domingo, 31 de diciembre de 2000

NINDIRÍ-37.-

«El niño de la chapa»

(Fuenterrabía, mayo 1998)

(Foto original de RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-37

Fecha:

Sun, 31 Dec 2000 21:17:22 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net


Cuando llamaron los niños esta mañana,
me quedé más relajado

al saberlos rodeados de nieve
y dispuestos a comerse el mundo,
que muchas veces sólo es de turrón.
Me acordé de Pany

y del aislamiento que ello supone.
Vivo felizmente rodeado de sonrisas tristes,
sin hacer lo que tendría
y con el día de noche y la noche de día.
He recibido hasta nueve invitaciones

a cenar diversas cosas,
a cenar molinos preciosos

y campanadas, digo yo.
Eso ha de ser que puedo compartirme,
aunque sea por un rato,
pero no me apetece soltar mis estrellas.
Quizá debería bajar al pueblo.
A fin de cuentas
soy el único abogado que tributa en esta zona,
por eso han debido cobrarme el IAE dos veces
y algún derecho a pasear me he ganado.
Cuesta salir de donde uno está cada día,
pese a lo que mucha gente se empeña,
aunque siempre hay quien no se empeña en nada
y aún así subyace,
o quizá,

debería decir subsiste.
Yo lo hago con las manos
que me han dejado abiertas.
El caso es que hay ciertos días
en los que no se puede ser uno mismo,
ni siquiera haciendo trampas.
Enganchado a mi corbata de pequeños conejos,
encenderé una vela por los que me insisten y no me necesitan
y encenderé otra por los que sí me necesitan y no me insisten.
Ambas a Dios,
porque al diablo,
yo no le enciendo ni velas:
ya me enciendo yo.
Me cubriré de índigo y granza por lo que no hice
y de azul y naranja por lo que ya hice.
Luego,
hacia el martes,
viviré desenrollado,
en gajos,
como leí,
con acanaladuras repujadas.
Mañana,
no tan temprano,
cubriré nuevamente las lechugas
y quitaré las hojas muertas del madroño,
recordaré el ramadán de mis ausencias
y daré gracias al viento por poder seguir leyendo.
Es un viento del Oeste
que trata de meterme miedo por las noches,
pero ignora que hemos abandonado las zanahorias
al pequeño topo que se ve desde la cocina
y que,
aquí,
es un lugar para ver cosas.
Plantamos árboles para que los toquen otros.
Los niños,
todos los que son niños,
no alcanzan las ramas
(sólo se suben).
Cuando las alcanzan,
ya no son niños
y así sigue el ciclo.
Cambiamos sonidos,
ensartamos nubes que no son tejibles.
Y pasa el año,
todo se rompe,
muere y brota,
mas nadie recuerda ya

los arenales de Byrsa.


P.S.:
Para Sebastián...

(...) Y para la madre de Sebastián:


"Los niños que dejamos atrás,
viven dentro de las chapas que no cogimos,
bolsillos de caramelos chupados,
galletas perdidas,
escondites de cromos y canicas,
en donde flotan las burbujas
y los restos de globos,
lugares a los que no volvemos,
espacios de cuarzo y arena de parque,
que podemos extender
cuando liberamos suavemente el calzado,
antes del baño.
Niños de cabeza rapada,
que saben hacer lo que no hicimos,
pero no pueden abarcarnos...;
sólo pueden y quieren
tendernos sus pequeños brazos."

jueves, 28 de diciembre de 2000

NINDIRÍ-36.-

SEXO DE LIMÓN
(Original RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-36

Fecha:

Thu, 28 Dec 2000 21:12:49 +0100

De:

RFT

PARA::

nindiri@lettera.net

« (...) Maneck deseó haber acompañado a su padre más a menudo en sus paseos. Deseó que la alegría, el entusiasmo que había mostrado de niño le hubiera durado los últimos años, cuando su padre más le necesitaba. En cambio se había avergonzado de la efusividad cada vez mayor de su padre hacia los arroyos, los pájaros y las flores, sobre todo cuando los aldeanos habían empezado a hablar del extraño comportamiento del señor Kohlah, su forma de dar palmaditas a las rocas y acariciar los árboles...»
(ROHINTON MISTRY: "Un perfecto equilibrio"-Ed. Mondadori-Barcelona 1998)

Hoy por la mañana hemos empezado a tender la malla de alambre que ha de cubrir el suelo de la nueva conejera. También hemos puesto los postes que sujetan el cerramiento. Es un espacio grande y abierto que hemos elegido entre pinos y contra el muro de piedra de "Estelí", la casa donde murió el perro de los vecinos. Me he permitido llamar así a esa casa sin nombre que me acompaña vacía y triste por las noches y que sería la extensión natural de "Nindirí".
Paco quiere dividir en dos el espacio, por aquello de las peleas de conejos. Yo no quiero y hoy hemos hablado de ello al extender la malla. Hay que hacerlo en un espacio abierto y con distintas madrigueras que Paco quiere hacer de ladrillo y yo de madera, aunque la madera se moja, como la gotera que hay en el dormitorio de abajo.

Al no aislar la hembra más prolífica ―la única diría yo, porque ya sabéis que hemos descubierto que Cristina no es Cristina, le pese o no a Sebastián― murieron hace unos días cuatro nuevas crías, seguramente aplastadas. Por eso he decidido hacer una conejera grande, al aire libre, salvaje, para extender la costumbre por toda la casa.

