«Nindirí es el nombre de una princesa, modelo Pocahontas, de esas que se enamoran de un terrible conquistador y le descubren secretos, como la princesa mora de Antequera o la que permanece en el Garoé, en El Hierro, cerca de Guarazoca.
También es el nombre de un pueblito pequeño en Nicaragua.
Esta casa lleva su nombre.»
"WENCESLAO Y ALGUNOS AMIGOS"
(Foto original de RFT)
(Wenceslao murió heroicamente conservando su condición tras un ataque certero de Miguelito, el marido de Pocci)
He sabido de vuestra preocupación y angustia por el tema de los amores primeros.
Ya hace tiempo hablaba de antiguos amores, citando a Tabucchi, citando a Colet, la pobre Colet:
«Que faites vous des anciennes amours? Les chassez vous comme des ombres vaines? Ils ont été, ces fantômes glacés, coeur contre coeur, une part de vous même»
También he sabido de vuestra inquietud, desde ayer, por el terrible desenlace.
Por eso, hablando de amores intensos:
«(…) 12 de diciembre de 1452. Hoy os vi y os hablé por primera vez. Fue algo semejante a una conmoción sísmica. Todo en mí pareció trastocarse. Las losas de mi corazón se abrieron y mi propia naturaleza me pareció ajena>>
he decidido no manteneros en tal sufrimiento y contaros, confesaros, mis decisiones y reflexiones:
1.-) El conejo blanco (el acosador sexual) ha quedado solo en la jaula de abajo y con sus ojos rojo intenso, alizarín, color "Apiretal" de niños, mira vengativo y abandonado en su frustración porque cree que el sexo es una descarga. Hay quien sostiene ―eso he leído el martes― que la mayor parte de las jaquecas y migrañas en mujeres se curan masturbándose; pero eso no parece tema de conejos blancos, con o sin reloj. Ni siquiera parece asunto de sombrereros locos.
2.-) Al conejo gris ―que parece haber tomado lecciones del blanco, pues teniendo a la hembra preñada, no la deja ni a sol ni a sombra―, le he movido a la jaula de la coneja negra ―la acosada sexual― a la que últimamente Sebastián llamaba Cristina. De esta forma, la coneja marrón podrá parir en paz y sin ajetreos.
3.-) La coneja marrón, como he dicho, se ha quedado en la paridera de arriba, tranquila de requiebros y con ojos de Bambi.
4.-) La jaula de arriba, la paridera, la he dividido en dos y he subido, justo a la otra parte, a la coneja negra (Cristina), para que no se encontrara en segundas nupcias agresivas y adulterio manifiesto con el conejo gris en la jaula de abajo.
5.-) Por último (estoy agotado) he puesto una cestita junto a la coneja negra con Miércoles y Jueves dentro, que no hacen más que dormir, pues es lo suyo.
Espero que esto os permita descansar después de la tensión de ayer y podamos todos dedicarnos a reflexionar sobre el amor primero o profundo, olvidando por un rato "La Colina de Watership".
¿Alguno de vosotros piensa venir este fin de semana o alguna vez?
P.S.: El pato, Arturo, está en su sitio y yo, "calaíto" como Paco Ortega, he inclinado la cabeza sobre el hombro derecho y miro debajo de las nubes bajas que ahora avanzan hacia Pedrezuela.
[1]Antonio Tabucchi, ”La cabeza perdida de Damasceno Monteiro", Ed. Anagrama, Barcelona, mayo 1997.
[2]Mika Waltari, "El sitio de Constantinopla"; Edhasa, Barcelona 1994. Véase también “La caída de Constantinopla 1453” de Sir Steven Runciman, Ed. Reino de Redonda, Barcelona, 2006.
«Al regresar esta tarde a ésta vuestra casa, me he encontrado a Miércoles y Jueves. Miércoles es más atigrado, con franjas; Jueves es más gris. Deben tener unos días y mucha hambre: mucha ganas de buena o mala leche, porque, cuando te hacen esto en la vida, todo puede ser.»
Así lo escribí entonces:
Siempre hay un “entonces”.
Fue en marzo, con Lúa recién llegada a casa y sus problemas digestivos, cuando supimos (la perra y yo) de un vecino que dejó una bolsa frente a nuestra verja llena de muchos "Miércoles y Jueves". Todos entraron en "Nindirí", unos siete, tras escaparse de la bolsa en donde iban a morir gracias al vecino; y todos comieron aquí, como nosotros convencimos a Lúa para que no se los comiera. Todos se fueron luego y creo que alguno se quedó por la zona, pero no sé si sobrevivieron los demás.
