martes, 19 de diciembre de 2000

NINDIRÍ-35.-

EL PASO DEL NOROESTE
(FOTO NASA)
X400
Asunto: NINDIRÍ-35
Fecha: Tue, 19 dec 2000 15:52:41 +0100
De: RFT PARA: nindiri@lettera.net


Había pensado mandaros algo ahora, para Navidad, y quizá lo haga desde algún lugar en donde viva hoy mi ternura que, seguramente, estará entre hojas de colores, porque ya os he dicho, citando a Chenier, que "...yo causo dolor a los que me aman..."
Subo con el frío pegado a la espalda, tras mi ronda nocturna de comidas diversas, y me miro las manos. Las tengo, afortunadamente, llenas de sanas heridas pequeñas que no me aparecen por abrir sobres o poner demandas y querellas, sino por los pequeños lametazos de Nala (lengua que tiene dientes), por los enganches en las mallas de las conejeras y los de la pequeña abertura del gallinero grande, por picotazos alegres que me dan algunas gallinas atrevidas y por clavos y tornillos que ignoro.
Dice Isa que debo dejar a las perras deambulando por la casa, para que me calienten los pies por las noches.
Digo yo que antes debo renunciar a mi costumbre de que la casa aparezca limpia y provocar mi desorden sin revuelos y tensiones, acostumbrar mi espíritu a todo lo que signifique alegría o a desbaratar las cebollas por los rincones.
Esa renuncia no es más que lo que todos llamamos desapego: desasirse de lo cotidiano que nos posee.

Algunos días riño al pequeño Sebastián porque me llena de migas los sofás del salón, pero quizá deba volcar yo, deliberadamente, esas migas, cortezas, pequeños trozos de chocolate o cáscaras de avellanas y castañas que, en su fruto, dejaron aquí los que se fueron. Es algo así, como cuando en prevención de mis miserias me aconsejaron que trabajara con arcilla en unión de los niños, de todos los niños, los míos y los vuestros, y los que tenéis escondidos en vuestro corazón y sacáis a pasear por las noches de miedo o, sencillamente, cuando nadie os ve.

Ya llevo un año aquí, pese a vosotros o gracias a vosotros, que es tanto como saber que es "con" vosotros. El paisaje y las ramas me son familiares y tienen sus nombres, mientras todos observamos fijamente, sin acudir al pasado o a la angustia del porvenir, esos gorriones que quedan atrapados temporalmente en el gallinero, cuando acudieron a rescatar la cuota que en todo acto de amor les corresponde.
En ese año, ciertamente, he podido defraudar vuestras perspectivas, vuestros proyectos o vuestras aspiraciones sobre mí.

No os pido perdón por ello; de nada sirve y debo empezar a ser "así". Pero seguro que podéis compensaros en mí mismo, en mis letras o en mis amaneceres, si es que no tomáis la decisión de recostaros en mi hombro.

En el camino de abajo han brotado extrañas flores malvas, en lugar de setas; quizá se vislumbre un lugar fresco donde poder tumbarse en primavera, porque, a veces, hay primavera, como hay algodón en rama.
Mi padre, que también va asentándose conmigo, pese a sus renuncias, así os lo recuerda.