos explique, sin ofrecernos, sin inmolarnos, sin derramar una sola gota del amor que sentimos.
Sin estas cavilaciones, ayer me abrí la cabeza al ponerme repentinamente en pie para dejar las botas de agua y, al sangrar en abundancia, me vi con maquillaje de guerra, con limitaciones y trazas de ese combate. Pero, si estoy dispuesto a ofrecerme, ¿por qué no me aceptan?
Vuelve el frío a la física de las noches estrelladas.
Puedo contestar diciéndole que ya lo sé, como puede preguntarme por ella fingiendo yo que no lo sé, pero ni yo deseo romper la ficción como contacto ni ella desea decirme lo que realmente quiere.
¿Me romperé nuevamente?

sábado, 21 de abril de 2001

NINDIRÍ-52.-


PLAYA PEQUEÑA
(Original de RFT) 


Asunto:
NINDIRÍ-52.-
Fecha:
Sat, 21 Apr 2001 20:54:50 +0200
De:
RFT
Para:

AMISTAD
Tu sonrisa calienta mi alma
y tu mirada
cuando es amable
regocija mi corazón
me transportas a mágicas,
místicas ensoñaciones
enriqueces mi espíritu
acrecientas mi alegría
me devuelves la esperanza
me das lecciones de humildad
alimentas mi humanidad
me despiertas
como el Sol al planeta
y me abres
como se abren las flores
humildes y generosas
alegres y orgullosas de regalar
sus colores y belleza
sus perfumes y exhuberancia.

********
Jueves, 19 de abril de 2001.
Adquirido a un indigente por veinte duros en la calle Génova, cafetería "Rodilla", enfrente de la A.N.
Día difícil.
Escrito sobre un pequeño papel publicitario del Irish Pub "Molly Malone´s" de Manuela Malasaña  número 11:"Kilkenny" o tal vez "Guinness", con un pequeño vaso de "Jameson".
El lunes 23, a las 20hrs., Edith leerá poemas suyos en el Café de "Libertad 8".
Anochece en arrebol.

viernes, 13 de abril de 2001

NINDIRÍ-51.-


CÓRDOBA
(Foto original de RFT)


Asunto:
NINDIRÍ-51
Fecha:
Fri, 13 Apr 2001 02:03:40 +0200
De:
RFT
Para:

Alguien, quizá alguno de vosotros, debería acertar a explicarme por qué sangramos, por qué nos desangramos tanto en esclarecer nuestras vidas o por qué no valen tales vidas un simple beso en lugar de una catarata de actuaciones cada vez más complejas.
¿Acaso los amores imposibles no son asimismo amores?
¿Acaso su imposibilidad los hace distintos en la intensidad de su sentimiento?
¿No es más rico el amor de dos, tal vez tres, miradas cruzadas de mesa a mesa en una cafetería con un ser extraño al que no conocemos, que esa profusión de gestos y vivencias en la que decidimos atravesarnos todos los días?
¿O es que esos amores, que tan sólo duran segundos y que no se consuman más que en un instante, no nos suponen el riesgo de recordar lo que de nosotros mismos ofrecemos?
Pues el efecto,
el amor,
el sentimiento
son necesariamente ciertos
sea cual sea su duración,
su posibilidad,
su desencuentro,
ya que en ese desencuentro
reside el querer puro,
el que no es correspondido,
sea o no extenso.

Hemos dotado nuestras vidas del poder de negar la realidad.
Lo que nos sume en lo imposible, lo que no alcanzamos a comprender, queda descalificado: si el amor es imposible -decimos-, no es cierto, no es amor porque carece de nuestra pretendida, ¿voluntariedad?
Y así..., 
¿Cómo se vive?
¿Cómo es posible que ante tal expresión razonada de lo incierto no acabemos desangrados?
Me duele la espalda de ser tan amigable y no querible y de extender semillas de tagete y clavelón indio por los arriates, de depositar cuatro, quizá cinco, semillas de calabaza en pequeños huecos de los pasadizos que hay abiertos una vez (¿enrejado?) «enmallado» el huerto en protección de gallinas y demás huéspedes.
El verbo enmallar, «enmallarse», más correcto, hace alusión al enredo de los peces en la red y aquí tendríamos que haber puesto ya un estanque, si no fuera por el problema del circuito del agua. Hacer cosas aquí, en homenaje al agua, bastaría para rehacer totalmente las zonas aún dañadas, pero dada su escasez y la condición que la misma está alcanzando (véase si no el último artículo al respecto en "Investigación y Ciencia", versión castellana del "Scientific American" del corriente mes de abril), no veo acertados sistemas hidráulicos que me permitan, siquiera, abastecer suficientemente la zona del huerto, donde ya no queda más espacio que en los bordes y esperando que el fresco, que aún nos visita en estas noches, permita al arrancar las remolachas, sembrar algún melón y sandía al abrigo de la primera zona de patatas.
Cruzo también los dedos por los pequeños brotes de acelgas y espinacas que, rompiendo los terrones, comienzan a estallar y he aconsejado y practicado una mayor sequedad y aridez este año, precisamente para equilibrar la intensa cantidad de lluvia caída con la primera cosecha de tubérculos que estará lista a primeros de Junio.
También he decidido combatir el invierno estéril que hemos padecido con los conejos y seleccionado las parejas más adecuadas ―se brindan, incluso, dos hembras por cada reproductor en las parideras―, dejando a los machos más jóvenes en la zona de abajo que, umbría de hierbas verdes y nuevas, habrá de ser el lugar de descanso cuando a los veinte días separemos a los gazapos de sus madres.
Murió Arturo. Lo enterré bajo la hortensia de Beta y quedaron unos cuantos huevos sin incubar en la casita cercana al pequeño estanque de los patos, donde Paco sostiene que sólo se pueden bañar de uno en uno.
En estos días, al atardecer rojo de las lomas posteriores de Canencia, camino con las perras por los mismos senderos de hace un año, retornando cansados a casa, las manos dispuestas, las mejillas alegres y frías.

Hay que preparar "Caldo Bordelés".
Mañana sembraré en los semilleros («semillaré») salvia, orégano, apio y cilantro, y he sido gentilmente aleccionado para distinguir el romero del cantueso.