jueves, 30 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-33.-

Cerezas de Nindirí
(original de RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-33

Fecha:

Thu, 30 nov 2000 02:45:21 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net

Ya os decía yo que al final se rompería el saco (el saco o el cántaro, que para el caso es lo mismo) y acabarían atacando los piensos. Saben que lo que hacen estaba mal, pero es ahora cuando se atreven a reconocerlo. Mientras tanto, me estoy gastando una pasta en repollos y lechugas porque, digo yo, ¿qué hay en el mercado que pueda comerse?

Cuando abrí la jaula principal esta tarde y empecé a deshojar un repollo, como si fuera margarita, entre el sí, el no y el tal vez se cayó un conejito blanco al suelo. No pudo emblanquecer más porque ya era níveo, pero se quedó inmóvil del susto, hasta que lo acaricié y lo reintegré a su sitio algo aturdido.

Pensando en esas cosas y en su «Watership» personal me vino al recuerdo, al requiebro, algo que leí el otro día y me produjo risa al comentarlo así para mí:

«El ganadero, que tiene una vaca escondida en lo recóndito de la más profunda Galicia (y más loca que una oveja de esas que B refiere como portadoras de una enfermedad inveterada que en Castilla conocen como "dormidera"), se encuentra con su mortandad una mañana y en lugar de avisarnos, ya que los veterinarios no van nunca, agarra una pala excavadora y entierra la vaca al abrigo de lo oscuro, de lo callado y desconocido. Alguien se entera, da el soplo y desentierran la vaca que estaba ya, loca, por supuesto. Entonces, reúnen al resto de la cabaña y la ejecutan en un silbo, y se acabaron las vacas y la prosperidad mediocre de la familia del ganadero.

Pero no queda ahí la cosa, pues, al parecer, no contentos con eso y según la propia Guardia Civil, para más inri y perdición de su familia, el ganadero está a punto de entrar en prisión a cumplir condena por una agresión sexual a una vecina que volvía un día de un velatorio, lo cual, si lo dice la Guardia Civil..., vaya usted a saber...»

Y me digo yo, que algo torpe soy:

¿Qué daría de comer este individuo a las vacas cuando asalta sexualmente a las vecinas a la vuelta de los velatorios?

Pues ya que sostengo con fiereza (¿furor?) y sabéis que hay una piedra de la pirámide de Keops que está orientada a la ciudad de Murcia y no pasa nada, también abogo porque pongamos las vacas de nuestro Carcassonne diario en torres de ventilación (¡¡¡vaya nombre!!!) de Alcoy y juguemos a los submarinos.

Se me está acechando el otoño por el garaje y acabando de descubrir las miserias porque, quiera o no, encuentro, desgraciadamente, que no me pasa nada.

Pero del buen brazo del "Brumario" de Ramón Ayerra, enlazo con la dulce frase de Gerardo Diego, cuando le dijo a su mujer:

"TE HE QUERIDO MUCHO, PERO SÉ QUIÉN ERES"


martes, 28 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-32.-

«PLAYA PEQUEÑA»

X400

Asunto:

NINDIRÍ-32

Fecha:

Tue, 28 nov 2000 01:32:27 +0100

De:

RFT

PARA:



Un periodista del diario "El Mundo" ha publicado el 27 de noviembre que a 37 grados 35 minutos de longitud este y 69 grados 40 minutos de latitud norte, a 180 metros de profundidad, está hundido el submarino ruso "K141-Kursk", en el mar de Barents.

Imagino yo que si vamos hasta allí, aunque sea sin bajar, habrá alguien esperando ¿no os parece? Tiene que haber alguien en el sitio, de ahí que la orientación, por poco que falle, nos viene servida por presencia, que es lo mismo.

Conozco al periodista, aunque se ha quitado un "del" con el que introducía su apellido. Le conozco porque solía pedirme la llave de mi casa para acostarse con una señora casada. Lo hacía por las tardes, como de 4 a 6, y yo debía deambular sin remedio en esos días del encuentro, por esa existencia en la que a uno le apetece estar en casa pero no puede porque está "ocupada".

El tránsito duró varios meses, pero no recuerdo si me cansé yo, si se cansó él o si la que realmente se aburrió fue ella. La situación me parecía chocante, pero como ya conocí a una chica (Rachel) que solía venir a bañarse a mi casa en Queensway (sólo a bañarse), me acostumbré a estas veleidades.

