martes, 9 de septiembre de 2008

CORREOS DE NINDIRÍ

Poco tiempo después de llegar a esta casa en noviembre de 1999, a "Nindirí", comencé a escribir sin orden, frecuencia o consideración alguna, de aquellas cosas que, sucediendo a mi  alrededor, creía yo que eran más necesarias. Al registrar esos sentimientos en un ordenador, decidí enviarlos por correo electrónico a un buen número de personas.  
Inicialmente remití cuatro escritos, que luego devinieron prólogos o prefacios de lo que después serían los "Correos de Nindirí". Todos van precedidos de ciertos datos técnicos correspondientes a su envío por Internet y de la fecha en que fueron enviados.
"Nindirí" es el nombre de una princesa india, modelo Pocahontas, de esas que se enamoran de un terrible conquistador, como la princesa mora de Antequera o la que permanece en el Garoé, en la isla de El Hierro, cerca de Guarazoca, que es otro nombre de princesa. También es el nombre de un pueblito pequeño en Nicaragua.
Esta casa lleva su nombre.
Los textos, que permiten contrastar la distancia, no se escribieron para ser contestados, si bien algunos de sus receptores consideraron que debían manifestar su parecer. Tampoco se trataba de textos previstos para provocar una comunicación literaria. No son, por lo tanto, textos que tengan por intención, como otras veces en el pasado, generar una correspondencia.
Dicho lo que
no son esos correos, bien vale intentar explicar lo que son. Aunque el contenido ofrece lo que aquí ocurre, lo que a mí me sucede, la intención es provocar en el otro lo que a él le ocurre, lo que sucede en su entorno. Es decir, si yo hablara de un río, de un árbol, de un ser, no son tan importantes esas cosas como "el río, el árbol o el ser" que existe dentro de quien lee el mensaje, dentro de ti. No es así "mi río" lo importante, sino "tu río".
Si mediante la mera lectura de estos textos, que trata de ser ágil y fresca, logras ver reflejados tus propios sentimientos, el texto del mensaje tiene sentido. Si no logra la lectura del texto ese objetivo, la acción del receptor no deja de ser un mero divertimento, aunque siempre puede empujarle a escribir o a reflexionar sobre sí mismo.
Si el ánimo me lo permite, procuraré insertar un texto cada día, primero cada uno de los cuatro prólogos, después cada uno de los
"Correos", cuya cadencia se interrumpió, hace tiempo, con el número sesenta y tres…

Y dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
(GIOCONDA BELLI)