Tengo una deuda con algunos de vosotros de las que aparecen en estos días y que implican acordarse de todos los demás. Comienzo agradeciendo a M sus líneas, que son tan tiernas como su oculta timidez, llenas de luces. M se pasa el día al teléfono con cosas de camiones, así que, desde aquí, le recuerdo, porque hoy es la primera vez que recibe este mensaje. Quizá quiera seguir recibiéndolos, pero ya me lo dirá él y se lo dirá a JR, que es francés, pero no es francés.
En cuanto a MJ, raro es el día en que no me manda algo divertido, haciéndolo sin pedir nada a cambio, como siempre lo hace todo en esta vida. Hoy estará empujando a su hermano, porque hoy hay que empujarle, en estos días; como sé que se interesó L (que es D) por él. L siempre está en el lugar en donde no queremos estar y sin embargo es fuerte y tengo que dedicarle este recuerdo para que lo siga siendo; como lo es C, a la que siempre recuerdo porque al archivar sus mensajes todo mi navegador tiembla.
Recuerdo a C que corre ahora entre los canales de San Juan. Todos los días, momentos bajos o complejidades, hay un mensaje de C. Siempre hay un mensaje de C para hacer el día apacible. Hoy, el servicio de Correos me anuncia también un paquete de ella. Ha engrosado mi colección de ejemplares de "LA ISLA DEL TESORO" y ha hecho feliz a mis hijos con sus detalles.

Cv también me felicitó; Cv, que siempre llama en momentos tan raros.

Recuerdo a I, que aparte de hacer la mejor tortilla de patata del mundo, intenta poner la cabeza en el hombro de R de vez en cuando y a la que R quiere más de lo que me quiere a mí, pero no se lo dice...

...Como lo dice An, siempre lo dice An...

También lo dicen A y P que siempre han de ir juntos, no sabemos por qué.

A, que me recibe y no me lo dice, como Ar, igual que Ar.
O el "DOCTOR" que nunca está cuando pinchan a mis niños y me dio una lista para mi análisis de sangre de hace un año que cubre dos páginas y no me lo hice. Algún día tengo que hablaros del "DOCTOR", que es el de la barba roja y suave, no como el otro C.

Y C, que está en casa, y es el único que me ha recordado lo que es el silencio, que es el que P intenta transmitir, mientras D me recuerda las referencias de mi padre y de mis hijos, ya que es la única que se acuerda, pese a que me haga saber las intenciones de Sebastián que son hacia E, siempre E, la de los ojos zarcos que mi tío G miraba.

A Pili-Doris, que está en el armario con Rajaram, el recogedor de pelo.

F, que no me escribe, me mandó un dibujo precioso que imagino de su niño o niña (¿o son varios?) y E me hizo llegar un libro, hace tiempo, aunque se me aparece oculto y es él el que debería escribir, sobre todo publicar, lo que L le dice.

G tampoco me escribe, aunque piensa que yo, al lado del mar, no me comporto con las señoras como es debido, aunque se trate de una señora de cuento tejido en oro, que anda muy lejos, adora el chocolate y es quien siempre me ha querido bien, "la única que me ha querido bien", según dice E.
I, que es también Lsm y L, o sobre todo P, me mandó un Papá Noel vergonzoso, parecido a B.

Me llamó M cuando andaba por el salón de plenos averiguando mi correo. M me llama y me quiere, pese a que nunca le correspondo. Tampoco lo hago con J: ¿dónde estará J?

T me ayudó a entender a Angel González y me ha hecho llegar una tarjeta muy activa y simpática.

J me lee tranquilo. Tengo que traer a J para que coma con Jv y El en "La Becada", al arrullo de San Mamés que Paco y yo no encontrábamos esta mañana en el mapa, al no orientarlo bien. Eso de la orientación es tan socorrido como hablar del clima. Produce simpáticas discusiones. ¡Probadlo!

Recuerdo que mando a H y, sobre todo, a M, que le apuntala, lo cual no es poco, que me han mandado una felicitación preciosa con texto de Isaías, su hijo pequeño, que dice así:

¿Acaso olvida una mujer
a su niño de pecho,
sin compadecerse
del hijo de sus entrañas?
Pues aunque ellas
llegasen a olvidar,
yo no te olvido.
(Isaías 49,15)

No me olvido de M, que se llama M Á, al que vamos a traer a esta casa para que se emplee a fondo con el otro M Á y viceversa. El primero anda por aquí, arrimado a O y el segundo entre las nieves y los niños, en la curva azul de las Dolomitas.
Tampoco me olvido de algunos niños: de Nicolás, que ya me habla, de Á que empieza a hacerlo y del otro Á que trata de entender a R y a I, cosa difícil; de J, hoy tan desamparado y que su madre dice que no le quiero, pese a que siempre sonríe; de Sebito, el de Franco el francés; de O, del abandonado Th, de I, que no es niña pero lo quiere, de la otra I que es la sonrisa que siempre está al lado de J; del propio J; de T, que a veces está y a veces no está y que quiero que venga unos días a perderse en esta casa; de J, siempre J, tan callado; de T, tan grande y tan cariñoso; de A que siempre lo cuenta todo, mal que le pese, y al que su padre considera su cruz, cuando H es también la paz de A; de mi niño D, que no es el de J, al que también tengo que traer aquí como un niño; de J y Enrique, aquél tan tímido y gordo, con sus angustias, sus nubes y su carencia de algún perro o poema, y de éste, el hermano de Jorge, el otro Jorge, que hacía un año que no veía aunque su hermano sí estuvo aquí; como lo estuvo P, que ya va de traje, hermano de aquél y no de éste; de J, que le viene grande a J; de P, de G, que en sus nieves de helado aún no ha venido a cavar algún agujero en esta casa, como tampoco ha venido G, el otro, el pescador de lucios y conocedor de anguilas; de M, de Morgana, hermana de Galván, compañero de Lanzarote del Lago y que no es la novia de Sebastián, que me ha dicho que viene mañana y ha venido hoy.