Alojé a Miércoles y Jueves en el nuevo corral, donde ya conviven con Arturo y salen a pasear, pero las gallinas se pusieron nerviosas y una hora más tarde, de anochecida, los tenía de nuevo rondando por el garaje. Así que los he dejado dentro del garaje con un tazón y mañana veremos qué podemos hacer.
¿Conocéis la historia del hombre que viajaba con una cabra, un lobo y una col y, al llegar a un río, tenía que cruzarlo en una barca, pero sólo podía pasar con un "pasajero" de cada vez y se angustiaba por viajar en la barca con la cabra , al pensar si la col se comería al lobo? Pues esto va a pasar aquí mañana con Miércoles y Jueves, con las gallinas, con Lúa y con Arturo el pato.
En cuanto a los conejos (me niego a llamarlos por sus nombres, porque me hago un lío), ya veremos.
Hoy he comprado tres libros que os recomiendo, pues, de vez en cuando, algo tengo que indicaros: "La seducción de las palabras", de Alex Grijelmo, para que penséis en lo que seducen los correos electrónicos; "Dos libros" de Bárbara Jacobs para que sepáis de su padre, de Modigliani y de su esposo [1]; y "Primer Amor", de Espido Freire:
"...No se vive más amor que el primero: a partir de ahí, comienzan a amontonarse..."
Que razón tiene esta chica pues, en mi caso ingenuamente, viven en mí todas las mujeres que he querido o, mejor dicho, que quiero, no sé si amontonándose, pero sí alumbrando mi alma.
[1] El siempre fascinante AUGUSTO MONTERROSO, se nos murió. Es algo así, me recordaba Isabel Núñez, como con Sebald: escribió algo fascinante y, ¡plum!, se murió en un accidente; nos dejó.
Aquí a las nubes las llamamos María o Antonia y como la distancia que mantienen las montañas es aún generosa (y así las vemos), cuando vienen a casa casi siempre dejan agua. Cuando no, nos pasa lo que a mi padre en su primer viaje argentino, en el que, ante la inmensidad, le sorprendía poder ver llover en lontananza mientras que en su puesto hacía un sol radiante. Podemos así ver llover hacia el "Cerro de San Pedro", hacia "La Pedriza" o incluso hacia "La Morcuera", más allá de las lomas de Los Lobos y Las Bailanderas. Y es que a las nubes hay que llamarlas por su nombre, aunque se vistan de naranja al tragarse el Sol que, como hemos sabido, es una estrella marrón, corriente y vulgar que nos despierta.
Hace algunos años, en una conferencia científica, un astrónomo dijo que el Sol acabaría colapsándose dentro de cinco mil millones de años.
―¿Cómo ha dicho? ―preguntó un periodista aterrado.
―Cinco mil millones de años -dijo el astrónomo de "El Principito".
―¡¡¡Ahhh!!! ―respiró el periodista ―Creí que había dicho mil millones.
Este mensaje estaba destinado a contestar a mi prima Coté, pero he decidido haceros partícipes de todo ello y nada mejor que incluiros al final del mío el mensaje que ella previamente me mandó el 18 de septiembre, en respuesta a mi "NINDIRÍ-12".
A mí las respuestas a mis mensajes me empujan y animan a seguir escribiendo, aunque no siempre puedo hacerlo de forma personal. Pero en este caso, incluso con "sopina de fideos y patatas fritas", me parece necesario que leáis la contestación que Coté me envió hace ya unos días y, como ella así lo consiente, yo quiero que disfrutéis de esas sus líneas llenas de ternura.
En cuanto a esta existencia, plantamos por fin dos chopos jóvenes y un montón de caricias. Mientras eso hacíamos, seguíamos careciendo de esperanza y volcábamos la ilusión en nuestras nubes, porque aunque no podamos tener lo que anhelamos y queremos, conseguimos compartir esos momentos en que la respiración se nos desborda, cuando nos alcanzan la mano.