Quizá debería proporcionar las coordenadas de esta casa mía, por si viene alguien, pero aunque algo tuve que orientar el telescopio el pasado mes de julio, me parece a mí que no resulta tan necesario llegar al extremo de indicar tales cosas. Y no es que yo me queje de que no vengáis a verme (casi ya no tengo hijos, como no tengo esposa, ni casa, ni vida), sino que me parece un poco extremo que nos indiquen las coordenadas para la macabra localización de un submarino hundido.

Siempre me han preocupado los muertos marítimos y creo haber leído hace poco que Platón consideraba la existencia de tres clases de hombres: los muertos, los vivos y los que van por el mar.

Años más tarde, más tarde de aquellos encuentros sexuales del "aprés midi", me encontré al periodista en Asturias, desembarcando en el pasillo de un avión. Mi condición era precaria porque llevaba en la mano la urna con las cenizas de mi padre. Cuando pasé el control de equipajes de Barajas tuve que meter la urna en el aparato de rayos y un guardia (siempre hay algún guardia). me preguntó que qué era aquello. A punto estuve de decirle que era peyote o algo peor, pero me callé. Por eso, al encontrarme a CT (así se llama el periodista) en el pasillo del avión, con el cogote torcido porque es difícil estar de pie al levantarse del asiento en esas cabinas, no tuve otro remedio que informarle de la presencia de mi padre, cuando menos en aquella forma, pero no le di sus coordenadas porque al cementerio de Ceares sabe ir casi todo el mundo.

Una de las últimas cosas que Paco ideó en esta casa fue levantar unas piedras enormes en el jardín y rodearlas de plantas, construcción entre menhir de Obélix y lápida de tránsitos. Por eso hoy, al conocer esas coordenadas de ataúd submarino, me he acordado del reposo desnudo y yermo que hay en el jardín, o sea (como dice Umbral), sin mi padre.

Como si fuera la misma cosa, me he preguntado por qué no dejamos caer las cáscaras de nuez en los jardines o el porqué de ese barrido de hojas otoñales que nos imponen comunitariamente, pues dicen que las hojas muertas son feas y ensucian. Si yo paseo con mis nueces en el bolsillo, ¿no debo tener el placer de lanzar las cáscaras al suelo para que sirvan de barcos de mi soledad o de casitas de niños que investigan las hormigas; o aunque sirvan tan sólo para lucir (y oír) un "crack" de vez en cuando que nos señale el alma de lo pequeño?

Desvaído, decidme, ¿recogéis acaso las cáscaras de vuestros versos y las abandonáis como castañas en los forros de chaquetas como el que aprieta el corazón a cada instante? Y si acaso os puede el recuerdo, ¿dejáis por ello de acunarlo, de mecerlo, para disolverlo en el nido de la confusión diaria?

Me ha pedido Sebastián que le redacte la carta de Papá Noel o la de los Reyes Magos, porque me temo que es igual. Me recuerda seriamente en llamada telefónica que el año pasado ya hice algo respecto de una dirección comercial. La verdad es que se empeñó en que enviara la carta a San Sebastián de los Reyes, porque ahí deben vivir los Reyes dijo él y no en el Polo Norte o en el Palacio de su Majestades los Reyes Magos de Oriente, o esas cosas que resultan en extremo complicadas.

El servicio de Correos, bastante más terco que el propio Sebastián que me empujó a echar la carta hasta el buzón en Alcobendas (y desde luego muy estúpido), me devolvió la carta indicando "señas erróneas", pero como ya tuve que pelear con todos los jefes, subjefes, directores de departamento y encargados de cartería para lograr que mi correspondencia llegara a esta casa, (esfuerzo inútil pues la estupidez de Correos aumentó con el tiempo) sin indicar coordenadas, consideré estéril intentar pelear tal devolución. Así que me guardé la carta en algún sitio que, desgraciadamente, olvidé (como guardo los recuerdos de quienes dejan de quererme) y este año intentaré direcciones más prosaicas, es decir, vulgares.

Cuenta Augusto Monterroso, en un librito precioso de fábulas y cuentos, que una vez había una oveja negra y la fusilaron, pero que un siglo después el rebaño, arrepentido, le levantó una estatua ecuestre. De esta forma, cada vez que aparecía una oveja negra, la fusilaban para que las jóvenes generaciones pudieran ejercitarse en el arte de la escultura.

Va rebosando el tiempo de mazapanes, de higos secos, pero yo, por los pequeños huecos (¿puertas?) en que el sol se filtra al atardecer, me imagino cuidado, estrechado y pequeño, como si de esa luz que escapa al control de las nubes, viniera alguna vez quien me cogiera de la mano.