Entre los niños, tengo que mandar un abrazo fuerte a Mar, un abrazo lleno de sal de San Antolín. Mar amanece todos los días por nosotros, pero yo no sé escribir sin lo que me sugiere C, que no es que no me quiera, sino que es una parte de mi alma que consigue que yo escriba y que me traslada a gente que hace críticas gastronómicas y descubre testigos falsos, todo lo cual podría arreglarse comiendo unas cebollas rellenas en Toró, el mar de Toró que es A del M. C tiene que conseguir que F, el marido de J, conozca al padre de Alba.

También a M y a J que siempre andan en las nubes. A M, aunque no nos vimos en su última visita, pero que me lleva entre notas y a M J, que ya no peca, según dice M, porque M peca al menos por haber abandonado a Sebastián, aunque sea por cuestiones de estrellas, que es lo que hacen los astrofísicos.
Nada sé de N, entre los miradores de San Nicolás y San Cristóbal, que es donde está la foto que H ha mandado de mi Isaías. N debe andar con el viento que azota mis limoneros y triste, porque no hay derecho a sufrir las muertes ajenas en Granada. Nadie debe morir en Granada injustamente. Granada es para vivir entre cielo y arrayán.
En cuanto a U y a M, les envío besos de mazapán y les hablaré de R que anda por Frankfurt.

Voy a despedirme de vosotros con un bosque, el de T. Es un bosque de agua en el que los niños buscan castañas y avellanas, donde vive I soñando a M.

Que alguien os dé paz, si es que no aceptáis la de Dios, y que os abracen fuerte, como yo lo hago.



martes, 19 de diciembre de 2000

NINDIRÍ-35.-

EL PASO DEL NOROESTE
(FOTO NASA)
X400
Asunto: NINDIRÍ-35
Fecha: Tue, 19 dec 2000 15:52:41 +0100
De: RFT PARA: nindiri@lettera.net


Había pensado mandaros algo ahora, para Navidad, y quizá lo haga desde algún lugar en donde viva hoy mi ternura que, seguramente, estará entre hojas de colores, porque ya os he dicho, citando a Chenier, que "...yo causo dolor a los que me aman..."
Subo con el frío pegado a la espalda, tras mi ronda nocturna de comidas diversas, y me miro las manos. Las tengo, afortunadamente, llenas de sanas heridas pequeñas que no me aparecen por abrir sobres o poner demandas y querellas, sino por los pequeños lametazos de Nala (lengua que tiene dientes), por los enganches en las mallas de las conejeras y los de la pequeña abertura del gallinero grande, por picotazos alegres que me dan algunas gallinas atrevidas y por clavos y tornillos que ignoro.
Dice Isa que debo dejar a las perras deambulando por la casa, para que me calienten los pies por las noches.
Digo yo que antes debo renunciar a mi costumbre de que la casa aparezca limpia y provocar mi desorden sin revuelos y tensiones, acostumbrar mi espíritu a todo lo que signifique alegría o a desbaratar las cebollas por los rincones.
Esa renuncia no es más que lo que todos llamamos desapego: desasirse de lo cotidiano que nos posee.

Algunos días riño al pequeño Sebastián porque me llena de migas los sofás del salón, pero quizá deba volcar yo, deliberadamente, esas migas, cortezas, pequeños trozos de chocolate o cáscaras de avellanas y castañas que, en su fruto, dejaron aquí los que se fueron. Es algo así, como cuando en prevención de mis miserias me aconsejaron que trabajara con arcilla en unión de los niños, de todos los niños, los míos y los vuestros, y los que tenéis escondidos en vuestro corazón y sacáis a pasear por las noches de miedo o, sencillamente, cuando nadie os ve.

Ya llevo un año aquí, pese a vosotros o gracias a vosotros, que es tanto como saber que es "con" vosotros. El paisaje y las ramas me son familiares y tienen sus nombres, mientras todos observamos fijamente, sin acudir al pasado o a la angustia del porvenir, esos gorriones que quedan atrapados temporalmente en el gallinero, cuando acudieron a rescatar la cuota que en todo acto de amor les corresponde.
En ese año, ciertamente, he podido defraudar vuestras perspectivas, vuestros proyectos o vuestras aspiraciones sobre mí.

No os pido perdón por ello; de nada sirve y debo empezar a ser "así". Pero seguro que podéis compensaros en mí mismo, en mis letras o en mis amaneceres, si es que no tomáis la decisión de recostaros en mi hombro.

En el camino de abajo han brotado extrañas flores malvas, en lugar de setas; quizá se vislumbre un lugar fresco donde poder tumbarse en primavera, porque, a veces, hay primavera, como hay algodón en rama.
Mi padre, que también va asentándose conmigo, pese a sus renuncias, así os lo recuerda.

viernes, 8 de diciembre de 2000

NINDIRÍ-34.-

«RÍA DE LA RABIA»

(FOTO ORIGINAL DE RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-34

Fecha:

Fri, 08 dec 2000 00:54:43 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net

Cuando decidí ampliar la zona de los patos, hace ya algunos días, no pensaba en tener un tiempo tan otoñal, tan lluvioso. Tanto es así que no he podido evitar un nuevo encharcamiento por falta de un buen drenaje, aunque la tierra que he cercado tiene mayor consistencia que la que rodea el estanque. Cada cierto tiempo (unas dos semanas) vacío el estanque y limpio en lo posible el envase, para que estos patos tengan agua fresca. Sólo Arturo se limpia a conciencia, pero los demás, aún jóvenes, permanecen con el plumón del pecho de un sucio amarillento, resultado de su descanso sobre la greda. También he cambiado la dieta y, no fiándome del pienso molido por las impurezas y harinas, les doy grano mezclado en tres proporciones: trigo, avena y mijo; mezcla que, aunque mantiene las impurezas propias del deshojar o descascarillar los granos, es más propicia al crecimiento y ―fundamentalmente― a la salud de estos pobres que soportan estoicamente la llegada del invierno con la cabeza bajo el ala.