MENSAJE DE COTÉ (18.09.00)
(RESPUESTA A "NINDIRÍ-12")
A pesar de que anoche ha llovido con ganas, la tarde de este domingo de septiembre ha sido dulce y cálida, además de limpia. A las nueve menos cuarto empezó a empujar hacia Poniente una franja de nubes anaranjadas, como tu lápiz de Alpino sin punta; se resistió a soltarse de la mano del último rayo de sol. Las nubes forman una sociedad muy compleja y curiosa. Las hay gordas y abotargadas, con aspecto de valer para algo y en el fondo resulta que son huecas, acaparadoras del espacio celeste e inútiles a la tierra, porque finalmente pasan del largo, incapaces, sin fruto. Estas de hoy son bellísimas, porque además de adornar el cielo de Llanes con una corona sencilla, adorable, no se quieren ir, son siempre las últimas en dejarnos solos y antes de irse se trastornan, se vuelven de un color pálido, hasta que la noche, siempre mas fuerte, las devora. Yo las quiero mucho a estas nubes partisanas que aguantan postura hasta quedarse lívidas.
He tenido una semana de mucha asistencia sanitaria, tobillos dislocados, caderas rotas y biopsia de cuello, que me llenaron de miedo, porque al igual que tú, no le tengo miedo a la muerte, sólo le tengo miedo a morirme, al tránsito. Nunca me ha gustado viajar, ni tampoco me gusta el viaje de otros, porque los quiero, como a las nubes de la Resistencia. Pero lo peor ya ha pasado, el tobillo de Concha está sujeto con una venda y la cadera de Pancho, que es tan bueno, la arreglarán mañana en un quirófano de Oviedo, implantándole una prótesis completa. Ramón Sobrino dice que todo va a ir bien "si Dios quiere" (y a veces quiere) y la biopsia ha dado un resultado negativo, así que he dejado de soñar conmigo misma, oponiéndome a la quimioterapia, frente a un ejercito de médicos desconocidos que se miraban fríamente y que insistían en robarme el ataúd en que quería meterme y descansar.
Estoy mejor. Gracias por vuestra paciencia. Ya sé que he sido egoísta, que he estado impaciente y rara, como si tuviera la regla todo el tiempo, y negándome a reconocer que la preocupación no es algo que me haya sido legado en exclusiva. Ramón me ha contado un sistema sobre la transfiguración de los refranes muy entretenido y sugerente. Se trata de intercalar un par de frases, como el que añade una pizca de sal a la tortilla, y el efecto es sorprendente. Este es un refrán pasiego:
Estos bueyes tenemos,
POR SI LAS MOSCAS
y con estos tenemos que arar,
POR SI NO HAY OTROS.
Pero me gusta más el ejemplo de Ramón, es más contundente y es muy cierto, que la prisa entre las sábanas nunca consigue un esplendido amanecer entre las piernas.
¿Cómo amanecerá entre las piernas de los pasiegos?
Habrá que ir al Pas y pronto, porque son madrugadores. A mí me gusta amanecer en LLanes, entre mis propias piernas y ver la cabecina de Lucas, cuando duerme a mi lado, llena de rizos, su nariz perfecta y sus ojos de Bambi cerrados a cal y canto, las manos menudas y aquel par de rodillas minúsculas, siempre destrozadas a causa de la vida azarosa que lleva este niño mío. Bajo los rizos y los ojos cerrados se mueve el patio de la escuela, su amigo Marcos, los árboles de Posada Herrera, los patos de la huertina, su hermana Marina y una oreja mía que, de repente, sujeta con su mano para no caerse del muro de piedra al que se acaba de subir y del que no sabe cómo bajar. Ojalá mi niño tenga siempre una oreja cerca de la mano, cuando su mano sea grande, cuando los muros sean inmensos, cuando el vértigo sea insoportable.
El sufrimiento propio no restaña en nada el mal hecho a los demás ni siquiera el mal hecho a uno mismo. El sufrimiento enseña y quien aprende, pide perdón, subsana, rectifica, recompone, y entonces sí, entonces restaña ante los demás y ante uno mismo. Pero yo no lo he visto, de manera que en este caso que mencionas, el sufrimiento es tan horrible como inútil. Hay determinados códigos de conducta moral que inutilizan al individuo para cualquier corrección, por muy cruenta que sea la severidad del correctivo. Quizá una palabra o una caricia habrían sido mas eficaces que la gangrena, pero..., ¿alguien quería regalárselas?