P.S.:

Hola Nicolás.

Adiós Nicolás.



viernes, 24 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-31.-


Dibujo original de Sebastián
(agosto 1996)


X400

Asunto:

NINDIRÍ-31

Fecha:

Fri, 24 nov 2000 02:24:07 +0100

De:

RFT

PARA:



Llevo un tiempo pensando que nunca he tenido una novia japonesa, ni siquiera una amiga japonesa, si es que yo puedo tener amigas que no sean novias o lo que sean. Ya sé que es una divagación que os resulta intrascendente, pero a mí me preocupa más de lo necesario porque, además, no conozco a ninguna japonesa: ¿o sí?

Y el caso es que el pensamiento no se me aparta, no se me distancia ni cuando bajo, ahora de noche, a rellenar los sectores del pienso diario. En tal labor, hago lo posible por no leer la etiqueta del pienso de los conejos pues, como ya anuncié el otro día, deben estar comiéndose toda la harina animal (¿harina?) que han retirado (dicen) a las vacas. No deja de ser una buena precaución, porque como Sebastián se entere de que alguien se ha comido un conejo vamos a tener un buen problema en esta casa. Por eso y por otras causas, como tenemos que ampliar el lugar de los patos, me extenderé en hacer una conejera entrando a la derecha, abajo de la residencia de verano de la señora Lúa y cerca de la tapia, con un buen letrero que diga: «Conejos alimentados con “harinas animales” modelo Creutzfeld Jacob»
Lo de mi novia japonesa, lo de mi ausencia, me ha traído a la cabeza otra reflexión. Pero las ausencias ya sabemos todos que no rinden arco iris ni brisas nobles. Mi padre se presentó un día en un pueblo de Cádiz con un «ausente» y en cada sitio que entraba, la gente empezaba a recular y a huir, pues al «ausente» lo habían declarado muerto hacía unos años por cuestiones de adjudicación de una herencia.
Pensaba yo que en la cadena alimenticia en que me muevo de resolución de conflictos, a base de mandobles judiciales, se provoca una paradoja insoportable. Si hemos de pensar que los conflictos son malos o, cuando menos, molestos, lo lógico es que desaparezcan porque, ¿a quién le gusta un pleito? Y si los conflictos han de desaparecer en aras de la bondad y armonía o amor en la gente (armonía/amor-nía; saber/sabor), ¿de qué voy a vivir o trabajar yo? Por ello, pese a lo de la japonesa, estoy condenado a saber que tengo que vivir siempre en los conflictos de los demás, en ese lugar que los demás no quieren y detestan, lo cual resulta ser descorazonador y muy poco japonés.

Hay gente que cuando hace daño persiste en creer que tiene que seguir hablando para justificar ese daño y si pueden llamar y contártelo, pues mejor. No les basta con hacer la puñeta sino que te tienen que contar por qué te hicieron la puñeta o pretender que lo que hicieron tiene justificación, cuando lo bueno, lo obvio, es no hurgar en la herida causada. Pero somos tan soberbios/bias que además de considerar que no hemos hecho nada, cuando ya lo hemos hecho con alevosía y ensañamiento, nos irrogamos el placer de hacérselo ver a quien hemos machacado.

"Samba triste-samba triste."

Pero hay quien no define su intimidad pretendiendo que los demás no la infrinjamos, pese a no conocer tales límites. Se inicia así el lugar del «tacto», el que uno ha de tener pese a la oscuridad, y de todos es sabido que el tacto en la oscuridad es aconsejable cuando no se obtienen las formas de otra forma o manera, como con las japonesas.

Hace muchos años me empeñé en un experimento fotográfico. A base de retorcimientos y contrastes pretendía conseguir que la persona que viera una determinada de mis fotos, pudiera decirme cosas de la fotografiada y ─en su caso─ el nombre. Conseguí así una foto (una Panatomic de 32 ASA forzada a lo bestia) casi a oscuras, en la que hube de limpiar tal cantidad de imperfecciones, contornos, torsos, escorzos y densidades, que acabó siendo el reflejo de un ser de porcelana. Porque hay mujeres que son de porcelana, por ejemplo las japonesas. Aún conservo la foto, pero no he conseguido que nadie me diga cómo se llama esa mujer, ya que no es ella, es lo que soy yo y dejé allí impreso, entre cubetas.
El viento baja racheado y golpea bruscamente la rejilla exterior de la campana de la cocina y yo, en este barco, mantengo los verdes de manzana contra los pardos de las nueces, pero no me hago al control de ese viento, dejo que me atraviese, como me atraviesa la terneza de un soplo, la ternura del recuerdo en lo que fui y en lo que me dejó y dejé.

