X400
Asunto: | NINDIRÍ-31 |
Fecha: | Fri, 24 nov 2000 02:24:07 +0100 |
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Llevo un tiempo pensando que nunca he tenido una novia japonesa, ni siquiera una amiga japonesa, si es que yo puedo tener amigas que no sean novias o lo que sean. Ya sé que es una divagación que os resulta intrascendente, pero a mí me preocupa más de lo necesario porque, además, no conozco a ninguna japonesa: ¿o sí?
Y el caso es que el pensamiento no se me aparta, no se me distancia ni cuando bajo, ahora de noche, a rellenar los sectores del pienso diario. En tal labor, hago lo posible por no leer la etiqueta del pienso de los conejos pues, como ya anuncié el otro día, deben estar comiéndose toda la harina animal (¿harina?) que han retirado (dicen) a las vacas. No deja de ser una buena precaución, porque como Sebastián se entere de que alguien se ha comido un conejo vamos a tener un buen problema en esta casa. Por eso y por otras causas, como tenemos que ampliar el lugar de los patos, me extenderé en hacer una conejera entrando a la derecha, abajo de la residencia de verano de la señora Lúa y cerca de la tapia, con un buen letrero que diga:
Hay gente que cuando hace daño persiste en creer que tiene que seguir hablando para justificar ese daño y si pueden llamar y contártelo, pues mejor. No les basta con hacer la puñeta sino que te tienen que contar por qué te hicieron la puñeta o pretender que lo que hicieron tiene justificación, cuando lo bueno, lo obvio, es no hurgar en la herida causada. Pero somos tan soberbios/bias que además de considerar que no hemos hecho nada, cuando ya lo hemos hecho con alevosía y ensañamiento, nos irrogamos el placer de hacérselo ver a quien hemos machacado.
"Samba triste-samba triste."
Pero hay quien no define su intimidad pretendiendo que los demás no la infrinjamos, pese a no conocer tales límites. Se inicia así el lugar del «tacto», el que uno ha de tener pese a la oscuridad, y de todos es sabido que el tacto en la oscuridad es aconsejable cuando no se obtienen las formas de otra forma o manera, como con las japonesas.
Hace muchos años me empeñé en un experimento fotográfico. A base de retorcimientos y contrastes pretendía conseguir que la persona que viera una determinada de mis fotos, pudiera decirme cosas de la fotografiada y ─en su caso─ el nombre. Conseguí así una foto (una Panatomic de 32 ASA forzada a lo bestia) casi a oscuras, en la que hube de limpiar tal cantidad de imperfecciones, contornos, torsos, escorzos y densidades, que acabó siendo el reflejo de un ser de porcelana. Porque hay mujeres que son de porcelana, por ejemplo las japonesas. Aún conservo la foto, pero no he conseguido que nadie me diga cómo se llama esa mujer, ya que no es ella, es lo que soy yo y dejé allí impreso, entre cubetas.