martes, 18 de enero de 2000

LAS PUESTAS DE LUNA-(PRÓLOGO-3.-)



Asunto:
PRÓLOGO 3.-
Fecha:
Tue, 18 Jan 2000 21:12:11 +0100
De:
RFT
PARA::
RFT
(...) Olvidé deciros, que en estos días, cuando me despierto de madrugada ―viene a ser como a la hora de la guardia de media, pero algo más complejo, porque no se oye limpiar con arenisca y el viento es distinto―, veo la luna ponerse hacia Bustarviejo, sobre el Puerto de Canencia, antes de la loma de los Lobos y de las Bailanderas. Según mi reloj, la luna se pone entre las 4:45 y las 5:00 de la mañana. Yo me despierto porque noto la luz que entra en el cuarto y porque se refleja en esos armarios horribles de puertas de espejo que ordenó poner Rafael por toda la casa. Me acerco a la silla, abro la ventana y miro tranquilo. El proceso dura unos seis o siete minutos. Cuando la luna se pone, rielan las hojas plateadas del seto, pero no amanece, no aparece aún el alba.
«Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?» [1]
Se sabe, que en las zonas al Sur de Java puede llegar a verse el crepúsculo de la luna y la salida del sol al mismo tiempo. Ignoro si este efecto puede observarse aquí ―sobre todo cuando uno no puede subirse a ninguna jarcia o, si acaso, a un tamborete de mesana―. Tampoco sé si el efecto de la curvatura de la tierra permite ver más allá de treinta millas náuticas en esta zona tan elevada.
No os lo cuento para que lo veáis, sino para que lo podáis tener en el corazón y guardéis conciencia o noticia de ello. A fin de cuentas, siempre andáis con la luna a cuestas: ¿O no es así?

[1] (Claudio Rodríguez, “Don de la ebriedad”, Ed. Torremozas, El vaso de Berceo, Madrid 1995)