miércoles, 10 de enero de 2001

NINDIRÍ-38.-


X400

Asunto:

NINDIRÍ-38

Fecha:

Wed, 10 Jan 2001 00:41:50 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera


¿Por qué yo no tengo nunca la llave de vuestra casa?

Y como dijo quien lo dijo: ¡El que quiera entender que entienda!

Así escribí yo con odio la otra noche, porque descubro, al pataleo, que no soy muy de fiar en algunas cosas, por ejemplo en la estabilidad; pero nunca me dan las llaves.

Al no ser estable, sino gaseoso (¿no hay una canción de Mecano que habla de esto?), exploto con facilidad, de forma imprevisible y me hago volátil, que es algo que se aplica a la nitroglicerina, que no es un gas.

También hay quien piensa que los submarinos flotan por sí mismos y que si se deja un submarino al pairo, por ejemplo en la bahía de Algeciras, que no es la de Gibraltar, pues flotará y seguirá a la deriva aunque se le rompa una burda, cuando lo cierto es que los barcos están pensados para flotar, ya que hay algo que siempre les impulsa, aunque sea algo sujeto en un tangón. Pero cuando no hay impulso, aunque sea nuclear, las cosas tienden a lo que los franceses llaman "chavirage", que de "Fasnet" entendemos algo todos, y que los vientos de fuerza "7" no permiten a los submarinos flotar; ni tampoco al pobre Tabarly, que desapareció por la borda o se tiró y pasó a engrosar la lista de los que no están pero no se sabe dónde están; lista gruesa.

Y pese al impulso, si cuando uno hace agua fuertemente al venir el viento por la aleta, que los cursis llaman de "través", no se cubren las escotillas con lona alquitranada y sujeta con mojinos ("escozíos" o no), incluso los submarinos, que como todo el mundo ha visto no tienen palos ni tangones (ni siquiera aparejo de cangreja que ya no se estila), pues o se dan la vuelta o se hunden, como algunas naos que llevan lastre de piedras.

Tengo mi mano derecha rajada, a rayas, por donde os pegaban de pequeños. Ayer, al trasladar los conejos a la nueva zona abierta ―que nos va a costar un disgusto con alguna autoridad sanitaria inconcebible―, Paco me dijo que a uno pequeño y bien blanco se le había roto una pata. Paco coge a los conejos por las patas traseras y los llevó al "Paraíso" como al matadero. Y Paco estaba triste, porque romperle una pata a alguien es depresivo. Bajé dejando mis preocupaciones y esas cosas importantes que hacen los que sobreviven, y van por tierra, no por mar, examiné al conejo y, efectivamente, tenía una fractura limpia que le inutilizaba una pata trasera, pero el pobre seguía allí, resignado, porque los conejos no gritan, ya que no son gases volátiles y sí son de fiar. Así seguí el resto de una tarde triste y torcida en que me traje a las perras al abrigo de esta chimenea a la que no queréis venir nunca (¡mira que os lo digo veces!) y entré en la noche con los problemas propios del que quiere grabar música y no conoce el orden de las canciones. Luego, hacia las cuatro de la mañana, me volvió la dolencia del pequeño conejo y ayudado en el corazón por uno de estos médicos que están todo el día pendientes de que seamos buenos y felices, intentamos entablillarle con un trozo de pinza de la ropa, usando de venda uno de los paños que Juani utiliza para los cristales y que obtiene de desechar mis calzoncillos. En la operación ―compleja por cierto, no tanto por la hora como por la fractura, que era difícilmente reducible, rechazando siempre los principios eutanásicos que os dan a todos, que queréis ir matando conejos porque sus patas se han roto―, el animalillo me arañó repetidas veces la mano, dejándola como si me hubiera peleado con Jesús Gil, aunque tecleo.

Esta noche ―que no es la anterior de las actividades clínicas y no tan clínicas―, he acompañado a Sebastián mientras cenaba puré de zanahoria, sentado en esa silla que le ponen en la cocina y con la que nunca consigue llegar a la mesa. Aparte de preguntarme si el nombre de "Héctor" es realmente un nombre o "si viene de algo" (sic.???), me ha dicho que ha empezado la catequesis y que cuando venga Raúl les enseñará varias cosas. "Raúl", que se llama "DON RAÚL", pequeño, huidizo y fumador persistente de "Ducados" y grandes puros, es uno de estos curas que el Opus llama "asociados", a los que deja que controlen Parroquias. Y Sebastián, que es un niño dulce y sensible ―como yo debí de serlo―, descubrirá prontamente los misterios de esto que se llama religión y nosotros llamamos "influencia cultural negativa en el desarrollo de los niños". Además de recitarme completamente, a cucharadas de puré, "la Salve", sin errores, ni siquiera en el "suspiramos gimiendo y llorando los desterrados hijos de Eva" (¿cómo se gime y llora al mismo tiempo que uno es desterrado a la Isla de Fuerteventura como Don Miguel de Unamuno?), Sebastián muestra tendencias que me son conocidas y que, en manos expertas, pueden acabar reventando la sensibilidad de un ser que ya no es niño.

Vosotros, que os podéis ver en las fotos que tenéis de cuando erais pequeños, que os identificáis en ellas, como os veis en vuestros propios hijos, ya me podéis rezar algo distinto de una Salve para que no me rompan a Sebastián con estas cosas. Y como ninguno sabéis traducir o entender el "Tantum Ergo", pues llegados al segundo verso os inventáis el latín apoyándoos en el murmullo de lo que los demás creen que cantan, pues os abrazáis a alguien, aunque sea a un árbol, y me protegéis a Sebastián de esto del mal de ojo que nos viene a recubrir, para que siga adelante.

Luego, pensando en Dt, ya veremos cómo nos cubrimos de los deseos sinceros, tiernos y cariñosos que tiene Sebastián para mi felicidad.

En cualquier caso, evitad la costa a Sotavento.