Mi primo está acabando con el estado de ánimo de un "Señoría" a base de un artículo 63 del que, al "Señoría", le va a quedar memoria para el resto de la vida. Este primo mío tiene suerte porque tiene hijos que buscan gnomos en el bosque y se les caen los dientes de leche, así que cuando paraliza camiones fraudulentos, cuya carga parece imprescindible para los inocentes y lamenta cumplir con su obligación, tiene el enorme consuelo de contar con la posibilidad de convertirse en Ratón Pérez y además tiene un huerto donde crecen los pimientos y hay una inundación de tomates, eso sin tener en cuenta que es el dueño de una coneja que padece acoso sexual, lo cual tiene forzosamente que producir una gran paz interior, porque es la constatación de que en este perro mundo, donde prácticamente nada es lo que parece, todavía existen un par de conejos que hacen de conejos.
Creo que a mi primo le vendría bien encontrar una compañera que hiciera de compañera, alguien que labre con él ese fragilísimo huerto de la camaradería que no da pimientos sino complicidades. Esa es una búsqueda callada, aborrece la prisa que todo lo estropea, muy bien sazonada, todo muy lento, pero todo hasta el espinazo, hasta el alma.
Ya es muy tarde, me voy a Purón, cada uno tiene su trucha, pero sólo hay un buen sistema para cocinarla. Mañana hay mucho trabajo, es lunes, LLanes amanecerá, como siempre, muy tarde, hacia las doce del mediodía parecerá por fin que está habitado, los llaniscos saldremos a la calle cuando caliente el sol. Otros habrán salido muy temprano, nos habrán tomado la delantera, como siempre, habrán tomado decisiones que más tarde pagaremos muy caras, habrán dispuesto de lo que es nuestro y seguiremos callando y sonriendo falsamente con tal de no tener que madrugar.
El otro día en mi dirección de Hotmail encontré un mensaje de ROSALBA ROCA.
Decía -pues estaba de vacaciones- que se encontraba incómoda en casa de Paola y que tenía que dejar esa casa, que estaba buscando apartamento en una agencia y que había pasado por un sitio de ordenadores y me había escrito, pero que no quería que le dijera nada a la "gente" de que me había escrito, no quería que comentara nada sobre ello:
―¡¡¡Y claro!!!
―¡¡¡ Yo tengo que comentarlo!!!
También decía que "su mamá" (sic) llegaba el sábado.
Le contesté y le prometí que no contaría nada a nadie, que las agencias eran más caras y le pregunté que cuánto costaba un apartamento.
Me respondió al día siguiente y me dijo que unas 7.000.-Pts.
Imaginé que era precio de cada día y, con cierto azoramiento, le pedí que, si no le fuera incómodo o molesto, me dijera quién era ella (no la conozco de nada), pues estaba escribiendo a una dirección mía en "Hotmail", a: ramonfernandez@hotmail.com
No me ha vuelto a contestar (????), ni entiendo qué ha sido todo esto, pero resulta chocante.
Quizá puedo reír, pero no sonreír, porque me acerco a lo inevitable.
Hoy hemos sacado las vigas, que no son las traviesas que yo pensaba. Parecen barnizadas y habrá que lijarlas primero y tratarlas después con alguno de esos potingues que conoce Coté y que deben dejar las manos bien finas y los pulmones resbaladizos.
Hoy he escrito "a veces", unas once veces y tanta "vez", me desanima, casi tanto como acostarme en mi condición de cada día.
(Hice esta foto de la laguna grande de Neila, en Urbión, a principios del mes de agosto de 1986. No recuerdo muy bien si era por la mañana o por la tarde. Su color, con predominio de rosas y lilas, me impresionó (¿quizá malva?) En el segundo piso del Molino de "Castañares" se conserva la primera ampliación que se hizo de esta foto.)
La tierra ya no cruje. Han bastado dos chaparrones del domingo a hoy para que broten los primeros tallos verdes y aparezcan campanillas y gencianas. Sí, gencianas y un poco de barro tostado como preámbulo al Otoño que aquí sonríe pronto, a pesar de San Miguel.
El lunes o quizá el jueves, cambiaremos las sábanas de algodón por la calidez de las fundas nórdicas, pensando en asar castañas en poco tiempo.
¿Sabéis?, Paco recogió la pequeña cajita, la del membrillo, y ha remendado algunos nidos, pero los pájaros se van y los que deciden quedarse se arremolinan en el gallinero, entre mallas, esperando que yo les compre sebo y haga esos ungüentos que me enseñó “I” para las tardes de frío.
