domingo, 23 de diciembre de 2001

NINDIRÍ-60.-


SEBASTIÁN
(Original de RFT) 


-------- Mensaje original --------
Asunto:
NINDIRÍ-60
Fecha:
Sun, 23 Dec 2001 19:02:18 +0100
De:
RFT
Para:

Puede acostarse tranquilo el sol (aquí hoy puede hacerlo) ya que hemos terminado todo. Mullida la hierba por las últimas manchas de nieve, hay brillos color turquesa que rompen el gris de estas nubes que, al menos aquí, han protegido esta casa en este día. En cambio los caminos han quedado desamparados, pues nada habrá de mostrarlos al caer la helada de esta noche. Mañana crujirán desnudos, clavarán reflejos y destellos violáceos, seguirán tranquilos, sin llegar a ninguna parte.
Cuentan que los limoneros padecen de tristeza con este frío, lo dicen así los expertos que, sin embargo, los anegan, los riegan a manta. Esa tristeza, tan humana, se reproduce mucho más en estos días y, pese a un riego tranquilo con agua templada, los enmudece. Porque los limoneros sí hablan, hablan del azahar de un pasado y del amarillo de un presente.
Hay un camino que ya no tomo. Arranca de la zona del taller donde dormita mi coche negro, perdido en trámites, y se extiende al Oeste de las últimas casas del pueblo, bajo el abrevadero y el pequeño túnel. Transcurre cuesta abajo flanqueado de laderas tranquilas, hacia Navalafuente y, en su anchura, acepta las manos tendidas y permite recolectar pequeñas semillas. Nunca hice ese camino con quien hubiera querido hacerlo y quedará para mí desconocido como un homenaje a ese desencuentro.

En la vida, en todas las vidas, hay caminos que no recorremos, pero de cuya existencia ciertamente sabemos. Son como reservas que nos hemos impuesto, por si algún día nos merecemos otra cosa. Los libros de Naipaul son también ese camino sobre el que imaginamos, pero no asentimos, porque no conocemos, porque no podemos o no queremos recorrerlo si no es con la mano elegida.
Como esos caminos de vida, el mío, el que ya no tomo, transcurre suavemente hacia Poniente, de modo que, al desandarlo, me calienten el sol y el polvo de las piedras que, no sin rabia, lanzamos con la fuerza necesaria, con la misma fuerza con la que pretendemos perpetuarnos en las ondas de un estanque o en el mar.
Como
«...sé que te perdí...»
(Maná)
pero
«...siento que te tengo dentro..."
(RFT)
es momento de recordar esto:
«PERO LA NAVIDAD NO ES SÓLO EL HITO que marca el final de un año y que nos mueve a recapacitar sobre nosotros mismos; también es una época que, en todos sus aspectos, tanto domésticos como religiosos, nos sugiere ideas alegres. Un hombre insatisfecho con su comportamiento es un hombre propenso a la tristeza. Y, en medio del invierno, cuando su vida pasa por los peores momentos y las sillas vacías le traen el recuerdo de los seres que ama, no estaría de más que se le forzara a adoptar la costumbre de sonreír. Las nobles decepciones, las nobles abnegaciones no deben ser admiradas, ni aun siquiera disculpadas, si proporcionan amargura. Una cosa es entrar lisiado en el reino de los cielos; otra, mutilarse uno mismo y quedarse sin entrar. Y el reino de los cielos es el de las gentes pueriles, el de quienes están dispuestos a agradar, el de quienes saben amar y procurar satisfacción a los demás. Hay hombres poderosos por su influencia, luchadores, constructores y jueces, que, pese a haber vivido mucho y trabajado de firme, han sabido conservar esa admirable cualidad; si nosotros la hubiéramos perdido por causa de nuestros intereses rastreros y nuestras mezquinas ambiciones, nos sentiríamos perpetuamente avergonzados. La cordialidad y la alegría deben preceder a cualquier norma ética: son obligaciones incondicionales. Y es lamentable que hombres honrados carezcan de una y de otra. Fue precisamente con un hombre de rígida moralidad, el fariseo del Evangelio, con quien Cristo no quiso ser emparejado. Si tus ideas morales te hacen ser adusto, ten por seguro que son erróneas. No digo: "Renuncia a ellas", porque pueden ser todo lo que tengas; pero ocúltalas como si fueran un vicio, no sea que dañen las vidas de gentes mejores y sencillas...»
(R. L. STEVENSON, "Sermón de Navidad")
Para mí esta vida transcurre descolocada. Es conforme a lo que me rodea, que es afortunadamente algo más de lo que tengo, pero no es conforme a lo que anhela. Pero eso no obsta a que haya de transcurrir conforme, tranquila, emocionada, porque la carencia del ser que se ama la suple la necesidad de respirar estrellas, y la ausencia de la mano en el camino, la complementa sentir aquello que ahora expreso.
Bien por algún olvido, bien por la fuerza de algo oculto, la puerta de mi cobertizo permanecía abierta hoy al amanecer. Estaba abierta para que yo diera salida a un petirrojo que allí se había instalado. Por eso quedará abierta. No os extrañe.
Que el viento os sea favorable y tengáis luz en estos días.