martes, 21 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-30.-

MAR DE PIZARRA
(Original RFT)

X400

Asunto:

NINDIRÍ-30.-

Fecha:

Tue, 21 nov 2000 02:22:29 +0100

De:

RFT

PARA:

nindirí@lettera.net


El jueves conseguí pasar la tarde aquí ―mi tarde, tu tarde― y he visto pasear al sol por la ladera, sobre el Lanchar de la Condesa, que le hace de contrafuerte. Como las nubes traslucían algunas veces, la luz del Sol se hacía franjas y estallaba en arco iris, se veía llover y solear las crestas al mismo tiempo, y los verdes amarillentos que caen al norte reforzaban el gris plomizo de esas nubes que, en cabellera, traspasaban el monte. En mi visión desde esta mesa, las nubes me atraviesan y marchan hacia Madrid, hacia lo que queda de cada uno de los días que, cada vez más cortos, se esconden en mi horizonte.

Los pequeños conejos de la última camada se atreven con las hojas de repollo con las que les surto. Ando complicado con el pienso y la lectura de su composición me pone los pelos de punta pues, ya se sabe, perro no come perro. El problema es que no hay variedad y no puedo estar todo el día segando hierba para suplir tales carencias del frío. Sucede lo mismo con el pienso común de las gallinas, codornices y patos. Las gallinas, muy ponedoras últimamente, rechazan el polvo que el pienso molido les deja y no encuentro variedad exenta de polvo, a salvo que compre yo el grano directamente que resulta mucho más caro y menos ajustable. En cuanto a los patos, podrían comer tuercas si les dejo, con una voracidad feroz.
―¿Y para qué sirven los patos? ―me preguntaban el otro día. La verdad es que no lo sé, pero están ahí y, algún día, darán huevos, digo yo, pero como la distinción de hembras y machos resulta compleja (están todos con un aspecto amarillento deleznable), no me queda otro remedio que esperar.
Sacamos las patatas rojas del primer bancal adicionado al huerto y, la verdad, no son muy grandes, aunque no sé lo que he hecho mal. Y recogí rábanos grandes, sabrosos y generosos, pero se heló la última siembra de judías verdes. Aquí vamos a estar parados hasta marzo y luego no habrá forma de consumir los primeros brotes de ajo.

No voy a podar este año, salvo los pocos rosales, porque las ramas no son fuertes hasta ahora y dejarían de empujar los árboles y debéis acordaros de que en abril se helaron casi todas las primeras hojas y hubieron de retornar y brotar nuevamente con gran esfuerzo.

No puedo seguir ningún calendario, ni por aproximación, y me guío por una intuición extraña que poco caso hace de las circunstancias de cada cosa. En esa intuición, pasé el fin de semana más alegre de estos últimos meses, entre cocidos y labores, trasladé bastantes tiestos al garaje para cubrir ciertas zonas en primavera y «semillé» (sementé) unas peras, un acebo y algunas plantas espinosas. También intentaré que brote una nueva variedad de manzana más dulce y acorde a mis sentimientos.

Y en mi interior, rondan vientos de marcha, aunque en los dedos tengo el gusto de mandarinas y en el alma agitación y destemplanza. Serán los vientos que bajan o el sonido de mis botas en la tierra de la cañada, en el rocío tímido de los pastizales improvisados que el Ayuntamiento no segó y que amenazarían fuego si no fuera por el tiempo.

Pasé así de chimeneas a polvorones de aceite de oliva que en esta casa siempre abundan por causas menores y motivos de desayuno, y que no incorporan la grasa de cerdo que despierta el ajonjolí y la esencia de limón. Y "membrillé" todos los armarios, sin buscar la compota que me acercaría a la sencillez.