Pronto, en un mes y medio, habrá que picar los bebederos para quitarles la escarcha, cubrir los jazmines que empezaron a enredarse en las rejas del dormitorio y, tras un pequeño acodo, proteger los dos pequeños limoneros de la entrada.
Pronto también podré haceros llegar alguna imagen de esta casa, si las cosas continúan preservando los días y si mi tiempo no se hiberna.
He tardado un poco en acompasar nuevamente el ritmo de la casa y he traído los cuentos de Pooh y una nueva edición de la historia del Squire Trelawney que, siendo ilustrada, completa la magnífica presentación y texto de la que editó "La Mota Negra".
Porque,
de acuerdo con mis gustos,
al esparcir mis sueños por la casa,
desentierro la costumbre ya olvidada,
ante cielos tan claros,
de leer arropado en una manta,
sin dejar que me quemen lo vivido,
dentro del barril de manzanas de mi infancia.
He perdido el color de arena y ya no me ayudan a escoger las mezclas tan acertadas que puse en un muñeco de barro, roto por el aire, compuesto con miga de pan y engrudo, cepillado en sus aristas y pintado con colores de niño. Muñeco que dejé en Altea y no sé si sirvió para algo sencillo o si provocó más lágrimas inútiles e impropias en su dueño que, en el recuerdo de un hijo lejano, tenía su esperanza en esa figura, en esa fragilidad con la que los niños hacen masita de su arcilla.
«¿Y por qué si me enseñaste los sitios de tu cuerpo, de tu alma, era tan difícil enseñarme tu país, tu ciudad...?» (del "Cuaderno de ella")
Hoy voy a escribirte a ti personalmente, así que no mires de esa forma estas líneas.
Busca detrás de ellas.
Escarba en esa pantalla que tienes o en ese papel que te dan a leer, para ver si me encuentras en ello, aquí, sentado:
―¿Ya me ves?
―¿Y qué ves...?
―¿Hay alguien detrás de ti...
o ese ruido ha sido en la calle?
Quizá te da reflejo la ventana y te incomoda esa silla que tú sabes que no es tan cómoda.
Y viéndote así, tan cerca, ya no me asusta esa mano que fotografié sin que te dieras cuenta (¿o no lo hice?) y que me conozco como si fuera mía.
No la escondas; desde aquí también se ve y voy a llevar su imagen a la zona baja de los pinos, donde la hierba (yerba, Djerba) cruje de seca y lo senderos de hormigas parecen caminos de serpiente.
―¿Ya has sabido algo de mi mynah o de mi calao?
Mañana atravesaré por ti (¿contigo?), una vez más, el bosque de los gnomos que baja hacia Saja y veré campos segados a un lado y a otro, oiré al jilguero y al pimpín, entre el rumor de agua. Pero hoy estoy ahí, hablando contigo, de ti, de tú y yo y de las líneas que quiebran.
Tengo que decirte que no me gusta la traducción de ese libro; sí, ése que habla y escribe "por sobre el volcán" o que dice continuamente "escarpadura".
Y te daré, a cambio, la palabra "hinojo" y la palabra "lavandera", para que te huela a anís lo que piensas, lo que sientes.
Mañana tengo que volver a Llanes.
Murió un hermano de mi padre, mi tío “G” y voy al entierro en representación de ya no sé quién (¿en representación de mí mismo?)
No era hombre muy querido, pues dicen que hizo todo tipo de cosas deleznables. Mi madre aún le odia, aunque mi madre odia a mucha gente de una forma peculiar. He tenido que convencerla para que no viniera conmigo, por la paliza del viaje, pero me llevo a Sebastián que, como ya te dije hace tiempo (¡¡¡insistente!!!), tiene ocho años cumplidos el 22 de julio. Hoy le han sacado dos dientes de leche, porque le estaban creciendo por detrás los nuevos y se ha quedado mellado, sin paletas, así que ahora puede silbar mejor, como Huckleberry Finn, y yo debo evitar incomodar al Ratón Pérez.
Yo, ya sabes, colecciono ejemplares de "La Isla del Tesoro" y miradas, miradas de ventanilla de coche y no esas revistas tan raras que tienes en la mesa del salón.
He comido en Madrid y he revelado mis fotos del verano, llenas de gente y de terneros, gentes que te son distantes y gentes que te son próximas.