Dos son los cuentos que más recuerdo de mi infancia: "La Isla del Tesoro" y "El Maravilloso Viaje de Nils Holgërsson a través de Suecia". Éste segundo, verdadero manual de geografía para niños sobre tierra que aquí nos es extraña, es un verdadero tratado sobre los patos salvajes y a mí me queda la esperanza de que alguna mañana, al bajar con la reciente escarcha y tras un primer café ―mi ansiado café marítimo que me despierta―, me hayan emigrado algunos patos para regresar en primavera.

Son malos tiempos si veo polillas acechando en las ventanas al resplandor de la luz, moscas en la casa, o si encuentro mosquitos (sí, mosquitos) en el baño de abajo, donde tendemos la ropa al abrigo de la humedad exterior. No pueden ser más que excesos del cambio climático por mucho que llueva, por mucho que escarche o rocíe.
Ya no veo petirrojos. Parece que sólo abundan en zonas caras, como los aledaños del golf en "La Moraleja" o los que recuerdo con cariño y junto a Mario en "La Horizontal". En esa ausencia descuido los comederos que ahora deberían estar repletos de sebo, pero es que no recuerdo pedirlo en la carnicería, al igual que olvido los huesos de Lúa.
Ayer, cuando paseábamos hacia el pueblo, entre niños y seres mágicos que vuelan por las nubes, unos chicos nos advirtieron de la presencia de un cachorro abandonado en unos contenedores de basura. Me acerqué y bajo un gran cubo verde yacía asustado, mojado y huraño, un cachorro redondo, sucio y peludo, como una bola. Al sopesarle con cuidado, pues no se dejaba acercar, descubrí que se trataba de una hembra, probablemente de un mastín español, algo cruzado, color mostaza y con esos ojos rasgados que asemejan maquillaje en los mastines. La envolví en una bolsa y me la traje a casa, con Lúa preocupada.
Lúa, que duerme con Miércoles sin sobresaltos, se acostumbró pronto a esa presencia, aunque Nala ―así pensamos llamarla salvo mejor opinión vuestra; se aceptan sugerencias―, pasó mala noche, estuvo inquieta, se dejó abrigar poco y amaneció temprano.

Aprovechando haber terminado la sesión de antibiótico que hube de dar a Lúa estos días, incluyendo varias inyecciones por una infección próxima a la parótida, bajamos hoy a ver a Begoña la veterinaria. Antes, con un amanecer que fue soleado, busqué nuevamente el inicio del pienso para cachorros que me vendió Fernando ―que dice que se llama Luis― y me mezcla el grano que antes os expuse.
Nala está bien, pero tengo que desparasitarla y cuidarla de estos fríos y humedades. Como Miércoles, me aparece con edad sobrevenida y sin control, con síntomas de haber sido maltratada, pues no tiene otra explicación su carácter huraño. Tras las pastillas, en unos días, iniciaremos las vacunas, pero como la llegada de Lúa vino acompañada de varias infecciones, ya estoy curado del susto y de los rigores.

Todo esto me hace pensar en mis manías y terquedades, en reacciones bruscas y destempladas que puedo bien curar con semejantes ejercicios de humildad y tolerancia ante los desórdenes que se avecinan y que son tan lógicos como los movimientos y el caminar o deambular inicial de los niños pequeños. También me hace más sensible o, más bien, me empuja a sentir más las cosas pequeñas, en esa tristeza que me acompaña al pensar en los niños, en esos niños pequeños que debería acoger, quizá en lugar de hacerlo con perros, patos o cualquier animal que aquí se acerca.
Si yo reflexionara lentamente sobre ello en estos próximos días, sacaría fruto de donde el hastío y la inmadurez, esa que fomento, se enconan, pero me resulta imposible compatibilizar mi trabajo diario con estas cosas sencillas y pequeñas que me rodean, por mucho que me acompañe la lentitud…,

porque así como no consigo hacerme simple,

lo cual ya os he dicho algunas veces,

tampoco alcanzo el placer de lo quieto,

de lo que duerme

simplemente por dormir,

o de lo que,

reposando en mi interior,

no consigue mejorar la mejor de mis sonrisas.


jueves, 30 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-33.-

Cerezas de Nindirí
(original de RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-33

Fecha:

Thu, 30 nov 2000 02:45:21 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net

Ya os decía yo que al final se rompería el saco (el saco o el cántaro, que para el caso es lo mismo) y acabarían atacando los piensos. Saben que lo que hacen estaba mal, pero es ahora cuando se atreven a reconocerlo. Mientras tanto, me estoy gastando una pasta en repollos y lechugas porque, digo yo, ¿qué hay en el mercado que pueda comerse?

Cuando abrí la jaula principal esta tarde y empecé a deshojar un repollo, como si fuera margarita, entre el sí, el no y el tal vez se cayó un conejito blanco al suelo. No pudo emblanquecer más porque ya era níveo, pero se quedó inmóvil del susto, hasta que lo acaricié y lo reintegré a su sitio algo aturdido.