Son tiempos de castaña y dátil, pero no pude dar descanso a Humberto, ni me resistí al devenir de unas semanas extrañas.
¿Acogeré por fin mis sentimientos y dejaré que la ternura se me escape hasta en los regueros de estos mis dos ojos?
Hoy ya he vuelto abrazado y querido, pero de esto hablaremos más despacio.

jueves, 9 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-29.-

EL PEQUEÑO NICOLÁS
(Circa, junio 1990)
(Foto original de RFT)

X400
Asunto: NINDIRÍ-29
Fecha: Thu, 09 Nov 2000 01:21:04 +0100
De: RFT
PARA: nindiri@lettera.net


Querido Nicolás:
Anoche empecé a leer un libro de claves para comprender a los adolescentes. Según me cuenta este libro cruza los dedos hijo mío, no nos vaya a pasar lo de Ana Rosa Quintana con esto de las citas, resulta que tú eres un chico brillante, seguramente uno de los más brillantes del mundo. Sin embargo, te ves obligado a trabajar para dos personas mayores, mucho más mayores que tú, que padecemos discapacidad mental y que, ¡¡sorpresa!!, somos tu madre y yo. Nuestro nivel de inteligencia es inferior al tuyo y tenemos un conocimiento del mundo extremadamente limitado y muy por debajo de tu capacidad.
Pese a ser esto muy cierto, estamos todo el día diciéndote lo que puedes o lo que no puedes hacer: siéntate derecho, no sorbas los espaguetis, retira la ropa sucia, baja el volumen de la “tele”... Al mismo tiempo, el asunto es cada vez más horrible porque te damos instrucciones para hacer ciertas cosas y solemos reiterarte, con sermones, lo que es importante y lo que no lo es; todo ello pese a tu inteligencia. Te pedimos constantemente que hagas cosas incomprensibles y no encontramos razón a tus exigencias o a lo que nos pides. Hablamos de cosas raras, impertinentes, y que para ti carecen de importancia. Para colmo de males, nos atrevemos a explicarte lo que es la vida y sus problemas, aunque no lo entendamos bien. Lo hacemos pese a que intentas decirnos que no te entendemos y pese a que nos reiteras que nada de lo que decimos parece serte comprensible. Y además, insistimos en molestarte con instrucciones, peticiones y tareas totalmente desvinculadas de lo que tú haces.
Es fácil saber cómo te sientes. Estás frecuentemente enojado porque estas dos personas, que somos nosotros, tus padres, muy inferiores a tu capacidad e inteligencia, no hacemos otra cosa que decirte lo que tienes que hacer. Por eso murmuras mucho, sacudes la cabeza y hablas lo menos posible con estos dos seres que somos inferiores. Tratas de permanecer alejado de nosotros el mayor tiempo posible, tiempo que dedicas a tus amigos que son comparables a ti en inteligencia y, además, tiendes a olvidar algunos de los encargos que te hacemos para realizar actividades tuyas mucho más valiosas que lo que nosotros te decimos.
Todo esto ocurre porque te ves obligado a trabajar para personas más inferiores que tú, personas torpes como nosotros que además te entregan una miserable paga por tu trabajo, ya que somos unos empleadores deleznables.
Yo mismo, desde este verano y los incidentes habidos, tan sólo te saludo. En mi torpeza, sabiendo que crees que no te quiero y que, por mi subnormalidad manifiesta, no te importo nada, procuro estar todo lo distante que tal torpeza me permite, dándote espacio para que puedas saber si te importo algo más que un pito y procurando no molestar:
-Hola Nicolás.
-Adiós Nicolás.
Poco más te digo en esta gimnasia torpe que me caracteriza, con la cual alcanzo un grado de imbecilidad mayor.
Nos dicen, esos otros adultos torpes que tan retrasados son como nosotros, que el problema no radica en que te dispares con alcohol o drogas, sino en que te fugues. Es decir, no hemos de preocuparnos por tu educación moral que, al parecer, sí hemos conseguido trasladar en nuestra estupidez, sino porque te canses y decidas largarte o bajarte del autobús antes del destino.
Son cosas de adultos torpes o de libros, como ya sabes, pero no me resisto a contártelo con la falsa esperanza de ser aún más idiota. Es como cuando uno se empeña en que le quieran y espera el amor de alguien, como se espera un contacto o una llamada y, sin embargo, si no te llaman, si no quieren estar contigo, es porque no te necesitan, porque quizá te quieren sólo «como un amigo», no como el ser que debería hacer explotar el cariño en el otro, no te quieren ni te desean con el amor que tú quieres abarrotar y que se te escapa por los poros.
En mi incompetencia, no he retirado aún de la nevera el dibujo de las peras que me enviaste hace dos años en un día gris y feo, ese dibujo pegado a la nevera con un imán de galleta «chiquilín» que le ha costado un disgusto dental a más de uno. No lo he retirado, porque aún le rezo, como a la estampita de la Virgen del Remolino que trajo Juani para proteger esta casa y que permanece abierta y esperanzada, como yo he dejado el maletero del coche, para que salga la peste del olor a pienso de conejos y gallinas sí, ya he sacado la bolsa de basura que llevaba hace quince días y la he dejado en algún sitio.
Ser mayor es ser olvidadizo, cegato y algo estúpido. En este tiempo, más de dos meses, no he tenido un beso o una mano tuya que se apiade de mi torpeza, pero tampoco los tengo de casi nadie y muy poco, verdaderamente poco, de quien amo; así que, aunque no me acostumbro, porque a esto, hijo mío, no se acostumbra nadie, me aguanto adelantando la noche todo lo que puedo, y luego, vago torpemente por las conciencias de los demás, las que tienen y las que yo he creado.
Hoy, querido hijo, he oído a un actor hablar de que su papel era el de un ser «muy cerebral», para descubrir que se trata realmente de un ser muy de corazón, en esa esquizofrenia de creer que ser cerebral o de corazón son cosas distintas o de creer que en el cerebro no está el corazón y al revés. Luego, me he despachado a gusto con la columna de Félix de Azúa en «El País», cuando habla de que ciertas cosas que quizá sólo sean lo que llamamos «bondad», que ni vemos ni conocemos, están hechas únicamente para que Dios las vea, y no me he resistido, en mi ignorancia, a pensar que quizá ciertas cosas de las que hacemos en tu vida diaria, son sólo para que "Dios las vea" y no para que tengan un efecto demoledor sobre la realidad: tu realidad, tan ajena a la nuestra.
En fin, hijo mío, ya conozco que puedes recordar mis sermones palabra por palabra y, en esta mi soledad e indiferencia, en la que me siento, no me pongo, quizá transgrediendo todas las normas, te envío un abrazo fuerte que no has de recibir, pero que alguien te contará alguna vez, entre tus sueños.

