miércoles, 13 de septiembre de 2000

NINDIRÍ-11.-

lápices
(RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-11

Fecha:

Wed, 13 Sep 2000 22:14:32 +0200

De:

RFT

PARA::

nindiri@lettera.net


Las calabazas manchan, fiaos de mí; manchan intensamente. Las hemos cambiado al garaje que parece menos húmedo que el cobertizo y hemos acabado como los del butano. Es un color denso, pastoso, oleífero, intensamente naranja.

A mí, de pequeño, siempre se me fastidiaba la mina del lápiz naranja y cuando ordenaba los lápices en el plumier o en la caja de "Alpino", el naranja siempre era el más pequeño por culpa del sacapuntas. La mina se quebraba una y otra vez y mi naranja acababa desmochado.

Ahora que soy mayor y que me busco el niño dentro, sin mucho éxito, tengo un sacapuntas más sofisticado, con manivela y todo, pero llevo poca constancia de las minas y poco control de mi niñez.

Mis mesas no cumplen las normas de Stevenson. Stevenson escribía cosas "Sobre cómo disfrutar en los lugares desagradables" o "Notas sobre los movimientos de los niños pequeños" [1] y también hablaba de las mesas. Yo hablo de lápices, de las sosobres o de las sobrejuanetes, que son unas velas pequeñas, cerca de las alas o sobre la verga de las juanetes y que son también dos palabras preciosas que sirven para insultar suavemente. Por ejemplo, si os enfadáis podéis llamar a alguien "sosobre"; aunque, pensándolo bien, llamar a alguien "sobrejuanete" es complejo, ¿verdad?

También me fijo en los grifos de los fregaderos y si empiezo a recordar mis tropiezos de estos tres últimos años me acuerdo de los grifos de los fregaderos de todos esos golpes. Los recuerdo todos como elementos violentos y díscolos. Conocí uno, a finales de 1998, que se cerraba sistemáticamente lo pusieras en la posición que fuera y, ¡claro!, impedía la comunicación habitual que uno tiene con el grifo del fregadero o con los platos con su grasita o con la dueña del grifo, que no es lo mismo, pero es igual, como decía la canción.
―¡Me lo puso mi padre! ―decía, para derivar la conversación hacia otro sitio y poder encerrarse en sí misma, como el grifo.

Son cosas de grifos y de mujeres, pero no carecen de su importancia. Seguro que vosotros tenéis un grifo así, díscolo, intempestivo, rebelde y contrario a la comunicación.
Sebastián ha puesto nombre a todas las gallinas y a todos los conejos (una coneja está gordita, así que...) Lo que ocurre es que yo creo que cambia los nombres cada vez que viene y como Paco se empeña en memorizarlo, los animales no hacen caso. Y la coneja que trajo Juani anda constantemente escapando de un cierto y desagradable acoso sexual.

Este fin de semana iremos a Bustarviejo, a las fiestas, a ver si nos pega un golpe una vaca y acaba de arreglarlo todo. Lo digo por si alguien se anima y quiere marcarse un baile, haciendo noche aquí, porque estas cosas, como la luna, son de noche.

En el fondo, lo que yo busco es ajeno a los grifos, a las mesas o a los lápices naranjas, pero lo que tengo es eso, barnizado de recuerdos y cargado de piedras.

Ando buscando las diferencias entre un calao y un mynah. Deben de ser muchas, pero no acierto a encontrarlas.



[1] ROBERT LOUIS STEVENSON, “La casa ideal y otros textos”, Ediciones Hiparión S.L., Madrid 1998.