Pensando en esas cosas y en su «Watership» personal me vino al recuerdo, al requiebro, algo que leí el otro día y me produjo risa al comentarlo así para mí:

«El ganadero, que tiene una vaca escondida en lo recóndito de la más profunda Galicia (y más loca que una oveja de esas que B refiere como portadoras de una enfermedad inveterada que en Castilla conocen como "dormidera"), se encuentra con su mortandad una mañana y en lugar de avisarnos, ya que los veterinarios no van nunca, agarra una pala excavadora y entierra la vaca al abrigo de lo oscuro, de lo callado y desconocido. Alguien se entera, da el soplo y desentierran la vaca que estaba ya, loca, por supuesto. Entonces, reúnen al resto de la cabaña y la ejecutan en un silbo, y se acabaron las vacas y la prosperidad mediocre de la familia del ganadero.

Pero no queda ahí la cosa, pues, al parecer, no contentos con eso y según la propia Guardia Civil, para más inri y perdición de su familia, el ganadero está a punto de entrar en prisión a cumplir condena por una agresión sexual a una vecina que volvía un día de un velatorio, lo cual, si lo dice la Guardia Civil..., vaya usted a saber...»

Y me digo yo, que algo torpe soy:

¿Qué daría de comer este individuo a las vacas cuando asalta sexualmente a las vecinas a la vuelta de los velatorios?

Pues ya que sostengo con fiereza (¿furor?) y sabéis que hay una piedra de la pirámide de Keops que está orientada a la ciudad de Murcia y no pasa nada, también abogo porque pongamos las vacas de nuestro Carcassonne diario en torres de ventilación (¡¡¡vaya nombre!!!) de Alcoy y juguemos a los submarinos.

Se me está acechando el otoño por el garaje y acabando de descubrir las miserias porque, quiera o no, encuentro, desgraciadamente, que no me pasa nada.

Pero del buen brazo del "Brumario" de Ramón Ayerra, enlazo con la dulce frase de Gerardo Diego, cuando le dijo a su mujer:

"TE HE QUERIDO MUCHO, PERO SÉ QUIÉN ERES"


martes, 28 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-32.-

«PLAYA PEQUEÑA»

X400

Asunto:

NINDIRÍ-32

Fecha:

Tue, 28 nov 2000 01:32:27 +0100

De:

RFT

PARA:



Un periodista del diario "El Mundo" ha publicado el 27 de noviembre que a 37 grados 35 minutos de longitud este y 69 grados 40 minutos de latitud norte, a 180 metros de profundidad, está hundido el submarino ruso "K141-Kursk", en el mar de Barents.

Imagino yo que si vamos hasta allí, aunque sea sin bajar, habrá alguien esperando ¿no os parece? Tiene que haber alguien en el sitio, de ahí que la orientación, por poco que falle, nos viene servida por presencia, que es lo mismo.

Conozco al periodista, aunque se ha quitado un "del" con el que introducía su apellido. Le conozco porque solía pedirme la llave de mi casa para acostarse con una señora casada. Lo hacía por las tardes, como de 4 a 6, y yo debía deambular sin remedio en esos días del encuentro, por esa existencia en la que a uno le apetece estar en casa pero no puede porque está "ocupada".

El tránsito duró varios meses, pero no recuerdo si me cansé yo, si se cansó él o si la que realmente se aburrió fue ella. La situación me parecía chocante, pero como ya conocí a una chica (Rachel) que solía venir a bañarse a mi casa en Queensway (sólo a bañarse), me acostumbré a estas veleidades.

Quizá debería proporcionar las coordenadas de esta casa mía, por si viene alguien, pero aunque algo tuve que orientar el telescopio el pasado mes de julio, me parece a mí que no resulta tan necesario llegar al extremo de indicar tales cosas. Y no es que yo me queje de que no vengáis a verme (casi ya no tengo hijos, como no tengo esposa, ni casa, ni vida), sino que me parece un poco extremo que nos indiquen las coordenadas para la macabra localización de un submarino hundido.

Siempre me han preocupado los muertos marítimos y creo haber leído hace poco que Platón consideraba la existencia de tres clases de hombres: los muertos, los vivos y los que van por el mar.

Años más tarde, más tarde de aquellos encuentros sexuales del "aprés midi", me encontré al periodista en Asturias, desembarcando en el pasillo de un avión. Mi condición era precaria porque llevaba en la mano la urna con las cenizas de mi padre. Cuando pasé el control de equipajes de Barajas tuve que meter la urna en el aparato de rayos y un guardia (siempre hay algún guardia). me preguntó que qué era aquello. A punto estuve de decirle que era peyote o algo peor, pero me callé. Por eso, al encontrarme a CT (así se llama el periodista) en el pasillo del avión, con el cogote torcido porque es difícil estar de pie al levantarse del asiento en esas cabinas, no tuve otro remedio que informarle de la presencia de mi padre, cuando menos en aquella forma, pero no le di sus coordenadas porque al cementerio de Ceares sabe ir casi todo el mundo.

Una de las últimas cosas que Paco ideó en esta casa fue levantar unas piedras enormes en el jardín y rodearlas de plantas, construcción entre menhir de Obélix y lápida de tránsitos. Por eso hoy, al conocer esas coordenadas de ataúd submarino, me he acordado del reposo desnudo y yermo que hay en el jardín, o sea (como dice Umbral), sin mi padre.

Como si fuera la misma cosa, me he preguntado por qué no dejamos caer las cáscaras de nuez en los jardines o el porqué de ese barrido de hojas otoñales que nos imponen comunitariamente, pues dicen que las hojas muertas son feas y ensucian. Si yo paseo con mis nueces en el bolsillo, ¿no debo tener el placer de lanzar las cáscaras al suelo para que sirvan de barcos de mi soledad o de casitas de niños que investigan las hormigas; o aunque sirvan tan sólo para lucir (y oír) un "crack" de vez en cuando que nos señale el alma de lo pequeño?

Desvaído, decidme, ¿recogéis acaso las cáscaras de vuestros versos y las abandonáis como castañas en los forros de chaquetas como el que aprieta el corazón a cada instante? Y si acaso os puede el recuerdo, ¿dejáis por ello de acunarlo, de mecerlo, para disolverlo en el nido de la confusión diaria?