PaPá.

martes, 7 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-28.-

14 de junio de 1957


X400

Asunto:

NINDIRÍ-28

Fecha:

Tue, 07 Nov 2000 00:14:55 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net


En las últimas dos horas se ha ido la luz ocho veces. No se va en el pueblo, ni en Bustarviejo, Soto, Miraflores o en La Cabrera. Tampoco se va en Madrid o en algún alma, así que, si me pilla con esto abierto, os quedáis sin mensaje y yo cruzaré los dedos para que mi UPS no reviente de nuevo.

Miércoles, que anda solo de Jueves, está paseando por mi ventana buscando cobijo a su soledad incomprendida. Baja al garaje y busca sitio, pero no se encuentra en su mantita, en su casa, donde tiene la comida, junto al calor del gallinero.

Tenemos viento de fuerza «6» inmensurable, mas aún no llueve. Lleva así casi todo el día y uno de los brazos de la tormenta me acogió a media tarde, mientras subía, descargando con fuerza a partir del RACE. Debería encender la caldera para pasar la noche en paz, pero me temo que, en un apagón, se vacíe la presión y se machaque para siempre y, sin remedio, mañana tenga que utilizar la entereza de una buena ducha fría a tres grados.

Dicen que el invierno será seco y yo digo que a los patos no les importa si se pueden arremolinar en cualquier sitio.

Miércoles, huérfano de Lúa, juega con el pequeño león que dejaron los niños en el jardín el sábado por la tarde; ya lamido y volteado, poco aguantará de ahora en adelante. Mientras, llevo paseándome con la basura en el maletero del coche desde hace tres días. Sencillamente se me olvida parar en el cubo general que estaba volteado por el viento esta mañana, mañana de infiernos. Si no me acuerdo de dejar la bolsa mañana, convertiré el coche en un basurero.
He dejado la vela encendida toda la noche. Ahora, en este teclado de los pequeños dedos azules que me deja repetir hasta la saciedad "my previous track", traslado las transparencias de esta noche.

Muchas veces nos creemos las pequeñas historias que nos inventan los demás para subsistir y, en esa creencia, acabamos haciendo nuestro lo que no es más que humo y planteamientos. Reaccionamos como si algo fuera nuestro a la luz de la historia desbrozada y jugamos a reivindicar como propia la ilusión de lo que, habiendo sido ajeno, ya consideramos parte de la realidad invertida.

