martes, 6 de marzo de 2001

NINDIRÍ-48.-


Esther
(Original de RFT) 


Asunto: NINDIRÍ-48
Fecha: Tue, 06 Mar 2001 00:02:02 +0100
De: RFT
Para: nindiri@lettera.net

Escribo casi siempre por las noches y lo hago ―ya lo he apuntado― porque me parece que necesitamos a los extraños para decir muchas cosas. También escribo porque busco y porque quiero que me encuentren. ¿Y quién no quiere que le encuentren? ¿Verdad?
Pero realmente:
«...es más fácil llegar al sol
que a tu corazón...»
(Maná)
Hay dos ensayos importantes de Stevenson, uno «Sobre cómo disfrutar en los lugares desagradables» y otro «Notas sobre los movimientos de los niños pequeños». Amo los niños (alguien pensará que no) y siento, como algún traductor de Kipling, que «(…) la infancia se encuentra disuelta en la sangre adulta».
«...Salvo en el corazón de los niños,
que en su ternura,
recuerdan
que antes hubo agua
que bajaba entre las peñas
en las que resbalaron
mellándose aquel diente
y que esperan,
en sus sueños,
que ese agua regrese...»
También me gusta tener manzanas por toda la casa y comer higos secos.
Sueño ―es de Steinbeck― con una cazadora de ante con un enorme bolsillo atrás en el que quepa una princesa india y necesito ver el mar algunas veces.
Hay una isla al Este de Morecombe (condado de Lancashire, Inglaterra), a la que sólo se puede acceder durante algunas horas del día. Se debe a las mareas y el coche debe deslizarse hacia ella en terreno que, pocas horas antes o más tarde, estará varios metros bajo el agua.
El ruido asusta a los pájaros, aunque Noel Clarasó dice que son capaces de quedarse a anidar bajo cualquier seto, sobre todo los ruiseñores. Ignoro quién habrá sido el cretino que ha arrancado las parras y está poniendo arizónicas cerca de esta casa.
Estoy tan fatigado como los rosales y probablemente intoxicado como ellos, por esta manía de mortificar a los pulgones que traemos desde la rosa de "El Principito". ¿Habrá pulgones en Nicaragua?
Cuentan que Unicef organizó un sistema de reconocimiento fotográfico en los años cuarenta, que luego se aprovechó en Kivu, durante las matanzas y guerras étnicas de Uganda, hace dos años. Las poblaciones indígenas no se acostumbraban a tal reconocimiento, consistente en ver miles de fotografías de niños perdidos, tamaño carné, con sus caras tristes. Es algo así como cuando vemos las estanterías del híper y no acertamos a ver la lata que buscamos.
Una madre, un día, consiguió ver a su hijo en uno de aquellos paneles e identificó su foto, pero cuando el fotógrafo quiso ayudarla la madre, dolida, dijo señalando la foto con la cara del niño:
─Mi hijo está muerto. Le han cortado la cabeza. ¿No lo ve usted? No tiene cuerpo.
He leído, no sé dónde, que la palabra «psychopanichia» significa el sueño del alma durante la noche y me ha parecido muy dulce.
Debo volver a cerrar la persiana por las noches, pero dormir me sigue pareciendo morir un poco más.
¿Dónde se venden los cascabeles?
No sé por qué deformación en el hablar tiendo a decir «chismes» en vez de «trastos» (antiguos o no). El otro día me entendieron mal, es decir, entendieron «chismes» por lo que ha de entenderse, cuando yo me proponía hablar de «trastos». «Trojes», decía mi padre, que es como hablar de humedad, olor de libros.
He pasado algunos fines de semana luchando contra pulgones que invaden los rosales de las macetas, por un principio de reproducción masiva que no he conseguido entender (tampoco entiendo el ciclo de Krebs, pero da igual) y pese a los esfuerzos que expone Noel Clarasó. Éste, en su empeño, aconsejaba hervir colillas (¡¡¡sí sí!!!, colillas), casia amarga o creolina, todo con trocitos de jabón, para que luego pegue al darlo con un pincel. Yo creo que esto, en vez de matar los pulgones, los engorda.
Me ha llamado Sebastián y me ha dicho que está viendo «La Maga y el Gagagundo». Lo de la «Maga» suena a Rayuela.
Esther solía contar que, hace años, una amiga suya vivía en un piso en el que había un árbol ―un chopo― junto a su ventana y que, al ir creciendo, le daba miedo, pues podía propiciar la entrada de ladrones por su balcón, escalando el árbol. Preocupada como estaba esta mujer, Esther le dijo que tenía un amigo que andaba por esos montes de Dios recogiendo animales muertos, especialmente lobos; le llamaban siempre que había un lobo muerto en cualquier lugar. Llevaba consigo un tarro con un producto infernal (probablemente alguna mezcla de formol) y contaba que allí donde se le derramaba un poco del líquido, el suelo quedaba yermo. Así que, una noche, vaciaron un tarro de esos (Dios sabrá cómo lo obtuvieron) en las raíces del chopo y la preocupada amiga se fue de vacaciones tan contenta, pensando en la total destrucción del árbol de sus temores por puro envenenamiento. Dicen que Dios castiga a los imprudentes: al regresar en septiembre, el árbol estaba estupendo, jamás había estado tan frondoso.
Pues eso es lo que debe pasar con los remedios para los pulgones y, además, temo que estén saltando a otras plantas.
En fin, otro día hablaremos de la ópera. Yo no tengo mucha idea, pero dicen que es como las matemáticas o como San Pablo: que si te pones a leerlo acaba gustándote. A Pepa sí le gusta la ópera. Se va a Austria en verano y hace ese tipo de cosas que hacen los periodistas. A mí me gustan los rusos; Rachmaninov, sin ir más lejos.
Y todo esto por los «trastos» y los «chismes».
Y vosotros: ¿qué clase de «chismes» coleccionáis?