Me ha pedido Sebastián que le redacte la carta de Papá Noel o la de los Reyes Magos, porque me temo que es igual. Me recuerda seriamente en llamada telefónica que el año pasado ya hice algo respecto de una dirección comercial. La verdad es que se empeñó en que enviara la carta a San Sebastián de los Reyes, porque ahí deben vivir los Reyes dijo él y no en el Polo Norte o en el Palacio de su Majestades los Reyes Magos de Oriente, o esas cosas que resultan en extremo complicadas.

El servicio de Correos, bastante más terco que el propio Sebastián que me empujó a echar la carta hasta el buzón en Alcobendas (y desde luego muy estúpido), me devolvió la carta indicando "señas erróneas", pero como ya tuve que pelear con todos los jefes, subjefes, directores de departamento y encargados de cartería para lograr que mi correspondencia llegara a esta casa, (esfuerzo inútil pues la estupidez de Correos aumentó con el tiempo) sin indicar coordenadas, consideré estéril intentar pelear tal devolución. Así que me guardé la carta en algún sitio que, desgraciadamente, olvidé (como guardo los recuerdos de quienes dejan de quererme) y este año intentaré direcciones más prosaicas, es decir, vulgares.

Cuenta Augusto Monterroso, en un librito precioso de fábulas y cuentos, que una vez había una oveja negra y la fusilaron, pero que un siglo después el rebaño, arrepentido, le levantó una estatua ecuestre. De esta forma, cada vez que aparecía una oveja negra, la fusilaban para que las jóvenes generaciones pudieran ejercitarse en el arte de la escultura.

Va rebosando el tiempo de mazapanes, de higos secos, pero yo, por los pequeños huecos (¿puertas?) en que el sol se filtra al atardecer, me imagino cuidado, estrechado y pequeño, como si de esa luz que escapa al control de las nubes, viniera alguna vez quien me cogiera de la mano.

P.S.:

Hola Nicolás.

Adiós Nicolás.



viernes, 24 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-31.-


Dibujo original de Sebastián
(agosto 1996)


X400

Asunto:

NINDIRÍ-31

Fecha:

Fri, 24 nov 2000 02:24:07 +0100

De:

RFT

PARA:



Llevo un tiempo pensando que nunca he tenido una novia japonesa, ni siquiera una amiga japonesa, si es que yo puedo tener amigas que no sean novias o lo que sean. Ya sé que es una divagación que os resulta intrascendente, pero a mí me preocupa más de lo necesario porque, además, no conozco a ninguna japonesa: ¿o sí?

Y el caso es que el pensamiento no se me aparta, no se me distancia ni cuando bajo, ahora de noche, a rellenar los sectores del pienso diario. En tal labor, hago lo posible por no leer la etiqueta del pienso de los conejos pues, como ya anuncié el otro día, deben estar comiéndose toda la harina animal (¿harina?) que han retirado (dicen) a las vacas. No deja de ser una buena precaución, porque como Sebastián se entere de que alguien se ha comido un conejo vamos a tener un buen problema en esta casa. Por eso y por otras causas, como tenemos que ampliar el lugar de los patos, me extenderé en hacer una conejera entrando a la derecha, abajo de la residencia de verano de la señora Lúa y cerca de la tapia, con un buen letrero que diga: «Conejos alimentados con “harinas animales” modelo Creutzfeld Jacob»
Lo de mi novia japonesa, lo de mi ausencia, me ha traído a la cabeza otra reflexión. Pero las ausencias ya sabemos todos que no rinden arco iris ni brisas nobles. Mi padre se presentó un día en un pueblo de Cádiz con un «ausente» y en cada sitio que entraba, la gente empezaba a recular y a huir, pues al «ausente» lo habían declarado muerto hacía unos años por cuestiones de adjudicación de una herencia.
Pensaba yo que en la cadena alimenticia en que me muevo de resolución de conflictos, a base de mandobles judiciales, se provoca una paradoja insoportable. Si hemos de pensar que los conflictos son malos o, cuando menos, molestos, lo lógico es que desaparezcan porque, ¿a quién le gusta un pleito? Y si los conflictos han de desaparecer en aras de la bondad y armonía o amor en la gente (armonía/amor-nía; saber/sabor), ¿de qué voy a vivir o trabajar yo? Por ello, pese a lo de la japonesa, estoy condenado a saber que tengo que vivir siempre en los conflictos de los demás, en ese lugar que los demás no quieren y detestan, lo cual resulta ser descorazonador y muy poco japonés.

Hay gente que cuando hace daño persiste en creer que tiene que seguir hablando para justificar ese daño y si pueden llamar y contártelo, pues mejor. No les basta con hacer la puñeta sino que te tienen que contar por qué te hicieron la puñeta o pretender que lo que hicieron tiene justificación, cuando lo bueno, lo obvio, es no hurgar en la herida causada. Pero somos tan soberbios/bias que además de considerar que no hemos hecho nada, cuando ya lo hemos hecho con alevosía y ensañamiento, nos irrogamos el placer de hacérselo ver a quien hemos machacado.

"Samba triste-samba triste."

Pero hay quien no define su intimidad pretendiendo que los demás no la infrinjamos, pese a no conocer tales límites. Se inicia así el lugar del «tacto», el que uno ha de tener pese a la oscuridad, y de todos es sabido que el tacto en la oscuridad es aconsejable cuando no se obtienen las formas de otra forma o manera, como con las japonesas.