Por eso, el sótano está lleno de hojas rojas, y la vida, lo que hacemos con la picaresca del agua, retrocede ante la mirada perdida de un instante, el instante en que decidimos ser nosotros.

lunes, 6 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-27.-

CANAL DE SUEZ
(ABRIL 1985)
(FOTO ORIGINAL DE ESTHER MEDRANO)


X400

Asunto:

NINDIRÍ-27

Fecha:

Mon, 06 nov 2000 00:28:01 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net


Me da en la nariz que el otro día andabais todos medio torcidos con el «NINDIRÍ-25», que se envió dos veces, pero no eran dos mensajes iguales, sino que tenían dibujo y foto distinta, por causa de los excesos de la técnica y de mi servidor de correo, que se quejó del tamaño. Así que, el que pudiera arreglarlo, pues bien, y el que no, se lo ha perdido en la papelera de las ideas que todos contamos.
Yo, todo lo que mando a la papelera acabo necesitándolo, porque me he dado cuenta de que no sé prácticamente nada y cuanto más leo, menos concibo. Además, en estos días en que ni siquiera se hielan los tomates y no aparecen ya los repollos fantasmas, el desconcierto me acucia las rodillas y me degrada en una mayor incertidumbre.

Le comentaba anteayer a Carola ―a la que agradecí mucho que se pasara por aquí a dejar reposar los ojos― lo que Umbral le contestó el otro día a un periodista algo tibio (¿o debo decir imbécil?) que le preguntó:

―Dios existe, ¿o estoy yo equivocado?
Está usted equivocado y Dios también lo está― dijo Umbral.

Pues eso; ya que metido en conjeturas del Reino, que genera y articula de igual forma que otras veces Castillo, regreso al silencio más profundo ante mi ignorancia.

No sé ni contestar qué pintura o pintores me gustan, ni sé quién va a ganar las elecciones americanas; es más, me temo que esto último me importa un pimiento, a pesar de que alguien se molestará sabiéndolo. Y mi incertidumbre proviene más de un despiste que de la desesperanza, aunque también proviene de la ignorancia:

«...Durante toda la vida se había asombrado de esa facultad que tienen las ideas de aglomerarse fríamente, como los cristales de nieve, formando extrañas y vanas figuras, de crecer como tumores que devoran la carne que los concibió, o asimismo de asumir monstruosamente ciertos lineamientos de la persona humana, como esas masas inertes que traen al mundo algunas mujeres y que, en suma, no son más que materia que sueña...» [1]

―¿Ha leído usted esto o aquello?

―Sí―respondo cada día más ignorante.

Pero al reconocerlo, parece que me libero de un peso grande, no tanto de la gravedad con que los demás quieran verme o considerarme, como del lastre que yo dejo al no tener que ser alguien por más tiempo. En ese vaivén gracioso, que me tolero, aparezco más como el periodista (es decir, como un imbécil) que como el autor, que si bien escribe con soltura, no deja de sorprenderme por lo oportuno, pues, en estas mis correspondencias (y mientras le digo a Mario que sí, que nos veremos la semana entrante cuando él venga a tocar con la orquesta aquí, a Madrid), recuerdo que ayer se preguntaba José Laguna:

¿Y si Dios no fuera perfecto?

Entre riña y cavilación, pocas meditaciones me quedan y se me ha perdido Jueves de un día para el otro. Habrá ido de gatos o se habrá convertido en un alentador de esperanzas ajeno al pienso de las gallinas y buscando la fortuna donde ya no queda.

He alineado mis cajas portalápices-portapinceles y he creado ante la chimenea ―que ayer encendimos para dejar venir la primavera despacito―, un pequeño lugar de sarcófagos exhibidos, entre inciensos y trozos de pipas rotas, castañas, higos secos, vasos, tableros inconclusos, cajas verdes, canicas, caramelos de cristal y hojas de buganvilla, piedras pequeñas con agujero en medio ―de quien ya no me pertenece el corazón―, puntas de flecha normandas ―de quien tampoco tiene tiempo o ganas de ofrecerlas por su descorazonamiento― y cuencos de fruta vacíos que soñaron pistachos y anacardos, por la sal que les acuna ahora.

Lo he hecho para dejar hueco a la tristeza y liberar otro espacio que adecenta mi camino, ése de los titubeos, las ignorancias y de las carreras entre moreras que, preñadas de hojas amarillas, han tapizado nuevamente tu ausencia, que es la mía; aunque esto último, sí que lo sé bien.