En cuanto a los terneros..., ¿qué sé yo lo que tú piensas de los terneros?
Porque..., ¿qué soy yo de ti o qué sé yo de ti?
No mires por detrás.
No hay nada escrito por detrás.
Me han dicho que tío “G” sufrió mucho estos últimos años con lo de la pierna, que se la fueron cortando hasta cinco veces y que eso, en un cierto silencio y sufrimiento, puede servir de consuelo, de un restañar los males hechos en vida.
Yo le vi el 17 de agosto; estaba bien, ¿sabes?
Junto a mí, frente a él, un niño rubio dormía, con el pelo muy corto, en una extraña postura que dan ciertas mochilas de "squaw", pequeños "hackworks" de un "Wig Wang".
A veces hablo Sasquash.
Mañana veré el mar por ti y por mí, sobre todo por ti, que estás en mí, pero yo estoy en tus líneas, ahí delante, entre tus manos.
Las calabazas manchan, fiaos de mí; manchan intensamente. Las hemos cambiado al garaje que parece menos húmedo que el cobertizo y hemos acabado como los del butano. Es un color denso, pastoso, oleífero, intensamente naranja.
A mí, de pequeño, siempre se me fastidiaba la mina del lápiz naranja y cuando ordenaba los lápices en el plumier o en la caja de "Alpino", el naranja siempre era el más pequeño por culpa del sacapuntas. La mina se quebraba una y otra vez y mi naranja acababa desmochado.
Ahora que soy mayor y que me busco el niño dentro, sin mucho éxito, tengo un sacapuntas más sofisticado, con manivela y todo, pero llevo poca constancia de las minas y poco control de mi niñez.
Mis mesas no cumplen las normas de Stevenson. Stevenson escribía cosas "Sobre cómo disfrutar en los lugares desagradables" o "Notas sobre los movimientos de los niños pequeños"[1]y también hablaba de las mesas. Yo hablo de lápices, de las sosobres o de las sobrejuanetes, que son unas velas pequeñas, cerca de las alas o sobre la verga de las juanetes y que son también dos palabras preciosas que sirven para insultar suavemente. Por ejemplo, si os enfadáis podéis llamar a alguien "sosobre"; aunque, pensándolo bien, llamar a alguien "sobrejuanete" es complejo, ¿verdad?
También me fijo en los grifos de los fregaderos y si empiezo a recordar mis tropiezos de estos tres últimos años me acuerdo de los grifos de los fregaderos de todos esos golpes. Los recuerdo todos como elementos violentos y díscolos. Conocí uno, a finales de 1998, que se cerraba sistemáticamente lo pusieras en la posición que fuera y, ¡claro!, impedía la comunicación habitual que uno tiene con el grifo del fregadero o con los platos con su grasita o con la dueña del grifo, que no es lo mismo, pero es igual, como decía la canción.
―¡Me lo puso mi padre! ―decía, para derivar la conversación hacia otro sitio y poder encerrarse en sí misma, como el grifo.
Son cosas de grifos y de mujeres, pero no carecen de su importancia. Seguro que vosotros tenéis un grifo así, díscolo, intempestivo, rebelde y contrario a la comunicación.
Sebastián ha puesto nombre a todas las gallinas y a todos los conejos (una coneja está gordita, así que...) Lo que ocurre es que yo creo que cambia los nombres cada vez que viene y como Paco se empeña en memorizarlo, los animales no hacen caso. Y la coneja que trajo Juani anda constantemente escapando de un cierto y desagradable acoso sexual.
Este fin de semana iremos a Bustarviejo, a las fiestas, a ver si nos pega un golpe una vaca y acaba de arreglarlo todo. Lo digo por si alguien se anima y quiere marcarse un baile, haciendo noche aquí, porque estas cosas, como la luna, son de noche.
En el fondo, lo que yo busco es ajeno a los grifos, a las mesas o a los lápices naranjas, pero lo que tengo es eso, barnizado de recuerdos y cargado de piedras.
Ando buscando las diferencias entre un calao y un mynah. Deben de ser muchas, pero no acierto a encontrarlas.
[1] ROBERT LOUIS STEVENSON, “La casa ideal y otros textos”, Ediciones Hiparión S.L., Madrid 1998.
Hoy han subido conmigo Sebastián y Jorge. Jorge se lleva muy bien con Lúa, le encantan los perros y los manzanos, tanto, que mañana buscaremos algún plantón más avanzado.