Hace muchos años me empeñé en un experimento fotográfico. A base de retorcimientos y contrastes pretendía conseguir que la persona que viera una determinada de mis fotos, pudiera decirme cosas de la fotografiada y ─en su caso─ el nombre. Conseguí así una foto (una Panatomic de 32 ASA forzada a lo bestia) casi a oscuras, en la que hube de limpiar tal cantidad de imperfecciones, contornos, torsos, escorzos y densidades, que acabó siendo el reflejo de un ser de porcelana. Porque hay mujeres que son de porcelana, por ejemplo las japonesas. Aún conservo la foto, pero no he conseguido que nadie me diga cómo se llama esa mujer, ya que no es ella, es lo que soy yo y dejé allí impreso, entre cubetas.
El viento baja racheado y golpea bruscamente la rejilla exterior de la campana de la cocina y yo, en este barco, mantengo los verdes de manzana contra los pardos de las nueces, pero no me hago al control de ese viento, dejo que me atraviese, como me atraviesa la terneza de un soplo, la ternura del recuerdo en lo que fui y en lo que me dejó y dejé.

martes, 21 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-30.-

MAR DE PIZARRA
(Original RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-30.-

Fecha:

Tue, 21 nov 2000 02:22:29 +0100

De:

RFT

PARA:

nindirí@lettera.net


El jueves conseguí pasar la tarde aquí ―mi tarde, tu tarde― y he visto pasear al sol por la ladera, sobre el Lanchar de la Condesa, que le hace de contrafuerte. Como las nubes traslucían algunas veces, la luz del Sol se hacía franjas y estallaba en arco iris, se veía llover y solear las crestas al mismo tiempo, y los verdes amarillentos que caen al norte reforzaban el gris plomizo de esas nubes que, en cabellera, traspasaban el monte. En mi visión desde esta mesa, las nubes me atraviesan y marchan hacia Madrid, hacia lo que queda de cada uno de los días que, cada vez más cortos, se esconden en mi horizonte.

Los pequeños conejos de la última camada se atreven con las hojas de repollo con las que les surto. Ando complicado con el pienso y la lectura de su composición me pone los pelos de punta pues, ya se sabe, perro no come perro. El problema es que no hay variedad y no puedo estar todo el día segando hierba para suplir tales carencias del frío. Sucede lo mismo con el pienso común de las gallinas, codornices y patos. Las gallinas, muy ponedoras últimamente, rechazan el polvo que el pienso molido les deja y no encuentro variedad exenta de polvo, a salvo que compre yo el grano directamente que resulta mucho más caro y menos ajustable. En cuanto a los patos, podrían comer tuercas si les dejo, con una voracidad feroz.
―¿Y para qué sirven los patos? ―me preguntaban el otro día. La verdad es que no lo sé, pero están ahí y, algún día, darán huevos, digo yo, pero como la distinción de hembras y machos resulta compleja (están todos con un aspecto amarillento deleznable), no me queda otro remedio que esperar.
Sacamos las patatas rojas del primer bancal adicionado al huerto y, la verdad, no son muy grandes, aunque no sé lo que he hecho mal. Y recogí rábanos grandes, sabrosos y generosos, pero se heló la última siembra de judías verdes. Aquí vamos a estar parados hasta marzo y luego no habrá forma de consumir los primeros brotes de ajo.

No voy a podar este año, salvo los pocos rosales, porque las ramas no son fuertes hasta ahora y dejarían de empujar los árboles y debéis acordaros de que en abril se helaron casi todas las primeras hojas y hubieron de retornar y brotar nuevamente con gran esfuerzo.

No puedo seguir ningún calendario, ni por aproximación, y me guío por una intuición extraña que poco caso hace de las circunstancias de cada cosa. En esa intuición, pasé el fin de semana más alegre de estos últimos meses, entre cocidos y labores, trasladé bastantes tiestos al garaje para cubrir ciertas zonas en primavera y «semillé» (sementé) unas peras, un acebo y algunas plantas espinosas. También intentaré que brote una nueva variedad de manzana más dulce y acorde a mis sentimientos.

Y en mi interior, rondan vientos de marcha, aunque en los dedos tengo el gusto de mandarinas y en el alma agitación y destemplanza. Serán los vientos que bajan o el sonido de mis botas en la tierra de la cañada, en el rocío tímido de los pastizales improvisados que el Ayuntamiento no segó y que amenazarían fuego si no fuera por el tiempo.

Pasé así de chimeneas a polvorones de aceite de oliva que en esta casa siempre abundan por causas menores y motivos de desayuno, y que no incorporan la grasa de cerdo que despierta el ajonjolí y la esencia de limón. Y "membrillé" todos los armarios, sin buscar la compota que me acercaría a la sencillez.

Son tiempos de castaña y dátil, pero no pude dar descanso a Humberto, ni me resistí al devenir de unas semanas extrañas.
¿Acogeré por fin mis sentimientos y dejaré que la ternura se me escape hasta en los regueros de estos mis dos ojos?
Hoy ya he vuelto abrazado y querido, pero de esto hablaremos más despacio.

jueves, 9 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-29.-

EL PEQUEÑO NICOLÁS
(Circa, junio 1990)
(Foto original de RFT)

X400
Asunto: NINDIRÍ-29
Fecha: Thu, 09 Nov 2000 01:21:04 +0100
De: RFT
PARA: nindiri@lettera.net


