sábado, 15 de julio de 2000

NINDIRÍ-5.-

Sebastián
"Abeto bajo el cielo"

X400

Asunto:

NINDIRÍ-5

Fecha:

Sat, 15 Jul 2000 23:54:41 +020

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net

(En estas fechas invité a mi hijo Nicolás a unirse a estos mensajes. Se encontraba en una especie de campamento en Frostvalley (USA) y le hice saber que iba a compartir noticias mías con mucha gente. Gente buena. Pedí pues que le escribieran, para animarle, y supongo que alguien me haría caso)

Y ahora, a lo nuestro.

Ya he terminado de regar. Me lleva casi hora y media y no tengo yo el hígado para tanto tiempo.

Empiezo por el aspersor del huerto. ¡¡¡Menudo aspersor!!! Riega todo menos el huerto. Lo primero es colocarlo al principio, donde los calabacines, el hinojo y las zanahorias. Lo calculo justo para que alcance un poco hasta las patatas, que se agostan. He tirado de una mata, ¡y claro!, han salido dos patatas de buen tamaño:

¿Qué otra cosa esperabais?

Dice “Je” (tan pesimista) que si riego mucho las patatas tendré unas plantas verdes, preciosas, pero patatas, lo que se dice patatas, no habrá. Sebastián no cree que eso sean patatas. Mira las plantas, toca las flores blancas que quedan y dice que no, que allí no hay patatas. Son Jaerla, una marca mala, como casi todo lo francés que llevamos a los huertos. He traído otras que compré en Posada, las Desireé, rojas, fuertes, de todo el año. Como no me cabían en el huerto ―Paco siempre ha sido muy conservador; por eso tendremos seis calabacines, pero no más; todo por no empujar las plantas unas contra otras― las puse en un círculo bien abonado, donde se murieron los diecinueve rosales de "Leroy Merlin". No compréis rosales en "Leroy Merlin", ¿vale?; es tirar el dinero tontamente. Ahora hay tres rosales rosas y alrededor unas plantas verdes, preciosas, jugosas y abundantes.

―¡Qué bonitos rosales! ―me dicen, pero son patatas; y yo me callo, ¡claro!: ¿qué otra cosa podría hacer? Como ven un par de rosas, ¡hala…!

Los patatales son muy agradecidos si son desordenados, llenos de mariposas y cosas de esas (bichitos) que revientan las patatas y que “G” adoraría. Son casi umbríos.

Tengo que poner esparragueras y patatales por todos lados o setos de arrayán, que no es lo mismo, pero huelen mejor. El otro día, sin ir más lejos, arranqué una matita de arrayán en Granada ―casi me clavo una jeringuilla en el intento―, junto a los jardines de Fray Leopoldo de Alpandeire o Alpendeire (¡yo qué sé!), monje cuya estampa llevan colgando los taxistas por todos lados, en unos llaveros rarísimos. Creo que “MV” fue a ver su tumba con “Ma”, una mañana granadina de esas en que se caen los pájaros, pero no se apercibió del arrayán.

A veces hablo de vosotros, de todos vosotros, que sois muchos, y el servidor me dice: "TOO MANY RECIPIENTS". Espero no os moleste.

“J-A” dice:

―¡Ya no escribes! ―Pero eso sí, él no contesta.

“J-A” toma whisky y chocolate en los conciertos a los que va, conciertos donde la edad media del personal es de unos once años.

Os decía, que empiezo con el aspersor sobre las zanahorias y luego lo bajo a la zona de las acelgas y las primeras tomateras, pimientos, sandías y calabazas. Así llego a la primera barrera; con las matas de guisantes ya secas, el agua choca con las judías verdes. Acabo por el resto de las tomateras y descubro esas plantas lánguidas que se han quedado sin regar en los arriates del fondo del huerto. Cuando acabo con el aspersor, tengo que regar el huerto, porque el aspersor no lo riega (lo que pasa es que le tengo cariño).

“Ro” siempre me habla bien de estos mensajes, pero me dice:

―¡Son tan tristes...!

¡¡Ya quisiera verla yo con este aspersor!!

Al terminar echo un pito (que se me moja siempre, pero alguna calada doy) y riego las parras del cobertizo, camino del gallinero. Arturo, el pato, que es un histérico, empieza a gritar y se esconde en la caja de cartón donde vive humildemente. Lleno su estanque y rocío el gallinero. Las gallinas vienen a verme, a ver si traigo más comida, pero hoy, al regar el gallinero, no han venido.
―¿Qué raro? ―me he dicho.

Y claro, las gallinas se habían escapado y estaban comiendo las ruedas de mi coche en el garaje.

Son fáciles de traer. Te siguen en cuanto te ven, pero son torpes para entrar en el gallinero, tan torpes que necesitaría un cerdito ovejero.

Riego la hierbaluisa, los hibiscos y los dos cipreses pequeños. Vuelvo al huerto con la manguera a cuestas un buen trecho y echo otro pito. Me voy a las aromáticas y a los tagetes, y corro a la fuente a cortar el agua. Cambio la manguera ―hoy he alargado la otra― y me voy a las hortensias de la entrada. Luego, los frutales uno a uno, el haya, el olivo y los árboles foráneos. El huerto de hierbas y tira de manguera ―es un agotamiento― a los claveles y a la casa de la perra, la casa de Lúa, donde refresco y lleno de agua el bebedero. El magnolio, la gardenia, el rosal extraño y las parras y rosales de la escalera.

Cuando termino, no puedo regar ni los maceteros de la terraza.

¡Ah! y todo esto consiguiendo que la perra no se coma la manguera. Llevo un rollo de celo para ir tapando los agujeros que me hace.

Bueno, pues ya estáis todos regados y hoy hay luna, Lúa, luna; LUNA GRANDE.
Llamó Don C. ¡Qué bueno es Don C. que me tiene al Este y no lo sabe!

Ya no puedo ordenar las cosas; hoy no tengo ganas de ordenarme, ni ganas de tirar hacia adelante, pero eso me pasa siempre. No siempre que riego, sino siempre.

Los pájaros se cuelan por la malla del gallinero y me montan una pajarera.

Los gorriones: sparrow; moineaux.

Cuando veo gorriones siempre pienso en “G”. No sé por qué, porque a “G” le gustan los peces, las anguilas, las serpientes de escalera y cosas muy raras, pero yo siempre que veo gorriones me acuerdo de él.

No sé si os he dicho que al ternero que vi parir en Mañanga le han puesto de nombre Ramón.

Cosas de Coté.

Coté es así, bien fácil y alegre.

Pobre ternero.

¿Iré a San Roque...?