sábado, 28 de abril de 2001

NINDIRÍ-53.-


GANDÍA
(Original de RFT) 


Asunto:
NINDIRÍ-53.-
Fecha:
Sat, 28 Apr 2001 01:37:38 +0200
De:
RFT
Para:

Aprovechando la revacunación de Lúa, llevé a una de las conejas a pinchar peligrosamente con algo tóxico. Constaté que la paridera de arriba debe andar infectada de ácaros, de sarna que ataca las orejas, pero no pude llevar a la vieja coneja gris porque está recién parida y los gazapos no asoman aún por encima de la pelusa que les calienta. No sé cuantos son, ni me atrevo a mirarlos, pero mañana, al echar las gotas a la madre, lo comprobaré con cuidado.
Entre tanto, saqué a la pareja moteada de la zona infectada y la bajé al espacio abierto con el resto de los machos. Para mi sorpresa (siempre la falta o el exceso de criterios es algo pernicioso) encontré esto: «La lechuga del Conejo Jefe la robaban los Owsla de un huerto a medio kilómetro de distancia a través de los campos.» (R.Adams: «La colina de Watership»; Ed. Seix Barral, Barcelona 1998) Así que, lo que decía Pedrosa era mentira, como muchas cosas en este mundo, y los conejos consumen grandes cantidades de lechuga.
Lo que no acierto a explicarme es que, queriendo algo de mí, no me lo planteen.
En la copiosa relación de correo que mantengo me he acostumbrado casi a cualquier cosa. Así, hace ya bastante tiempo, empecé a escribirme a mí mismo con tal encarnizamiento que mi interlocutor se transformó en otro ser. De esta forma recibo correo de mí mismo que escribe otra persona, pero que tampoco es esa persona. Cuando me contesto, o mejor, cuando contesto a esa persona, tiendo a dotarla de la propia realidad que ella misma se ha creado, pero al paso del tiempo, que suele marchar por sí mismo, he sabido que esa persona es otra distinta. En tal conflicto, me contesto a mí mismo, respondiendo a otra persona que sé que no es ella, que es otra distinta.
Tengo que medir cada frase pues, prescindiendo de no ser ya yo mismo, debo contestar al ser real y creado, pensando en otro distinto que no soy yo, ni es el ser real y creado, y no puedo romper tal círculo porque me quedaría sin esa correspondencia.
¿Y cómo escribirle a alguien, sin pensar en él, pero pensando en otro ser, que siendo ese alguien, no quiere ser yo mismo? 

Con esta estupidez de la novela en la que se reivindica hasta la médula que no ha de transgredirse nunca la norma de ser uno mismo a trozos en cada personaje, con esta manía de que todo ha de ser fruto de la invención y el ingenio, romperemos la novela y recrearemos los cuentos en nuestra propia vivencia, dejando, eso sí, que sea la poesía, recargada y barroca, la que nos explique, sin ofrecernos, sin inmolarnos, sin derramar una sola gota del amor que sentimos.
Sin estas cavilaciones, ayer me abrí la cabeza al ponerme repentinamente en pie para dejar las botas de agua y, al sangrar en abundancia, me vi con maquillaje de guerra, con limitaciones y trazas de ese combate. Pero, si estoy dispuesto a ofrecerme, ¿por qué no me aceptan?
Vuelve el frío a la física de las noches estrelladas.
Puedo contestar diciéndole que ya lo sé, como puede preguntarme por ella fingiendo yo que no lo sé, pero ni yo deseo romper la ficción como contacto ni ella desea decirme lo que realmente quiere.
¿Me romperé nuevamente?