Y yo no paro de reñir de vez en cuando. Debe ser el hígado o esas llamadas que cada vez tenemos que hacer con más frecuencia a centralitas digitalizadas, que son barreras infranqueables.
Cuenta mi padre (contaba y cuenta, ya lo creo que cuenta y pesa en mi vida) que durante "La Guerra" habían instalado un organismo en un antiguo teatro o en el que era el Casino de Burgos. Era algo que se llamaba algo así como la "Dirección General para las Regiones Devastadas" y para su gestión "efectiva", a alguien se le ocurrió un sistema de señales en función del cual tenías que elegir una puerta u otra al entrar al edificio. Venían a ser unos letreros en las puertas que preguntaban cosas como, por ejemplo:
―¿Vivía usted en zona "nacional" o en zona "roja"?
―¿Está usted adscrito al “Movimiento Nacional...”? Eran veleidades como las de Casiano.
Casiano era un hombre de voz aguda, un íncubo (un "Grenouille" en homenaje a Madena). Había cuidado sus propiedades hasta el extremo y siempre jugaba a servir al poderoso. Un día, en Infiesto, avanzada la guerra, le quitaron las vacas y Casiano no paraba de repetir por el pueblo:
―¡¡¡Me llevaron les vaques y diéronme un papel que pone "COMITE"!!!
―Comíte, comíte―decía Casiano sin parar.
―Qué "comíte", ni que coño: ¡¡¡COMIÉRONLAS TODAS!!!
Volviendo a las puertas, tú debías hacerte la pregunta que encontrabas y escoger una puerta en función de la respuesta. El caso era que, en determinadas o muchas ocasiones, quizá por la terquedad que todos tenemos ante esas preguntas, había gente que tras atravesar no menos de ocho puertas distintas y largos pasillos o subir y bajar tres plantas con sus correspondientes preguntas, acababa nuevamente en la calle pero por la parte posterior del edificio. En este caso, ni te detenían, ni te fusilaban, sino que, en función de tus propias respuestas, habían conseguido un sistema en el que un alto porcentaje de personas no lograba otra cosa que volver a la calle.
Esa misma terquedad acompañaba a un escritor sudamericano, cuyo nombre no recuerdo, que con motivo de una invitación a una reunión del Pen Club en Nueva York, al verse obligado a rellenar los cuestionarios del visado ante la embajada americana, se topó con la siguiente pregunta:
¿Tiene Vd. intención de atentar contra la vida o integridad del Presidente de los Estados Unidos?
―Y yo puse que sí; obviamente… ―escribía este hombre sin desconsuelo alguno, sintiéndose algo gamberro.
―Y ¡¡¡claro!!!, me denegaron el visado ―decía con cierta pena.
A mí lo de las puertas de ese organismo de Burgos me pasa pero con las centralitas telefónicas.
Un año, regresé con ánimo fuerte a casa y grabé un mensaje en el contestador telefónico que era larguísimo. En esencia, yo trataba de que los que me llamaran pudieran localizarme a toda costa, pero el mensaje era excesivamente largo y disponía lo que había que hacer para enviar un fax (si es que no daba también mi grupo sanguíneo). “R”, que está de enhorabuena, me dijo que acababa agotada cada vez que me llamaba y le saltaba el mensaje, pero además estaba horrorizada porque el mensaje empezara a reproducirse nuevamente en Inglés o en Serbocroata, con la consiguiente angustia de tiempo.
Me di cuenta de que nadie dejaba mensajes, porque no podían: nadie era capaz de aguantar el coste de oír el mío. Y volví al de “N”, que hasta hace poco me acompañó. Tenía rumores de fondo.
Pues esas centralitas: "…que si quiere recambios pulse el 2 o si quiere el taller pulse el 14…", para luego quedar todo en la musiquilla, consiguen desconcertarme. Al final, acabo colgando o colgado, y hablando con quien no me corresponde.
Hay una muy buena de "Telefónica on-line" que después de preguntarte once cosas y hacerte pulsar trece números distintos e indicarte que los "operadores están todos ocupados", al cabo de un rato, hecho el gasto, te cuelga diciendo que llames pasados diez minutos.
Y yo aquí, como tonto, recogiendo tomates pequeños y sin procurarme un sistema digitalizado como esos.
Vuelven las tormentas, pero a mí ya me acompañan las sombras.