(Ed. "S.M.")
X400
Asunto: | NINDIRÍ-19 |
Fecha: | Wed, 04 Oct 2000 01:22:51 +0200 |
De: | RFT |
PARA: |
Esta mañana me han alarmado con el envío de un virus. No quería yo destinar estos mensajes a tales cosas, pero dado lo sucedido (y lo que me han comentado) tengo que escribiros sobre ello.
Recibí a media mañana un mensaje con un ejecutable llamado PRETTY PARK.EXE. Venía de alguien con quien no mantengo contacto hace meses y dentro de un mensaje impersonal. Abrí el mensaje, pero no el EXE, el ejecutable. Con independencia de lo que ese virus haga, lo cierto es que si lo hubiera abierto podría copiar las direcciones de correo de mi libreta y expediros un mensaje incluyendo el virus. El remitente me ha llamado enseguida y me ha advertido. Yo he borrado el correo y lo he destruido pero, ¿a dónde va un mensaje supuestamente borrado dentro de Susana? Así que, ¡ojo al envío! y si os llega algo así no lo abráis y destruidlo.
Una segunda cuestión ha llamado mi atención y me ha hecho reflexionar sobre todo esto. Al hablar con “J” del problema del virus me ha comentado algo curioso. “J” cree que las alertas de virus no sirven para otra cosa que para captar direcciones de correo de la gente y generar cadenas inútiles en la Red, de las que alguien se beneficiará. Si no es exactamente esto lo que cree, no os lo va a poder decir, pero ya me reñirá a mí.
No era esto, sin embargo, lo curioso del comentario de “J”, sino lo que viene a continuación. “B” ha comentado a "J" que me transmita su deseo de no recibir más «Correos de Nindirí». En fin, que no le escriba. Aunque pienso que el propio “B” podría habérmelo dicho personalmente, lo cierto es que el comentario me llega de esta forma. El motivo esgrimido es que “B”, al parecer, ni sabe ni recuerda quién soy yo y, probablemente, no le hace gracia que yo le cuente estas cosas o que le incluya en un listado de mi correo.
Yo tomé la dirección de “B”, precisamente, de un correo de “J”, porque no ocultaba las direcciones en sus mensajes colectivos sobre la “SM” y, al conocerle, decidí hacerle partícipe de mis escritos; pero al parecer no le gusta y a lo mejor tampoco le gusta este mensaje.
Yo tomé la dirección de “B”, precisamente, de un correo de “J”, porque no ocultaba las direcciones en sus mensajes colectivos sobre la “SM” y, al conocerle, decidí hacerle partícipe de mis escritos; pero al parecer no le gusta y a lo mejor tampoco le gusta este mensaje.
Conocí a “B” en Jerez, en el colegio. Yo tenía siete años y él poco más de veinte. Repetía ingreso (por la edad, me dijeron) con Don “J.B.” ―hoy ordenado cura y dispensando su bondad en la iglesia de San Miguel― y “B” estaba allí. Ese año, al Padre Perea se le ocurrió ponerme en la portada de un libro de ciencias de la Editorial S.M., junto a un perro, el Turco, uno de los chuchos de Frasquito que vigilaba el Colegio (el perro; no Frasquito). ¿Podéis imaginaros la de cuernos que me habrán pintado en esa foto por todos los colegios de España, con mi raya del pelo a la derecha (como las niñas, me dijeron), mi camisa blanca y mi pantalón «DxT» (De por Te) de "El Corte Inglés" de Sevilla?
Pues bien, aquel colegio tenía pasillos enormes por los que se podía correr a toda velocidad y “B” corría mucho ─ya lo creo que corría─, incluso más que yo. Hasta que un día nos pilló el Padre Perea, nos metió en su despacho y nos echó una bronca a los dos, a “B” y a mí. La perplejidad de mis padres cuando lo supieron no tenía límites. Yo había sido sorprendido con un profesor Marianista corriendo por los pasillos a toda velocidad; corriendo, que es lo que suelen hacer los niños de siete años con raya del pelo a la derecha, camisa blanca y pantalón "DxT". Esa misma perplejidad, ahora que paso por ahí, por ese recuerdo, se repitió unos años más tarde cuando me pusieron un 2 en conducta. Fue Don “M” quien lo hizo y mis padres fueron llamados a capítulo, pues ya sabéis lo que es un 2 en conducta. Sin embargo, cuando los recibió el religioso encargado de mi curso, Don “A. C.”, les dijo:
─Sí, sí, de acuerdo, le han puesto un 2 en conducta, ¡¡¡pero tiene una voz este niño!!! ¡¡¡qué voz!!!
Pues bien, aquel colegio tenía pasillos enormes por los que se podía correr a toda velocidad y “B” corría mucho ─ya lo creo que corría─, incluso más que yo. Hasta que un día nos pilló el Padre Perea, nos metió en su despacho y nos echó una bronca a los dos, a “B” y a mí. La perplejidad de mis padres cuando lo supieron no tenía límites. Yo había sido sorprendido con un profesor Marianista corriendo por los pasillos a toda velocidad; corriendo, que es lo que suelen hacer los niños de siete años con raya del pelo a la derecha, camisa blanca y pantalón "DxT". Esa misma perplejidad, ahora que paso por ahí, por ese recuerdo, se repitió unos años más tarde cuando me pusieron un 2 en conducta. Fue Don “M” quien lo hizo y mis padres fueron llamados a capítulo, pues ya sabéis lo que es un 2 en conducta. Sin embargo, cuando los recibió el religioso encargado de mi curso, Don “A. C.”, les dijo:
─Sí, sí, de acuerdo, le han puesto un 2 en conducta, ¡¡¡pero tiene una voz este niño!!! ¡¡¡qué voz!!!
Yo cantaba el Magnificat y esas fruslerías en el coro del colegio y además era tiple, así que mis padres no acertaban a comprender qué hacían allí hablando de mi voz y con el 2 en conducta. Fui tiple hasta que, nada menos que en el verano del 68, en La Granja de San Ildefonso (primera novia, “C”; primer amor y los demás dicen que se amontonan[1]), donde aprendí a jugar a balón-volea, empecé a fumar unos cigarrillos, en teoría rubios, llamados “Bonanza”. Tras mi vuelta a casa, a Jerez, con la voz cambiada, se acabó el Magnificat, como se acabaron los «brotes de olivo».
Ese es el motivo de que yo escribiera a “B”. No sabía nada de él desde hacía cuarenta años y tenía ilusión por recordar todo aquello. Pero no le voy a escribir más y tampoco voy a escribir a cualquiera de vosotros que no lo desee, si me da un buen motivo para no hacerlo.
Mañana vuelvo otra vez a Llanes. Me encuentro tan vacío como estos días, pero el motivo lo merece. Mañana tendré tiempo para acordarme de todas estas cosas y de otras que me rondan.
Os sugiero "Actos de Agresión" de Noam Chomsky.
Yo no os escribo para molestar. Ni mucho menos. Os escribo para intentar motivar vuestros estados de ánimo, para haceros sonreír, pero, sobre todo, para que me lo hagáis saber desde vuestro interior y, si es posible, me ayudéis en lo que se os ocurra.
A fin de cuentas, me va la vida en ello.