Querido Nicolás:
Anoche empecé a leer un libro de claves para comprender a los adolescentes. Según me cuenta este libro cruza los dedos hijo mío, no nos vaya a pasar lo de Ana Rosa Quintana con esto de las citas, resulta que tú eres un chico brillante, seguramente uno de los más brillantes del mundo. Sin embargo, te ves obligado a trabajar para dos personas mayores, mucho más mayores que tú, que padecemos discapacidad mental y que, ¡¡sorpresa!!, somos tu madre y yo. Nuestro nivel de inteligencia es inferior al tuyo y tenemos un conocimiento del mundo extremadamente limitado y muy por debajo de tu capacidad.
Pese a ser esto muy cierto, estamos todo el día diciéndote lo que puedes o lo que no puedes hacer: siéntate derecho, no sorbas los espaguetis, retira la ropa sucia, baja el volumen de la “tele”... Al mismo tiempo, el asunto es cada vez más horrible porque te damos instrucciones para hacer ciertas cosas y solemos reiterarte, con sermones, lo que es importante y lo que no lo es; todo ello pese a tu inteligencia. Te pedimos constantemente que hagas cosas incomprensibles y no encontramos razón a tus exigencias o a lo que nos pides. Hablamos de cosas raras, impertinentes, y que para ti carecen de importancia. Para colmo de males, nos atrevemos a explicarte lo que es la vida y sus problemas, aunque no lo entendamos bien. Lo hacemos pese a que intentas decirnos que no te entendemos y pese a que nos reiteras que nada de lo que decimos parece serte comprensible. Y además, insistimos en molestarte con instrucciones, peticiones y tareas totalmente desvinculadas de lo que tú haces.
Es fácil saber cómo te sientes. Estás frecuentemente enojado porque estas dos personas, que somos nosotros, tus padres, muy inferiores a tu capacidad e inteligencia, no hacemos otra cosa que decirte lo que tienes que hacer. Por eso murmuras mucho, sacudes la cabeza y hablas lo menos posible con estos dos seres que somos inferiores. Tratas de permanecer alejado de nosotros el mayor tiempo posible, tiempo que dedicas a tus amigos que son comparables a ti en inteligencia y, además, tiendes a olvidar algunos de los encargos que te hacemos para realizar actividades tuyas mucho más valiosas que lo que nosotros te decimos.
Todo esto ocurre porque te ves obligado a trabajar para personas más inferiores que tú, personas torpes como nosotros que además te entregan una miserable paga por tu trabajo, ya que somos unos empleadores deleznables.
Yo mismo, desde este verano y los incidentes habidos, tan sólo te saludo. En mi torpeza, sabiendo que crees que no te quiero y que, por mi subnormalidad manifiesta, no te importo nada, procuro estar todo lo distante que tal torpeza me permite, dándote espacio para que puedas saber si te importo algo más que un pito y procurando no molestar:
-Hola Nicolás.
-Adiós Nicolás.
Poco más te digo en esta gimnasia torpe que me caracteriza, con la cual alcanzo un grado de imbecilidad mayor.
Nos dicen, esos otros adultos torpes que tan retrasados son como nosotros, que el problema no radica en que te dispares con alcohol o drogas, sino en que te fugues. Es decir, no hemos de preocuparnos por tu educación moral que, al parecer, sí hemos conseguido trasladar en nuestra estupidez, sino porque te canses y decidas largarte o bajarte del autobús antes del destino.
Son cosas de adultos torpes o de libros, como ya sabes, pero no me resisto a contártelo con la falsa esperanza de ser aún más idiota. Es como cuando uno se empeña en que le quieran y espera el amor de alguien, como se espera un contacto o una llamada y, sin embargo, si no te llaman, si no quieren estar contigo, es porque no te necesitan, porque quizá te quieren sólo «como un amigo», no como el ser que debería hacer explotar el cariño en el otro, no te quieren ni te desean con el amor que tú quieres abarrotar y que se te escapa por los poros.
En mi incompetencia, no he retirado aún de la nevera el dibujo de las peras que me enviaste hace dos años en un día gris y feo, ese dibujo pegado a la nevera con un imán de galleta «chiquilín» que le ha costado un disgusto dental a más de uno. No lo he retirado, porque aún le rezo, como a la estampita de la Virgen del Remolino que trajo Juani para proteger esta casa y que permanece abierta y esperanzada, como yo he dejado el maletero del coche, para que salga la peste del olor a pienso de conejos y gallinas sí, ya he sacado la bolsa de basura que llevaba hace quince días y la he dejado en algún sitio.
Ser mayor es ser olvidadizo, cegato y algo estúpido. En este tiempo, más de dos meses, no he tenido un beso o una mano tuya que se apiade de mi torpeza, pero tampoco los tengo de casi nadie y muy poco, verdaderamente poco, de quien amo; así que, aunque no me acostumbro, porque a esto, hijo mío, no se acostumbra nadie, me aguanto adelantando la noche todo lo que puedo, y luego, vago torpemente por las conciencias de los demás, las que tienen y las que yo he creado.
Hoy, querido hijo, he oído a un actor hablar de que su papel era el de un ser «muy cerebral», para descubrir que se trata realmente de un ser muy de corazón, en esa esquizofrenia de creer que ser cerebral o de corazón son cosas distintas o de creer que en el cerebro no está el corazón y al revés. Luego, me he despachado a gusto con la columna de Félix de Azúa en «El País», cuando habla de que ciertas cosas que quizá sólo sean lo que llamamos «bondad», que ni vemos ni conocemos, están hechas únicamente para que Dios las vea, y no me he resistido, en mi ignorancia, a pensar que quizá ciertas cosas de las que hacemos en tu vida diaria, son sólo para que "Dios las vea" y no para que tengan un efecto demoledor sobre la realidad: tu realidad, tan ajena a la nuestra.
En fin, hijo mío, ya conozco que puedes recordar mis sermones palabra por palabra y, en esta mi soledad e indiferencia, en la que me siento, no me pongo, quizá transgrediendo todas las normas, te envío un abrazo fuerte que no has de recibir, pero que alguien te contará alguna vez, entre tus sueños.

PaPá.