[1] Marguerite Yourcenar, “Opus nigrum”. Ed. Alfaguara-Bolsillo.

miércoles, 1 de noviembre de 2000

NINDIRÍ-26.-

NINDIRÍ

X400

Asunto:

NINDIRÍ-26

Fecha:

Wed, 01 Nov 2000 03:47:06 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net


«Nindirí» es así desde el bancal de hierbas y una vez que hemos pasado un verano muy caluroso.

El arce pequeño y alto que se ve a la izquierda ha sufrido mucho.
Los arces, como algunos sentimientos o pensamientos alegres (¿canicas?), necesitan algo de frescor y nada de soledades.






NINDIRÍ-25.-

«Roncesvalles»


X400

Asunto:

NINDIRÍ-25

Fecha:

Wed, 01 Nov 2000 02:56:05 +0100

De:

RFT

PARA:

nindiri@lettera.net

Referencias:

<39ff70f3.2fa3da59@aranzadi.es>


Quizá todo sea porque muestro siempre mi mas feroz resistencia a este estado, a esta forma de soledad, de no ser compartido por nadie, pasando entre la gente como un simple roce, por lo que sigo empeñado en intentar enseñar las señales más delicadas de acercamiento. Al final, no entender dónde reside el "porqué" de no ser querido, intentando siempre entregar las cosas que me son más amables, me conduce al mismo abatimiento, porque cuando pierdo aquello que quiero, como si querer a alguien pudiera perderse, lo único que siento es la necesidad de hacerlo volver, el empuje de buscarlo, y, para la recuperación del sentimiento, del amor que estimo que ya no recibo, trato de buscar simplemente la presencia del ser amado, en cualquier forma que pueda conseguir. En esa búsqueda, aún más dolorosa que la profunda pérdida, arrastro conmigo una incontrolable necesidad de dar una explicación a lo que no la tiene, y en lugar de permanecer en mi silencio, en esa mi soledad, me dejo confundir por la ilusión de que un simple contacto, ese roce, una simple mirada, me devolverán el calor. Paseo así mi mirada, por los ojos agradables que se entrecruzan en mi caminar, mostrando siempre el ansia de encontrar algo en esos ojos, pero regreso vacío a mi interior, a ese interior en donde cuentan todas las filosofías que los párpados del ser amado no se cierran a la sonrisa, a ese "adentro" que cuentan también que nos sostiene y contra el que yo también lucho encarnizadamente, para que no me convenza. Luego, algunos días, cuando regreso vacío aquí arriba, con las manos tan abiertas y grandes como un beso, como si hubiera ido a ver cuadros de impresionantes paisajes y me encontrara el museo cerrado, las cosas ya no me acompañan, y mis tiempos, mis minutos, se convierten en horas interminables en las que ni siquiera brota ya la creación de una luz. Tan sólo al acordarme del sueño, de un sueño, puedo intentar leer unas pocas páginas que vencen mi voluntad de permanecer despierto y cuando al poco rato intento despertar, me dejo vencer al saber que no hay nadie, que ya nadie hará el ruido que acompaña una pequeña respiración.

En ese combatir contra la espantosa realidad del fracaso, y en momentos muy pequeños, me hago compartir por mi hijo, también pequeño, que si no puede darme al ser querido, sí puede dejarme atravesar por su sencillo querer, pero, como en esos instantes no se trata de una permanencia, sino de algo que, más pronto o más tarde, también viajará, me encuentro constantemente en una despedida, en una pérdida que hace la situación aún más difícil, como si uno sólo pudiera querer a quien siempre se está yendo.

Estar poseído por no tener el amor y estar en búsqueda permanente por no dejarme llevar al abandono, resulta ser exactamente la misma cosa, porque, al final, mi permanencia sólo busca que la rutina sea agradable, que sepa de quién soy y a quién pertenezco, aceptándolo, lo que acaba de conducirme, una vez más, a una rueda de despedidas en las que voy, poco a poco, perdiendo lo que siento.

Dice mi primo «R», que lo prolífico de los conejos acabará convirtiéndose, casi, en una invasión, en una plaga, pero aunque de la pequeña camada sólo ha quedado uno vivo, ya he visto que entre la pelusa del cajón, que la coneja se arrancaba del pecho, se mueven pequeños seres.

Hace ya un año, en el mismo sufrimiento, dibujé unas rayas entrecruzadas, como algas irreales, entre las que deslicé una pregunta:

«¿Quién es ese hombre que acompaña a Sebastián?»


Aún no lo encuentro, aún no consigo descansar y encontrarme y, mientras tanto, sigo buscando al ser querido, pero no me busco yo.