SEXO DE LIMÓN
(Original RFT)
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« (...) Maneck deseó haber acompañado a su padre más a menudo en sus paseos. Deseó que la alegría, el entusiasmo que había mostrado de niño le hubiera durado los últimos años, cuando su padre más le necesitaba. En cambio se había avergonzado de la efusividad cada vez mayor de su padre hacia los arroyos, los pájaros y las flores, sobre todo cuando los aldeanos habían empezado a hablar del extraño comportamiento del señor Kohlah, su forma de dar palmaditas a las rocas y acariciar los árboles...»
(ROHINTON MISTRY: "Un perfecto equilibrio"-Ed. Mondadori-Barcelona 1998)
Hoy por la mañana hemos empezado a tender la malla de alambre que ha de cubrir el suelo de la nueva conejera. También hemos puesto los postes que sujetan el cerramiento. Es un espacio grande y abierto que hemos elegido entre pinos y contra el muro de piedra de "Estelí", la casa donde murió el perro de los vecinos. Me he permitido llamar así a esa casa sin nombre que me acompaña vacía y triste por las noches y que sería la extensión natural de "Nindirí".
Paco quiere dividir en dos el espacio, por aquello de las peleas de conejos. Yo no quiero y hoy hemos hablado de ello al extender la malla. Hay que hacerlo en un espacio abierto y con distintas madrigueras que Paco quiere hacer de ladrillo y yo de madera, aunque la madera se moja, como la gotera que hay en el dormitorio de abajo.
Al no aislar la hembra más prolífica ―la única diría yo, porque ya sabéis que hemos descubierto que Cristina no es Cristina, le pese o no a Sebastián― murieron hace unos días cuatro nuevas crías, seguramente aplastadas. Por eso he decidido hacer una conejera grande, al aire libre, salvaje, para extender la costumbre por toda la casa.
Tengo una deuda con algunos de vosotros de las que aparecen en estos días y que implican acordarse de todos los demás. Comienzo agradeciendo a M sus líneas, que son tan tiernas como su oculta timidez, llenas de luces. M se pasa el día al teléfono con cosas de camiones, así que, desde aquí, le recuerdo, porque hoy es la primera vez que recibe este mensaje. Quizá quiera seguir recibiéndolos, pero ya me lo dirá él y se lo dirá a JR, que es francés, pero no es francés.
En cuanto a MJ, raro es el día en que no me manda algo divertido, haciéndolo sin pedir nada a cambio, como siempre lo hace todo en esta vida. Hoy estará empujando a su hermano, porque hoy hay que empujarle, en estos días; como sé que se interesó L (que es D) por él. L siempre está en el lugar en donde no queremos estar y sin embargo es fuerte y tengo que dedicarle este recuerdo para que lo siga siendo; como lo es C, a la que siempre recuerdo porque al archivar sus mensajes todo mi navegador tiembla.
Recuerdo a C que corre ahora entre los canales de San Juan. Todos los días, momentos bajos o complejidades, hay un mensaje de C. Siempre hay un mensaje de C para hacer el día apacible. Hoy, el servicio de Correos me anuncia también un paquete de ella. Ha engrosado mi colección de ejemplares de "LA ISLA DEL TESORO" y ha hecho feliz a mis hijos con sus detalles.
Cv también me felicitó; Cv, que siempre llama en momentos tan raros.
Recuerdo a I, que aparte de hacer la mejor tortilla de patata del mundo, intenta poner la cabeza en el hombro de R de vez en cuando y a la que R quiere más de lo que me quiere a mí, pero no se lo dice...
...Como lo dice An, siempre lo dice An...
También lo dicen A y P que siempre han de ir juntos, no sabemos por qué.
A, que me recibe y no me lo dice, como Ar, igual que Ar.
O el "DOCTOR" que nunca está cuando pinchan a mis niños y me dio una lista para mi análisis de sangre de hace un año que cubre dos páginas y no me lo hice. Algún día tengo que hablaros del "DOCTOR", que es el de la barba roja y suave, no como el otro C.
Y C, que está en casa, y es el único que me ha recordado lo que es el silencio, que es el que P intenta transmitir, mientras D me recuerda las referencias de mi padre y de mis hijos, ya que es la única que se acuerda, pese a que me haga saber las intenciones de Sebastián que son hacia E, siempre E, la de los ojos zarcos que mi tío G miraba.
A Pili-Doris, que está en el armario con Rajaram, el recogedor de pelo.
F, que no me escribe, me mandó un dibujo precioso que imagino de su niño o niña (¿o son varios?) y E me hizo llegar un libro, hace tiempo, aunque se me aparece oculto y es él el que debería escribir, sobre todo publicar, lo que L le dice.
