lunes, 18 de septiembre de 2000

NINDIRÍ-13.-

LAGUNA DE NEILA
(agosto de 1986)
(Hice esta foto de la laguna grande de Neila, en Urbión, a principios del mes de agosto de 1986. No recuerdo muy bien si era por la mañana o por la tarde. Su color, con predominio de rosas y lilas, me impresionó (¿quizá malva?) En el segundo piso del Molino de "Castañares" se conserva la primera ampliación que se hizo de esta foto.)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-13

Fecha:

Mon, 18 Sep 2000 23:59:32 +0200

De:

RFT

PARA::

nindiri@lettera.net


La tierra ya no cruje. Han bastado dos chaparrones del domingo a hoy para que broten los primeros tallos verdes y aparezcan campanillas y gencianas. Sí, gencianas y un poco de barro tostado como preámbulo al Otoño que aquí sonríe pronto, a pesar de San Miguel.

El lunes o quizá el jueves, cambiaremos las sábanas de algodón por la calidez de las fundas nórdicas, pensando en asar castañas en poco tiempo.
¿Sabéis?, Paco recogió la pequeña cajita, la del membrillo, y ha remendado algunos nidos, pero los pájaros se van y los que deciden quedarse se arremolinan en el gallinero, entre mallas, esperando que yo les compre sebo y haga esos ungüentos que me enseñó “I” para las tardes de frío.
Pronto, en un mes y medio, habrá que picar los bebederos para quitarles la escarcha, cubrir los jazmines que empezaron a enredarse en las rejas del dormitorio y, tras un pequeño acodo, proteger los dos pequeños limoneros de la entrada.

Pronto también podré haceros llegar alguna imagen de esta casa, si las cosas continúan preservando los días y si mi tiempo no se hiberna.
He tardado un poco en acompasar nuevamente el ritmo de la casa y he traído los cuentos de Pooh y una nueva edición de la historia del Squire Trelawney que, siendo ilustrada, completa la magnífica presentación y texto de la que editó "La Mota Negra".

Porque,

de acuerdo con mis gustos,

al esparcir mis sueños por la casa,

desentierro la costumbre ya olvidada,

ante cielos tan claros,

de leer arropado en una manta,

sin dejar que me quemen lo vivido,

dentro del barril de manzanas de mi infancia.

He perdido el color de arena y ya no me ayudan a escoger las mezclas tan acertadas que puse en un muñeco de barro, roto por el aire, compuesto con miga de pan y engrudo, cepillado en sus aristas y pintado con colores de niño. Muñeco que dejé en Altea y no sé si sirvió para algo sencillo o si provocó más lágrimas inútiles e impropias en su dueño que, en el recuerdo de un hijo lejano, tenía su esperanza en esa figura, en esa fragilidad con la que los niños hacen masita de su arcilla.

«¿Y por qué si me enseñaste los sitios de tu cuerpo, de tu alma, era tan difícil enseñarme tu país, tu ciudad...?» (del "Cuaderno de ella")