viernes, 8 de septiembre de 2000

NINDIRÍ-10.-

"VOLCÁN"
(Dibujo original de Sebastián)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-10

Fecha:

Fri, 08 Sep 2000 23:42:02 +0200

De:

RFT

PARA::

nindiri@lettera.net


Hoy han subido conmigo Sebastián y Jorge. Jorge se lleva muy bien con Lúa, le encantan los perros y los manzanos, tanto, que mañana buscaremos algún plantón más avanzado.

Y yo no paro de reñir de vez en cuando. Debe ser el hígado o esas llamadas que cada vez tenemos que hacer con más frecuencia a centralitas digitalizadas, que son barreras infranqueables.

Cuenta mi padre (contaba y cuenta, ya lo creo que cuenta y pesa en mi vida) que durante "La Guerra" habían instalado un organismo en un antiguo teatro o en el que era el Casino de Burgos. Era algo que se llamaba algo así como la "Dirección General para las Regiones Devastadas" y para su gestión "efectiva", a alguien se le ocurrió un sistema de señales en función del cual tenías que elegir una puerta u otra al entrar al edificio. Venían a ser unos letreros en las puertas que preguntaban cosas como, por ejemplo:

―¿Vivía usted en zona "nacional" o en zona "roja"?

―¿Está usted adscrito al “Movimiento Nacional...”?
Eran veleidades como las de Casiano.

Casiano era un hombre de voz aguda, un íncubo (un "Grenouille" en homenaje a Madena). Había cuidado sus propiedades hasta el extremo y siempre jugaba a servir al poderoso. Un día, en Infiesto, avanzada la guerra, le quitaron las vacas y Casiano no paraba de repetir por el pueblo:
¡¡¡Me llevaron les vaques y diéronme un papel que pone "COMITE"!!!

Comíte, comíte ―decía Casiano sin parar.

Qué "comíte", ni que coño: ¡¡¡COMIÉRONLAS TODAS!!!

Volviendo a las puertas, tú debías hacerte la pregunta que encontrabas y escoger una puerta en función de la respuesta. El caso era que, en determinadas o muchas ocasiones, quizá por la terquedad que todos tenemos ante esas preguntas, había gente que tras atravesar no menos de ocho puertas distintas y largos pasillos o subir y bajar tres plantas con sus correspondientes preguntas, acababa nuevamente en la calle pero por la parte posterior del edificio. En este caso, ni te detenían, ni te fusilaban, sino que, en función de tus propias respuestas, habían conseguido un sistema en el que un alto porcentaje de personas no lograba otra cosa que volver a la calle.

Esa misma terquedad acompañaba a un escritor sudamericano, cuyo nombre no recuerdo, que con motivo de una invitación a una reunión del Pen Club en Nueva York, al verse obligado a rellenar los cuestionarios del visado ante la embajada americana, se topó con la siguiente pregunta:

¿Tiene Vd. intención de atentar contra la vida o integridad del Presidente de los Estados Unidos?

―Y yo puse que sí; obviamente… ―escribía este hombre sin desconsuelo alguno, sintiéndose algo gamberro.

―Y ¡¡¡claro!!!, me denegaron el visado ―decía con cierta pena.

A mí lo de las puertas de ese organismo de Burgos me pasa pero con las centralitas telefónicas.

Un año, regresé con ánimo fuerte a casa y grabé un mensaje en el contestador telefónico que era larguísimo. En esencia, yo trataba de que los que me llamaran pudieran localizarme a toda costa, pero el mensaje era excesivamente largo y disponía lo que había que hacer para enviar un fax (si es que no daba también mi grupo sanguíneo). “R”, que está de enhorabuena, me dijo que acababa agotada cada vez que me llamaba y le saltaba el mensaje, pero además estaba horrorizada porque el mensaje empezara a reproducirse nuevamente en Inglés o en Serbocroata, con la consiguiente angustia de tiempo.

Me di cuenta de que nadie dejaba mensajes, porque no podían: nadie era capaz de aguantar el coste de oír el mío. Y volví al de “N”, que hasta hace poco me acompañó. Tenía rumores de fondo.

Pues esas centralitas: "…que si quiere recambios pulse el 2 o si quiere el taller pulse el 14…", para luego quedar todo en la musiquilla, consiguen desconcertarme. Al final, acabo colgando o colgado, y hablando con quien no me corresponde.

Hay una muy buena de "Telefónica on-line" que después de preguntarte once cosas y hacerte pulsar trece números distintos e indicarte que los "operadores están todos ocupados", al cabo de un rato, hecho el gasto, te cuelga diciendo que llames pasados diez minutos.

Y yo aquí, como tonto, recogiendo tomates pequeños y sin procurarme un sistema digitalizado como esos.

Vuelven las tormentas, pero a mí ya me acompañan las sombras.