G tampoco me escribe, aunque piensa que yo, al lado del mar, no me comporto con las señoras como es debido, aunque se trate de una señora de cuento tejido en oro, que anda muy lejos, adora el chocolate y es quien siempre me ha querido bien, "la única que me ha querido bien", según dice E.
I, que es también Lsm y L, o sobre todo P, me mandó un Papá Noel vergonzoso, parecido a B.
Me llamó M cuando andaba por el salón de plenos averiguando mi correo. M me llama y me quiere, pese a que nunca le correspondo. Tampoco lo hago con J: ¿dónde estará J?
T me ayudó a entender a Angel González y me ha hecho llegar una tarjeta muy activa y simpática.
J me lee tranquilo. Tengo que traer a J para que coma con Jv y El en "La Becada", al arrullo de San Mamés que Paco y yo no encontrábamos esta mañana en el mapa, al no orientarlo bien. Eso de la orientación es tan socorrido como hablar del clima. Produce simpáticas discusiones. ¡Probadlo!
Recuerdo que mando a H y, sobre todo, a M, que le apuntala, lo cual no es poco, que me han mandado una felicitación preciosa con texto de Isaías, su hijo pequeño, que dice así:
¿Acaso olvida una mujer
a su niño de pecho,
sin compadecerse
del hijo de sus entrañas?
Pues aunque ellas
llegasen a olvidar,
yo no te olvido.
(Isaías 49,15)
No me olvido de M, que se llama M Á, al que vamos a traer a esta casa para que se emplee a fondo con el otro M Á y viceversa. El primero anda por aquí, arrimado a O y el segundo entre las nieves y los niños, en la curva azul de las Dolomitas.
Tampoco me olvido de algunos niños: de Nicolás, que ya me habla, de Á que empieza a hacerlo y del otro Á que trata de entender a R y a I, cosa difícil; de J, hoy tan desamparado y que su madre dice que no le quiero, pese a que siempre sonríe; de Sebito, el de Franco el francés; de O, del abandonado Th, de I, que no es niña pero lo quiere, de la otra I que es la sonrisa que siempre está al lado de J; del propio J; de T, que a veces está y a veces no está y que quiero que venga unos días a perderse en esta casa; de J, siempre J, tan callado; de T, tan grande y tan cariñoso; de A que siempre lo cuenta todo, mal que le pese, y al que su padre considera su cruz, cuando H es también la paz de A; de mi niño D, que no es el de J, al que también tengo que traer aquí como un niño; de J y Enrique, aquél tan tímido y gordo, con sus angustias, sus nubes y su carencia de algún perro o poema, y de éste, el hermano de Jorge, el otro Jorge, que hacía un año que no veía aunque su hermano sí estuvo aquí; como lo estuvo P, que ya va de traje, hermano de aquél y no de éste; de J, que le viene grande a J; de P, de G, que en sus nieves de helado aún no ha venido a cavar algún agujero en esta casa, como tampoco ha venido G, el otro, el pescador de lucios y conocedor de anguilas; de M, de Morgana, hermana de Galván, compañero de Lanzarote del Lago y que no es la novia de Sebastián, que me ha dicho que viene mañana y ha venido hoy.
Entre los niños, tengo que mandar un abrazo fuerte a Mar, un abrazo lleno de sal de San Antolín. Mar amanece todos los días por nosotros, pero yo no sé escribir sin lo que me sugiere C, que no es que no me quiera, sino que es una parte de mi alma que consigue que yo escriba y que me traslada a gente que hace críticas gastronómicas y descubre testigos falsos, todo lo cual podría arreglarse comiendo unas cebollas rellenas en Toró, el mar de Toró que es A del M. C tiene que conseguir que F, el marido de J, conozca al padre de Alba.
También a M y a J que siempre andan en las nubes. A M, aunque no nos vimos en su última visita, pero que me lleva entre notas y a M J, que ya no peca, según dice M, porque M peca al menos por haber abandonado a Sebastián, aunque sea por cuestiones de estrellas, que es lo que hacen los astrofísicos.
Nada sé de N, entre los miradores de San Nicolás y San Cristóbal, que es donde está la foto que H ha mandado de mi Isaías. N debe andar con el viento que azota mis limoneros y triste, porque no hay derecho a sufrir las muertes ajenas en Granada. Nadie debe morir en Granada injustamente. Granada es para vivir entre cielo y arrayán.
En cuanto a U y a M, les envío besos de mazapán y les hablaré de R que anda por Frankfurt.
Voy a despedirme de vosotros con un bosque, el de T. Es un bosque de agua en el que los niños buscan castañas y avellanas, donde vive I soñando a M.
Que alguien os dé paz, si es que no aceptáis la de Dios, y que os abracen fuerte, como yo lo hago.